Javier Cortines
Mientras los líderes de IU y Podemos, Alberto Garzón y Pablo
Iglesias, se abrazaban jubilosamente el martes (10 de mayo) en la Puerta
del Sol, epicentro del 15-M, para celebrar el pacto que les permitirá
concurrir –junto a otros aliados del 20-D- a las elecciones generales
del 26-J, las formaciones situadas a su derecha sufrían el Síndrome de
la Rana Hervida (SRH).[1]
Iglesias, tras abrazar a Garzón en la entrañable plaza del Oso y el
Madroño, se dirigió así a las personas que festejaban el acuerdo: “Unidos se puede. Es un día histórico. Hoy estamos más cerca de ganar al Partido Popular (PP)”. Por su parte, Garzón, -que irá como número cinco en las listas conjuntas-, señaló que “el pacto histórico, (al que se llegó el pasado lunes) tiene por objeto proteger a las clases populares”.
Mientras los congregados se felicitaban y
brindaban con botellines de cerveza y otros caldos dionisíacos, al líder
del PSOE, Pedro Sánchez, le llegó el impacto de bala de un e-mail o un
watsup de Pablo Iglesias en el que éste proponía a los socialistas ir
juntos en las listas del Senado para que el PP “no bloquee una posible reforma constitucional, un cambio de gobierno”.
Nada más recibir esa “proposición indecente”, un Pedro
Sánchez descolocado, con claras muestras del Síndrome de la Rana
Hervida, le respondió ante las cámaras de La Cuatro: “No Gracias”
Luego miró a su alrededor y, al ver que sus palabras no surtían efecto,
repitió, (sintiendo en el cogote los ojos y el aliento de la andaluza):
“No gracias, ya les dimos la oportunidad de quitar a Rajoy y no quisieron”.
Otro que acusó inmediatamente el síndrome batracio fue el
líder de Ciudadanos, Albert Rivera, quien, con el rostro algo
desencajado y más pálido de lo habitual, trató de ironizar, con una
sonrisa que no acababa de cuajar, y sentenció: “Si la ideología del siglo XXI, en un mundo globalizado, va a ser el comunismo español”…, Luego intentó echar un ¡Ja, Ja, Ja! y se cayó.
El asesino político de Rosa Díez, (política que se quedó
con el culo al aire tras ser desplazada y reemplazada por el joven
potrillo), se reveló, sobretodo, temeroso del diablo rojo, y no mostró
compasión alguna por la fundadora de UPyD, que en su día llegó a ser el
referente político del marqués de Vargas Llosa, símbolo de la España
inteligente y victoriosa.
Por su parte, Mariano Rajoy, incomprendido como un adolescente al que
han pillado comprando preservativos en una farmacia de Sanxenxo, se
puso de frente y de perfil, cual modelo para un busto de Mirón, y bramó:
“Son extremistas y radicales, no convienen al progreso de España”.
El líder del PP, que según todas las encuestas volverá a ganar el 26-J,
debe odiar un montón a Albert Riviera. Que el PSOE le insulte, lo tiene
asimilado, pero que la derecha traicione a la derecha, jamás. Otra
victima del Síndrome de la Rana Hervida.
Asimismo, un huerfanito Gaspar Llamazares, (un histórico del
comunismo español) no tuvo tiempo de saltar sobre el agua hervida y se
mostró deprimido. Él quería emular a Kevin Costner en la película
“Bailando (sólo) con lobos” y espetó que el pacto es “un agravio para IU” y que con él lo que pretende Podemos es “tapar sus propios agujeros” (deficiencias). En el lado opuesto, un Pablo Echenique[2] lúcido y sereno, aconsejaba al espectro de la derecha que “no utilizase la campaña del miedo. Simplemente –recalcó- porque no va a funcionar”.
Mientras la cosa bullía y en los meandros de la
derecha guapa saltaban los casos de corrupción, una valiente Dolores de
Cospedal (PP) daba un paso al frente, cual legionaria romana, y sacando
su lado más filosófico, decía: Que cada uno aguante su vela”.Las
voces se alzaban, las espadas chocaban, y en el mundo de los íberos
(españoles i lusos) continuaba la heterogénea pasarela de personalidades
que tienen chiringuitos en los países fiscales.
Tras el pacto alcanzado con Podemos, IU podría pasar de dos a ocho
diputados tras las elecciones del 26-J. Entre las propuestas de las dos
formaciones –que con sus aliados podrían acercarse a los noventa
diputados-, hay dos que deseo destacar, una de Podemos: “Convocar referendos ciudadanos para sacar a gobiernos que no cumplan sus promesas electorales”, y otra de IU: “celebrar una consulta popular sobre monarquía o república”.
Y, como a Pedro Sánchez le crecen los enanos en el circo,
la manzana de la discordia rodó hasta Valencia y allí el líder de esa
formación, Ximo Puig, lanzó el mensaje de que le parece bien la idea de
elaborar, en su feudo, una lista al Senado con las confluencias de
izquierdas, incluyendo, por supuesto, a Podemos. Veremos si la sangre va
al río, ya que en Baleares y otros bastiones peninsulares hay también
insumisos del PSOE que no ven con malos ojos la ruta Puig.
Lo mejor y más colorido de este panorama es la buenísima serie de
televisión -emitida los lunes en Antena-3-, “La Embajada” (basada en
negocios sucios: ventas de visados, contratas a cambio de comisiones,
etc.). ¡Que nadie crea que esa telenovela es una ficción, algo raro o
aislado! ¡Qué va! ¡Esas cosas ocurren con más frecuencia de lo que
imaginamos en legaciones diplomáticas de regiones exóticas! Doy fe de
ello. El último caso, India.
Y vuelve a cantar Quiquiriquí el Noble Gallo Beneventano que,
influido por todo lo que ve, oye y lee, la otra noche, cuando los
párpados se le cerraron de cansancio, soñó que se casaba con la esposa
ideal: la gallina de los huevos de oro. Ahora que van a desaparecer
paulatinamente los billetes de 500 euros, nos será un poco más fácil
conservar la pureza y luchar contra tanta contaminación bancaria, para
convertirnos, con libros de autoayuda, en ex yonquis del dinero.
Notas:
[1]
El Síndrome de la Rana Hervida (SRH), es un concepto basado en una
fábula del escritor y filósofo francés Olivier Clerc (1961). Ese
síndrome lo padecen las personas, víctimas del estrés, que han perdido
la capacidad de reaccionar ante situaciones nuevas. La fábula de Clerc,
“La rana que no sabía que estaba hervida” es una alegoría de los que
son incapaces de afrontar la realidad y se quedan de piedra. Lo normal
es hacer como la rana, que salta inmediatamente cuando la meten en una
olla de agua hirviendo.
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