Reconozco mi equivocación al pensar que Hillary tenía más opciones de
derrotar a Trump que Bernie Sanders. Pensaba que su condición de mujer,
una pátina liberal y las propias contradicciones del candidato
republicano, harían más factible el triunfo, por primera vez, de una
candidata femenina. No era así. Ante la apuesta vocinglera del
millonario contra lo establecido, solo una respuesta claramente
reformista tenía posibilidades de salir adelante. Esto debería servir de
lección en España y en el resto del
mundo sobre cómo contrarrestar electoralmente las consecuencias de la
crisis desatada por las políticas neoliberales, que no son propiamente
económicas y que atienden a una raíz cultural que determina las
decisiones de los ciudadanos. No sirve salir a la calle con una
banderita, un pitín y tocando un tambor (en estas tierras tenemos la
molesta costumbre de tirar gruesos petardos), sino se articula un
discurso que cale hondo en las mentes de los descontentos, de los que
padecen las consecuencias de las malas políticas, de la mayoría de la
población que repudia claramente lo establecido pero que no encuentra
propuestas claras que le inclinen hacia otros escenarios. Enorme tarea
queda por delante, pero, si no se acomete, el misógino, xenófobo y
neofascista de turno vendrá con sus cantos a llevar a la mayoría de
votantes hacia su huerto. A ponerse a ello para que esto no suceda.
DdA, XIII/3382
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