Para Olga Rodríguez, periodista
Manuel Monereo
Asombra
la candidez y hasta la inocencia de algunos dirigentes de Unidos
Podemos. Ingenuidad que lleva, con mucha frecuencia, a la incoherencia:
no se puede estar diciendo a los cuatro vientos que vivimos una crisis
de régimen y que hay que derrotar a la casta reinante sin prever que los
poderes que realmente mandan en el país no reaccionen y no lo hagan
virulentamente. Y así ha sido desde el principio. Después de unos
primeros meses de expectación, de conocimiento del fenómeno Podemos, los
que mandan y no se presentan a las elecciones adoptaron dos
resoluciones estratégicas de fondo, tomarse en serio el fenómeno e
iniciar un conjunto de medidas políticas, mediáticas y económicas con el
objetivo de dividirla, romperla y limitarla electoralmente. El
surgimiento de Ciudadanos, la denuncia sistemática contra el populismo y
sus secuelas fue en paralelo a la creación de “psicosociales”, de “casos” y de “escándalos” contra los dirigentes más conocidos de Unidos Podemos. A título de ejemplo, los de Monedero, Iñigo Errejón, Tania Sánchez, Echenique y, ahora, Ramón Espinar.
Lo
característico de estos “psicosociales” es la existencia de tramas que
enlazan medios periodísticos, parte de la clase política y lo que
podríamos llamar las “cloacas” del Estado. Estas tramas siempre han
existido de una u otra manera. Lo nuevo es que con la crisis se han
hecho más visibles, más centralizadas y su fuerza es mucho mayor. Se
podría decir que hay una trama general (la casta, el núcleo duro del
poder) que se transforma en tramas y tramillas, todas ellas engarzadas
en una lógica de los que mandan. Esto, que podrían parecer exageraciones
más o menos fundamentadas en los hechos, ha dado un paso hacia delante
de cualidad: por segunda vez en nuestra ya veterana democracia, hemos
podido asistir en directo y hasta televisado a la caída planificada,
organizada y ordenada del secretario general de un partido, el del PSOE.
La primera vez —era otro contexto sin duda más dramático— fue el
linchamiento de Adolfo Suárez, convertido hoy, paradoja
sobre paradoja, por sus más encarnizados enemigos, en el padre de la
democracia española. No tendrá esta suerte Pedro Sánchez, creo.
Ahora
viene la operación olvido, es decir, que desaparezca de nuestro
imaginario social cómo unos medios de comunicación dirigidos por el Grupo PRISA,
en estrecha alianza con los grupos de poder económicos y la complicidad
visible de barones y baronesa del PSOE, derrotaron a Pedro Sánchez y
convirtieron —ante millones de personas— al PSOE en una fuerza
intervenida por los poderes fácticos. Insisto, lo nuevo es esto: lo que
hoy se quiere escamotear es el control que los poderes fácticos ejercen
sobre las fuerzas políticas fundamentales. El error de Pedro Sánchez
(uno de ellos) fue autonomizarse tanto de los poderes internos como de
los poderes externos, y lo pagó; me temo que lo seguirá pagando. Todo lo
que muchos dijimos que pasaba lo ha repetido el antiguo secretario del
PSOE de la A a la Z. En todas las tramas, en todos los conciliábulos y
conspiraciones, los mismos actores: PRISA, González y Rubalcaba y, a lo lejos, por lo que hoy llaman Despeñapedros, Susana Díaz.
Lo
diré con toda claridad: los poderes de este país han decretado el
estado de excepción para Unidos Podemos. No es nada personal, es
político. La cuestión es diáfana: PRISA, los poderes han jugado muy
fuerte y han domesticado a un PSOE que para ellos andaba sin brújula.
Han ganado, pero están pagando un altísimo coste. En primer lugar,
porque el ataque ha sido tan brutal que se ha notado demasiado, ha sido
excesivamente visible y algunos medios han perdido credibilidad, mucha
credibilidad. En segundo lugar, porque el debilitamiento relativo del
PSOE puede ser aprovechado por Unidos Podemos para ganar fuerza social,
presencia electoral y solvencia política. La conclusión es bastante
evidente, hay que usar todos los medios y métodos para que Unidos
Podemos no salga favorecido de la crisis inducida del PSOE.
Con el
tema de Ramón Espinar tenemos la primera advertencia de la guerra que
acaba de comenzar. Lo que viene ahora está ya escrito en los astros:
sucesión más o menos relevante de casos, de “psicosociales” contra
dirigentes de Unidos Podemos, siempre, siempre próximos a Pablo Iglesias.
El “juego” será también el de siempre: “escándalos” mediáticos sin
conexión penal y derivados a supuestas “razones éticas” violadas. Pronto
llegarán amenazas de dossieres, de informes reservados sobre
dirigentes; se incentivará el surgimiento y el desarrollo de “sectores
críticos” contra el “autoritarismo” del secretario general de Podemos y
del coordinador de IU. La nota diferencial es advertir a todas y a todos
los dirigentes de UP que nadie estará ya libre de dossieres, que las
críticas a la dirección siempre serán bienvenidas y que es el tiempo de
decidirse. Y más allá, “vender” la idea que hay que escoger entre un
sector bueno, razonable y hasta sutil, en definitiva, dialogante; y un
sector duro, intransigente y autoritario que coincidiría con Pablo
Iglesias y Alberto Garzón.
Nada nuevo bajo el
sol. Esto se ha practicado muchas veces con razonable éxito, por lo
demás. Unidos Podemos debe, en primer lugar, tomar nota con mucha
claridad de lo que viene y prepararse para ello. En segundo lugar, estas
cosas se combaten con política; hay que hacer política a lo grande en
pos de un proyecto nuevo de país, protagonizando el conflicto social y
ganado en solvencia política y parlamentaria. En tercer lugar, no matar
el debate; se trata de combinar inteligentemente la unidad frente a unos
enemigos que decididamente van a liquidar el proyecto con la autonomía
necesaria para pensar juntos, discutir colectivamente y aprobar
políticas mayoritarias en la organización. En cuarto lugar, unidad,
unidad y unidad. Unidos Podemos debe ser algo más que un grupo
parlamentario, debe construir una unidad desde abajo, desde lo local,
garantizar una acción común y dedicar muchas horas a construir vida
colectiva y práctica común. Ahora, como siempre, hacen falta principios
claros, conocimiento de lo que hay y coraje moral. No está escrito en
parte alguna que esta partida no la podamos ganar.
Cuarto Poder DdA, XIII/3380
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