Lazarillo
En abril se celebran las elecciones presidenciales en Francia y el Frente
Nacional de Marine Le Pen acaba de cosechar una rémora de cierta entidad.
Un reportero del programa Quotidien, del canal TF1, tuvo el deber de
preguntarle a Le Pen por un caso de corrupción publicado en Wikileaks del que
la cabeza parece ser la propia Marine. Si se advierte la pinta ultramontaraz de los guardaespaldas que en ese momento se abalanzaron sobre el periodista para
desalojarlo de la presencia de su jefa, se advertirá que su aspecto concuerda
con un partido de la identidad del nombrado. Golpes y empujones contra
el reportero, por el mero hecho de preguntar, no bastaron para que éste
insistiera en acceder a la estancia en busca de una respuesta, por lo que los
guardaespaldas pasaron directamente a combatir el pertinaz empeño del informardor y su compañero de cámara. La noticia tuvo una masiva difusión,
por lo que de inmediato el Frente Nacional –acuciado por la cita de la primavera
en las urnas- se ha apresurado a defender a su candidata, desvinculando a FN de los servicios de seguridad que perpetraron semejante tropelía, como
si a la señora Le Pen le hubiera encantado responder al reportero y quienes le guardaban la espalda, precisamente, lo hubieran impedido por su cuenta y riesgo, ya ven. Este
Lazarillo piensa, más bien, que el desprecio y las infamias a la prensa de Trump,
ejemplo de líderes y lideresas a la usanza de la mentada, está cundiendo y lo que pretendía Le Pen era superarlo y pasar a la acción contra la libertad de informar, tan molesta. No hay excusa que valga porque en su ADN está golpear a la libertad.
DdA, XIV/3456
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