Según cuentan las crónicas deportivas, los aficionados del Sporting de Gijón, que tanto vienen sufriendo por su equipo a lo largo de las últimas temporadas (bien para ascender a primera división, bien para mantenerse), salieron ayer bastante satisfechos del partido jugado por su equipo frente al Athletic de Bilbao, primero de la actual temporada. Tanto el juego como el resultado fueron satisfactorios, sobre todo en la segunda parte, así como la impresión causada por los nuevos fichajes realizados por el club. Sin embargo, el buen sabor de esa victoria y de la nueva plantilla se han visto empañados por la exhibición inadmisible y bochornosa de racismo que algunos mentecatos mostraron cuando apenas se había disputado la mitad de la primera parte del encuentro. Iñaki Williams, el mejor futbolista visitante, sufrió los rebuznos
racistas (mis disculpas a los asnos) de los llamados hinchas radicales del Sporting y Clos Gómez, el árbitro del partido, se vio
obligado a detener el juego. El colegiado conversó unos segundos en la
banda con el delegado del Sporting y acto seguido se conminó por megafonía a los energúmenos a que cesaran en su nauseabunda ofensa. No es la primera vez, posiblemente, que los mismos espectadores u otros muy cercanos en inframentalidad se manifiestan de modo tan incívico. Con esto quiero decir que tal gandalla está bien localizada en los graderíos del estadio gijonés. Lo mismo que ocurrió ayer, ya pasó en un partido contra el Getafe temporadas atrás, que supuso para el club una multa de 3.000 euros. La directiva del Sporting, por lo tanto, tiene motivos reiterados para desalojar de El Molinón con carácter definitivo a ese tipo de gentuza que con su comportamiento mancha la ejemplar trayectoria de la afición rojiblanca, históricamente reconocida y respetada, y puede comportar las correspondientes y justas sanciones establecidas al efecto. No puede haber una tercera vez.
DdA, XIII/3344
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