domingo, 24 de julio de 2016

LA SERVIDUMBRE DE LOS MÉDICOS

FEDERICO SORIGUER
MÉDICO, MIEMBRO DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIAS

Servir es una hermosa palabra. No es casualidad que las unidades básicas de organización de los médicos en los hospitales se llamaban desde siempre, 'Servicios'. Solo con su nombre quedaba claro cuál era la función principal de los médicos en el hospital o en cualquier otro centro sanitario. Servir, ser útil, ayudar. Pero las cosas comenzaron a cambiar en los años ochenta del pasado siglo y de estos cambios nos hemos ocupado con detalles en el libro 'Historia del Hospital Carlos Haya y sus pabellones'. Ahora los viejos Servicios se llaman Unidades de Gestión Clínica (UGC), indicando claramente cuáles son las prioridades. Las consecuencias de este nuevo modelo han sido muchas. Servir, ser útil, ayudar son obligaciones morales que se les supone pero que no se les exige ya a los médicos. Lo que se les demanda imperativamente es que cumplan los objetivos de la empresa. Y los encargados de hacer cumplir estos objetivos son los nuevos directores de las UGC, que ya no son los representantes de los pacientes y de los profesionales ante la gerencia sino los representantes de la gerencia ante los trabajadores. Una especie de capataces con pedigrí. El modelo asistencial se convierte así en un modelo productivo en el que lo importante es la cuenta de resultados.
Desde luego que no está nada mal que se intente que las cuentas salgan, pero el problema es la forma en la que los objetivos se intentan cumplir. En el nuevo modelo la lógica sanitaria ha sido sustituida por la lógica empresarial en donde las unidades de producción son numéricas y monetarias y en el que el gran asignador de recursos es un teórico mercado de la salud. Este nuevo modelo que hemos llamado en otros lugares «cuantofrénico», para tener éxito necesitó reinventar la historia de la medicina, cambiar el lenguaje médico y redefinir las relaciones de poder y de producción. Reinventar la historia o ignorarla que es lo que han hecho. Lo hemos visto con el Hospital Carlos Haya, lo vemos en muchos de los nuevos directores de UGC que ni siquiera conocen la propia historia de su disciplina y lo vimos con aquella OPE del 2002 en la que se obligó a los miles de jóvenes candidatos que aspiraban consolidar su puesto de trabajo, a estudiarse el catón del SAS, pues era más importante el memento empresarial y el anonimato curricular, que las materias médicas.
Los médicos andaluces pasaron por aquella humillación y están pasando por todas las demás. Los sindicatos, más atentos a otras afrentas ni se enteran y los bienintencionados Colegios profesionales hacen de la airada contemplación, virtud. Pasados los años las consecuencias están siendo desbastadoras para la identidad médica. En España los médicos suelen salir muy inmaduros de la Facultad de Medicina y era en el MIR donde se solía forjar su carácter. Con el nuevo modelo y desde hace ya años las nuevas promociones entran en unas UGC en la que aprenden las habilidades propias del oficio médico, pero no los valores de resistencia, desinterés y pasión intelectual que debe caracterizar al buen médico. Unos valores imprescindibles para hacer frente al conflicto entre los tres grandes principios éticos de beneficencia, justicia y autonomía, presentes siempre en el quehacer médico y siempre en conflicto. Unos principios ahora, por fin, gestionados en régimen de monopolio por la empresa sanitaria y sus administradores. ¿Exagero? Eso me dijo un antiguo colega cuando le explicaba esta tesis. ¿Exagero?, le pregunté a un buen amigo, director de una UGC y también de los pocos jefes de Servicio que aún quedan en el Hospital. No, me dijo, te has quedado corto aunque seas injusto con algunos de los pocos que aún resistimos. Lleva razón mi colega y pido disculpas a quienes se sientan aludidos por estos comentarios.
Pero la dedicación es ya la excepción y no solo porque muchos jóvenes adjuntos tienen que compatibilizar la actividad pública con la privada sino porque muchos de estos jóvenes ya no tienen el Hospital ni en su corazón ni en su cerebro. Pero también, porque muchos de los líderes profesionales y directores de las UGC con dedicación exclusiva coquetean con las multinacionales farmacéuticas consiguiendo sobresueldos considerables en las horas laborales con asesoramientos y otras actividades de difícil justificación y con la complacencia de los gerentes que compensan con la vista gorda y con un plus de productividad las fidelidades confesables.
Sí, es posible que exagere y desde luego me gustaría estar equivocado y que solo fuera una visión mezquina de un viejo cascarrabias que ha perdido el tren de la historia. Pilar Bonet en un artículo reciente contaba esta leyenda: En los años treinta del pasado siglo, al construirse el hotel Moscú en el centro de la capital, presentaron a Stalin dos modelos distintos de fachada y el dictador de la URSS extendió su firma en las dos para desconcierto de los responsables del edificio, que, temerosos de las iras del líder, no se atrevieron a preguntarle cuál de las dos fachadas quería, así que construyeron media según uno de los bocetos y media según el otro. Me he acordado de esta historia rusa ahora que hablo del modelo de gestión que se ha instalado en nuestros hospitales y centros sanitarios.
Un modelo que necesita de la servidumbre, esa hermana mezquina de la idea de Servicio, como instrumento de gestión de los recursos humanos. No, no era este el modelo de sistema sanitario público que imaginamos cuando el futuro estaba abierto. Pero ya estamos en el futuro y tal vez no haya sido posible otro modelo, aunque mi amiga y colega la doctora María Soledad Ruiz de Adana que acaba de volver del Karolinska Hospital de Estocolmo, con su innato optimismo dice que sí, que es posible y que solo hay que ir allí y verlo. Espero que la Drª M.S Ruiz de Adana lleve razón pero en España para llegar hasta el Karolinska las nuevas generaciones de médicos les queda una larga y ardua tarea por hacer.

SUR  DdA, XIII/3324

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