Me decía un compañero: "La contradicción de todo esto es que en mi
nómina y en la tuya hay varios euros de muchas de esas marcas a las que
señalamos".
Jordi Évole
Muchos compañeros de profesión nos han enviado mensajes esta semana celebrando el «atrevimiento» de emitir un programa donde aparecen las grandes marcas de ropa y su manera de fabricar en el Sudeste Asiático.
La verdad es que al principio lo celebramos: «Ole, ole, qué valientes
somos». Pero algo no estamos haciendo bien cuando nos felicitamos por
poder emitir un programa. Algo nos hace sospechar que el poder no lo tenemos los periodistas, sino los anunciantes. Con excepciones que confirman la regla.
Si
te paras a pensarlo, todo es bastante deprimente. ¿Aportamos algo nuevo
con el programa de ayer? Pues creo que no. Nada que no se supiese, o
que no hubiese sido contado en otros documentales o reportajes hechos
antes sobre el tema. ¿La diferencia? Quizá que el nuestro se emitió en
una televisión comercial en horario de máxima audiencia. Con pausas para
la publicidad donde normalmente se anuncian marcas que no salían muy bien paradas en el programa, básicamente por incomparecencia.
Y
me decía un compañero: «La contradicción de todo esto es que en mi
nómina y en la tuya hay varios euros de muchas de esas marcas a las que
señalamos. Zara aparte, que no hace publi. Y nos beneficiamos de
ellas… porque ellas invierten por culpa de que ganan pasta y de que
venden mucho... por culpa de que producen barato... y esto es una rueda.
Como en otros sectores, no solo en el textil. Es muy jodido el asunto,
es muy jodido el mundo en el que vivimos, y muy jodidas esas
contradicciones. Puede que como programa de televisión seamos un fallo
del sistema. Puede… Pero también nos aprovechamos de él. Eso es lo
jodido. Entramos económicamente en él, y salimos periodísticamente de
él».
Y entonces, ¿qué
hacemos? ¿Les pido a mis jefes que me descuenten de la nómina de este
mes los euros que provengan de la publicidad de El Corte Inglés,
H&M, Mango, Adidas, etcétera? ¿Dejamos la tele comercial porque es
incoherente estar dentro del sistema, beneficiarte de él y criticarlo a
la vez? ¿Nos montamos un fanzine con una tirada de 300 ejemplares y lo
buzoneamos por el barrio? Lo de lograr la coherencia está muy complicado. Para mí, por lo menos.
Creo que al final todos somos fashion victims.
Las primeras, las costureras que malviven por cosernos centenares de
pantalones cada día; luego, los capos de las marcas que aparecen en la lista Forbes
y que infructuosamente seguirán presionando para que nada de esto se
sepa, y que no vivirán lo suficiente para patearse todo lo explotado;
también los consumidores, que, aun sabiéndolo, hoy seguiremos entrando
en masa en los Zaras, Bershkas, H&M's, Mangos… sin el menor
remordimiento; y los periodistas, que nos creeremos héroes por haberlo
explicado. Recupero a Umberto Eco: «El verdadero héroe es héroe por error. Su sueño era ser un cobarde honesto como todo el mundo».
El Periódico de Catalunya DdA, XII/3220
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