Félix Población
A cualquier persona con un mínimo
de inteligencia y de madurez le debe parecer absurdo y hasta ridículo que un
candidato a la Presidencia del Gobierno de la nación, cual es Alberto Rivera,
haya sugerido como prueba de la supuesta e inimaginable pinza entre el Partido
Popular y Unidos Podemos que una representante de la dirección de Podemos, Irene
Montero, haya regresado en el coche de Jorge Moragas, jefe de gabinete de don
Mariano, o en el del secretario de Estado Ayllón Manso, una vez celebrado el anodino
debate a cuatro del pasado lunes.
Ante semejante tontuna argumental empleada por el líder de Ciudadanos en el programa El Hormiguero cabría pensar dos cosas: o que don Alberto es una criatura de parvulario político, cosa que ni siquiera considero por el puesto que ocupa, o que padece uno
de esos estados de alteración mental que siguen a ciertas informaciones de muy
mal diagnóstico, como podría ser la posibilidad de que su partido se estrelle
en los próximos comicios, con una rebaja muy sensible en el número de diputados
elegidos con respecto al 20-D.
Desde que Jordí Évole apagó el
aire acondicionado en el plató de Salvados, según Girauta, y Rivera se empapó en sudoraciones ante Pablo Iglesias, noto al líder de Ciudadanos muy desvivido por
hallar argumentos convincentes en contra del partido morado. Los que volvió a
utilizar en el debate a cuatro, con Grecia y Venezuela como motivo fundamental, sonaron a
quincalla tan oxidada y falaz como los de Pedro Sánchez a costa de la
beca de Errejón y el caso Monedero. ¿Será posible que ni juntándose en sus ataques uno y otro líder del pacto PSOE/Ciudadanos hayan podido vencer a un cauto y comedido Iglesias?
En vista, por lo tanto, de que
apenas arañaron la credibilidad de don Pablo, a quien las encuestas dieron por vencedor del tedioso debate, lo único
que se le ocurrió a don Alberto fue anotar lo del coche de Moragas, luego corregido con
el de Ayllón, tratando de colegir con ello el despropósito mendaz de la pinza entre elPartido Popular y Unidos Podemos, sin reparar en la propia entre el Partido Socialista y Ciudadanos, que apenas se rozaron durante la aburrida función mediática.
Si a esto añadimos aquella otra
falaz necedad que propaló Rivera vinculando con el partido morado, sin prueba
alguna, a los
independentistas catalanes del grupo Arran que intentaron reventar un mitin de
Ciudadanos en Barcelona o a la persona que asaltó
una mesa informativa de este mismo partido en Vallecas (Madrid), podríamos
calificar ambos ataques de canalladas, si no fuera porque no tienen enjundia para
ello, pues posiblemente, en lugar de
comportar un perjuicio para Unidos Podemos, lo comporten para el propio Rivera por insultar a la inteligencia y faltar a la verdad de modo tan desfachatado.
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