Una mano señala el Medallón de Franco situado en el Pabellón Real de la Plaza Mayor de Salamanca, a la espera
de que sea retirado por el Ayuntamiento, tal como acordó el Ayuntamiento de la Ciudad, con la aprobación de Somos Salamanca, PSOE y Ciudadadanos, y la abstención del Partido Popular. Aún así, la retirada del medallón de Franco no podrá realizarse hasta
que se pronuncie la Comisión Territorial de Patrimonio de la Junta de Castilla y León, tal y como contempla la sentencia dictada recientemente. Mientras, el salmantino nonagenario que suscribe esta carta, deberá seguir seoportando la efigie del dictador un tiempo más, tras cuarenta años de dictadura y cuarenta de democracia.
Nací y viví en Salamanca hasta terminar mis estudios.
Disfruté de alegrías y padecí sufrimientos. Aquellas quedan en el desván de los recuerdos; pero los sufrimientos se hacen dolorosamente presentes cada vez que vuelvo a mi patria chica y me enfrento, en mi querida y hermosa Plaza Mayor, con ese maldito medallón del dictador. Entre sus criminales responsabilidades se han de contar los fusilamientos de mi padre Hipólito Jesús Froufe Espinazo y su hijo y hermano mío Agustín Froufe Carlos, el encarcelamiento, fuga y desaparición de mi otro hermano Jesús Reyes, más los veinte años de cárcel de mi hermano Aníbal, el exilio en Francia del Mayor de los hermanos, Juan Manuel, y condena y encarcelamiento de otros entre los que me cuento.
Es muy cruel que después de tantos años de dictadura y democracia tengamos que seguir soportando con dura constancia semejante afrenta a los que padecimos su persecución.
Tengo noventa años. ¿Tendré aun la oportunidad de darme un paseo por la Plaza relajado y sin el sobresalto de maldecir esa efigie del dictador?
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