¿Dónde está la bolita?
Antonio Aramayona
Acaba el
período de consultas, habrá elecciones generales el 26 de junio. Aluvión de
críticas a los partidos políticos, al sistema (indirectamente, a la
democracia). Baste leer el titular de El País: “La
impotencia de los partidos lleva a los españoles a las urnas”. Está claro: el
tejemaneje de los amos del circo nos quieren convencer de que para qué tanta
votación y tanto partido, si lo que hace falta es un gobierno de los que saben,
de los que van al grano, de los eficaces, de los independientes, de los
tecnócratas, como hace tiempo ya en Italia y en Grecia. Rivera apostaba hace
poco por un Jefe de Gobierno “independiente”. Sánchez, a su vez, por un
Gobierno socialista con “independientes” de distintas ideologías y corrientes,
“también” de Podemos, C’s, IU…
Entretanto, nos entretienen con el pim-pam-pum de
los papeles de Panamá y de los famosos que van sacando a la luz. Quienes mueven
los hilos de los papeles de Panamá son tan “independientes” como los
anteriores, como son asimismo independientes las Fundaciones de Rockefeller,
Ford y George Soros, que financian el Center for Public Integrity, del que es un proyecto
el International Consortium of Investigative Journalists, que llevan y difunden
a cuentagotas los papeles de Panamá.
Ni una palabra, en
cambio, sobre el reformado artículo 135 de nuestra Constitución y su “principio
de estabilidad presupuestaria”, los 24.000 millones de euros que debe recortar
el próximo Gobierno, las “recomendaciones” de “ajustes presupuestarios” que un
Organismo tan “independiente” como El FMI anuncia y exigirá por vía directa y/o
indirecta. Es la omertá, la ley del silencio: no habla nadie porque a nadie le
conviene sacarlo a relucir. Como de la corrupción y sus entresijos y sus implicados.
Si habla uno solo hasta el fondo del pozo negro, se cae el castillo de naipes
entero. Salen famosetes, aparecen personajes con los que alguien vete a saber
qué venganza o plan lleva a cabo. Ni una empresa del Íbex 35, ni un lobby, ni
una multinacional.
Nuestros supuestos
“líderes” políticos dan pena. Hablan y hablan. Se contradicen y se contradicen.
¿Alguien les cree o dice creerlos, salvo aquellas personas que viven del
asunto? Las utopías (no lo imposible, sino lo óptimo) languidecen en sus manos,
mientras otros se frotan las suyas de placer y satisfacción.
Precisamente por ello, es más necesario hoy que nunca afirmar que sin
utopías reales y auténticas la vida carece de horizonte, de tensión, de dinamismo,
de verdadero sentido, por mucho el poder y los poderosos están encantados con
que las utopías nos parezcan una tontería o algo irrealizable.
Con utopías la vida y el mundo son perfeccionables, mejorables y por ello
nos esforzamos, luchamos y hacemos de cada día un senda virgen con la esperanza
de una vida mejor y un mundo mejor.
La utopía no sólo es algo bueno, sino el grado óptimo de cada cosa, de
cada ser. Quizá nunca la veamos plenamente realizada, pero nos inyecta energía,
vitalidad, rumbo y sentido para seguir caminando.
DdA, XIII/3260
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