Antonio Aramayona
Ya no pienso en términos de “patria”, me he
renunciado como “patriota”. Patria es, según el Diccionario de la RAE, “tierra
natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano
por vínculos jurídicos, históricos y afectivos. Y ese es mi problema: mi única
tierra natal que considero aceptable es la Tierra, pues los ordenamientos
nacionales son solo circunscripciones convencionales que siglos ha unos cuantos
ricos y poderosos concertaron entre sí. Como ser humano, mis vínculos afectivos
son iguales con todos los seres humanos por igual, y no entiendo por qué el
pirenaico valle de Tena está más vinculado a un aragonés que a un gallego o a
un ugandés. Tampoco acierto a comprender por qué la necesidad de energía
eléctrica de un hombre pobre de mi vecino barrio de Torrero me concierne más
que la necesidad pura y dura de comer algo, aunque no sea todos los días, de una
nigerina o un paquistaní.
Continúa el Diccionario de la RAE diciendo
que “patria” es el “lugar, ciudad o país en que se ha nacido”. Yo he nacido
como cualquier otro ser humano abriéndome paso entre las angosturas de la
pelvis de mi madre, sola o con el auxilio de una comadrona o una partera, y he
acabado llorando y temblando como como cualquier otro niño de este planeta en
que me he visto existiendo al cruzar el umbral de la conciencia.
Antes me sentía zaragozano, aragonés,
español más que oscense, catalán o francés. Hoy me duele el ser humano y me
duele estar en un lugar donde la mayoría vive bien porque en otros muchos lugares
de la Tierra apenas se sobrevive.
Causa y efecto. Sistema desequilibrante que
mueve permanentemente a un desequilibro siempre creciente.
60 personas en el mundo poseen la misma
riqueza que la mitad del resto de los seres humanos (unos 3.500 millones de
seres humanos). 800-900 millones de seres humanos pasan hambre cada día,
cada 5 segundos un niño menor de 10 años muere de hambre, cada día se mueren
25.000 personas por causas relacionados con el hambre, cada medio minuto mueren
de hambre entre 8 y 10 personas… ¿Por qué ese hombre que acaba de morir tiene
menos importante que mi hermano? ¿Por qué ese niño es menos importante que mi
nieto?
Me he ido (alguna
fuerza me ha arrancado) del concepto de que la patria es lo que importa. Estoy
forzosa y libremente expatriado. Vivo fuera de mi patria, soy un expatriado,
porque no tengo otra patria que ese espacio cuasi infinito donde flotan
dinámicamente el polvo de millones de estrellas deshechas y aún por hacer, el
polvo de las estrellas de donde procedo y proceden por igual todos y cada uno
de los seres humanos.
Trazan líneas y surgen
fronteras. Pintan de distinto color el área del planeta que han decidido llamar
país o región o barrio. Se reparten la riqueza de esos territorios. Montan
guerras para hacerse con las riquezas ajenas. Mientras, el pueblo pasa hambre,
cuando no hambruna. ¿Que qué pueblo? El mío, mi pueblo, mi único pueblo, la
Tierra toda. Hermanos, hermanos míos, todos, todos.
¡Guerra!
clamó ante el altar
el
sacerdote con ira;
¡guerra!
repitió la lira
con
indómito cantar:
¡guerra!
gritó al despertar
el
pueblo que al mundo aterra;
y
cuando en hispana tierra
pasos
extraños se oyeron,
hasta
las tumbas se abrieron
gritando:
¡Venganza y guerra!
La
virgen, con patrio ardor,
ansiosa
salta del lecho;
el
niño bebe en su pecho
odio
a muerte al invasor;
la
madre mata su amor,
y,
cuando calmado está,
grita
al hijo que se va:
"¡Pues
que la patria lo quiere,
lánzate
al combate, y muere:
tu madre te
vengará!"
Bernardo López García, Oda al Dos de Mayo
DdA, XII/3237
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