Antonio Aramayona
Inmersos
en este embrollo de posibles candidatos in
pectore, pactos, incompatibilidades, declaraciones, etc. entre los
principales grupos políticos, observo que a menudo el común denominador es un
desolador ABANDONO DE LA RACIONALIDAD y un USO TORTICERO DEL LENGUAJE. Algunos
botones de muestra: Cada
representante o líder suele negarse a escuchar
aquellos argumentos que podrían obligar a modificar la propia postura o las
propias tesis que creen o declaran irrenunciables (en román paladino, cuando a priori no están dispuestos a ser
convencidos de nada ni por nadie por creerse en posesión de la verdad). Por
ejemplo, si X no acepta que Y es verdadero entonces ocurrirá Z
(siendo Z una coacción o ataque contra X). “Si se pacta con Podemos y los partidos separatistas que
apoyan el derecho de autodeterminación, los mercados cerraran sus inversiones y
España caerá en el caos y se perderá
todo lo conseguido hasta ahora. Por lo
tanto, si no quieres verte convertido en un indigente no se debe apoyar un pacto
con Podemos y los separatistas”. 1) Se
une injustamente Podemos/separatismo/derecho de autodeterminación 2) Se vincula
el caos económico a unos pactos que de por sí no llevan a ello ni a todo lo
contrario.
Encuentro a menudo también la defensa de una idea o argumento como verdadero porque quien es citado en el
argumento tiene autoridad en la materia.
“Los
‘ajustes’ del PP son buenos porque el FMI y la Comisión Europea los avalan”, que equivale a
decir “La tierra es plana porque así lo dejó escrito Ptolomeo”, o “la oferta de Podemos
es buena porque Pablo Iglesias es un hombre muy inteligente”. No me estoy refiriendo a que la conclusión sea
finalmente verdadera o falsa, sino a que poco o nada es verdadero porque lo
haya dicho alguien, sino por haber sido objetivamente probado, experimentado y
comprobado. Suelo citar un grafiti que hace muchos años leía cada día en los
pasillos de una estación de Madrid, camino del trabajo: “200.000
millones de moscas no pueden equivocarse: ¡comamos mierda!”.
Otras veces observo que se enredan en
triquiñuelas, sin abordar real y racionalmente el asunto. Por ejemplo, emplean
palabras o expresiones ambiguas con el ánimo de confundir, en lugar de
esclarecer un asunto. Por ejemplo, se dice a menudo: “No asumiré́ ninguna
responsabilidad hasta que lo pruebe un tribunal” (confundiendo
responsabilidad política y responsabilidad penal). O “el derecho a
la libertad religiosa ampara que cualquier ciudadano vaya a los actos
confesionales que quiera. Los concejales del PP y del PSOE son ciudadanos, por
lo que atenta contra la libertad religiosa que alguien se oponga a que asistan
esos concejales a una procesión católica” (escuchado
con pasmo en la TV de Aragón). Se está confundiendo el derecho de una persona
como responsable de sus actos y el carácter político-institucional-público de
esa persona en su calidad de concejal y representante de TODA la ciudadanía, no
solo de la católica. Algo parecido a argumentar “los sexos no son iguales, los derechos no pueden ser iguales”.
Otras veces, se hacen preguntas masivas, con posibles varias
respuestas, pero que se conmina a realizar una sola respuesta. Por ejemplo, ¿Está de
acuerdo con los partidos políticos? ¿Está
usted a favor o en contra de una coalición de progreso o de izquierdas? (posibles respuestas: “Con los partidos D y H,
bastante, pero con los sindicatos K, V y M, poco o nada”). Sin embargo, parece
que hay que responder con un “todos son iguales” o “todos roban” o “todos van a
lo suyo”, de lo contrario, estás vendido a algún partido. Son preguntas
“capciosas” como cuando un Pro-Vida te pregunta “¿está usted
a favor de la vida?”, porque está
suponiendo que un sí vincula solo con sus ideas y planteamientos, y un no te
relega al saco de los asesinos de seres inocentes.
Para terminar, he observado
también que un debate o una tertulia se toma como una cuestión personal, se esfuma la racionalidad y
se responde desviando la cuestión como un ataque personal, emocional,
visceral,
con los típicos “y tú más” o “tú eres el menos indicado
para dar lecciones de…”. O alguien se sale con todo el morro por la
tangente: “— 1) Tú
también lo haces.— 2) Sí, pero mi caso es distinto”. U otras expresiones que hacen tambalear la racionalidad o el sencillo
deseo de escuchar lo que se asevera. Está usted
haciendo el juego a los enemigos de la democracia (por pretender
apoyar a grupos que se declaran partidarios de realizar una consulta popular o
un referéndum). Estamos ante una estrategia para
apartar del poder a un partido que ha ganado las elecciones y ha sido elegido
legítimamente en las urnas (por buscar un Gobierno entre partidos
que no han sido los más votados). La democracia
está en peligro (porque se critica el actual sistema económico,
político y social). Usted insulta a Cataluña (por haber criticado a un
político o a un grupo político catalán). Etc. etc. etc.
Creo que como colofón viene como
anillo al dedo la versión que Quadro Nuevo ha hecho de la famosa canción Parole,
Parole de Mina Mazzini y Alberto Luppo: Paroles, Paroles Palabras, palabras, palabras, palabras…
DdA, XII/3204
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