viernes, 5 de febrero de 2016

ULTRAMACHOS, MISÓGINOS, VIOLADORES Y OTROS TARADOS A EXTINGUIR

Ana Cuevas

El próximo 6 de febrero se había puesto en marcha una propuesta que alentaba a los ultramachos de más de ciento veinte ciudades del planeta (entre ellas Madrid y Granada) a reunirse para celebrar algo denominado "el regreso de los reyes".
La iniciativa partió de un bloguero llamado Roosh Valizadeh que, desde su plataforma digital, aboga por la legalización de las violaciones y define a las mujeres como seres inferiores intelectual y físicamente cuya única misión en este mundo es satisfacer las necesidades de los hombres como genuinos reyes de la creación. Seguramente, el trauma de este menda tenga su origen en lo turbio de su propia concepción. Alguna rata macho (no quiero llamarle "rato" para no herir la sensibilidad de mis lectores peperos) andaba toda empalmada persiguiendo un truño enorme cuando se obró el milagro y entre ambos engendraron al bueno de Roosh. Con menos que esto se han forjado religiones que, por cierto, también han degradado, oprimido y subyugado al sexo femenino por el dictamen de un dios barbudo, como Valizadeh, que definía la supremacía de un género sobre el otro por una cuestión meramente testicular. Ósea, por cojones.
Lamentablemente, los cromañones contemporáneos siguen vivitos y coleando escudándose en la libertad de expresión o en la religiosa para perpetuar su papel de macho dominante. Personajes como algunos obispos católicos o  imanes musulmanes que, paradójicamente, gustan vestir con faldas y a lo loco siguen predicando la sumisión de la hembra a los antojos masculinos. En algunos casos, como en el de ese inspirador libro pergeñado por alguna mente enferma que se titula "Cásate y se sumisa", no pasan de ser patéticos panfletos plagiados de aquellos maravillosos años del franquismo en los que una tal Pilar Primo de Rivera  (que por cierto nunca se casó) instruía a la mujer sobre su papel de esclava complaciente en su futuro matrimonio. Casi inspira una ternura rancia y apolillada si lo comparamos con los dramas que muchas otras mujeres viven en otros países del mundo. Niñas obligadas a casarse con su violador por sus propios padres, quemadas vivas por no aportar una dote o lapidadas por una acusación de adulterio independientemente de la veracidad de su "crimen". Pero hasta en la Europa más civilizada, en estados como Suecia o Dinamarca y por supuesto en España, miles de mujeres mueren a manos de su pareja. Hasta no hace demasiados años el denominado como crimen de honor formaba parte de nuestra legislación y el asesino podía salir impune si argumentaba que lo había hecho en defensa de su honra.
Cuando alguien compara el feminismo con el machismo está dando muestras de una estulticia intelectual aguda. Algo parecido sería comparar el abolicionismo con el esclavismo y a nadie en su sano juicio se le ocurre semejante gilipollez. Sin embargo vivimos en una sociedad extraña donde periodistas casposos e indecentes no encuentran otra descalificación contra una mujer que ejerce como política que llamarle mala puta, mal follada o meterse con su físico. Y les sale de balde. Porque aún subyace en estos lares esa mentalidad cavernícola y misógina que mira para otro lado retorciendo la sonrisa.
A riesgo de que me llamen feminazi (riesgo que asumo gozosamente) yo animaría a que esas reuniones de ultramachos que se llaman a sí mismos compañeros de tribu no se prohibieran. Es más, habilitaría un espacio cómodo y bien cerrado (un penal a ser posible) para que pudieran juntarse a comparar el tamaño de sus pililas o esas cosas que imagino que hacen estos talentosos pájaros. Y luego invitaría al evento a algunos talibanes o senegaleses de erectos y portentosos miembros para que pusieran en práctica su sueño de legalizar la violación teniendo por objetivo sus reales panderos. ¿Para qué engañarnos? Lo están pidiendo a gritos. Si tanto nos odian, ¿para qué nos necesitan? Hagamos realidad sus más íntimos deseos y dejemos que estos reyes sean reinas por un día. O por cientos, que no hay que ser mezquinos con los más necesitados. Quizás encuentren el nirvana mientras algún Mohamed superdotado les pone a cuatro patas mirando a Cuenca. Amén hermanos.

DdA, XII/3205

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