El problema del
PSOE es que la tormenta la tiene también dentro, donde están divididos en
dos: los que lo convirtieron en un partido del capital y
los creen que aún puede regenerarse hacia la izquierda.
Javier Gallego
No es la sonrisa del destino como decía con una media
risita malévola Pablo Iglesias, es una carcajada macabra la que ha
puesto el futuro del país en manos de Pedro Sánchez. El destino se está
riendo de la que le ha caído encima. Todo depende de él y todos quieren
llevárselo al huerto pero todos quieren hacerle la cama y algunos
incluso su cabeza en bandeja, desde sus rivales a sus posibles aliados
pasando por las vacas sagradas de su partido y la prensa que manda más
que informa.
El PP quiere darle el abrazo del oso,
Podemos quiere robarle la cartera y los que controlan su partido han
echado mano a ella y quieren que Sánchez gobierne con el centro derecha
de Ciudadanos y la abstención del PP o incluso que sea él quien se
abstenga y les deje gobernar, como propone Felipe González, entregado
sin disimulo a quien le paga. El País lo da por amortizado como muchos
barones que lo quieren liquidar, que haya elecciones y que venga ya
Susana.
Pero después de la torpeza de declarar la guerra antes
de que Rajoy entregara las armas, ahora no les queda más remedio que
dejarle intentar la investidura. Les molesta que el PP les haya pasado
la pelota porque no pueden recoger los restos de su naufragio sino que
se tienen que enfrentar ellos primero a la tormenta. El problema del
PSOE es que la tormenta la tiene también dentro donde están divididos en
dos, por lo menos: los que lo convirtieron en un partido del capital y
los creen que aún puede regenerarse hacia la izquierda.
Los primeros estaban convencidos de que podrían alejar a Sánchez de los
bolivarianos y le están empujando a la vera de Rivera. Para eso le
colocaron ahí, para que fuera un títere. Pero nunca subestimes el poder
del poder para dar alas a las mosquitas muertas. Aunque ellos creían que
lo tenían atado y bien atado, ha resultado que Sánchez está dispuesto a
hablar con el Coletas y sus rastafaris a pesar de los riesgos de que le
fagocite porque sabe que “muchos votantes no entenderían que no se
entendiesen”.
A pesar de lo que digan la caverna y el
Ibex, él tiene sus razones para pensar que es su mejor opción, dentro
de que todas son malas. Por un lado, sabe que pegarse a la derecha o
incluso al centro derecha puede hacer que Podemos les pase por la
izquierda más que si intentan competir con ellos en su terreno. Sería un
gobierno muy complicado porque estarían a codazos por hacerse hueco,
pero si Sánchez llegase a un arreglo con PP y Ciudadanos, sería muy
fácil para Iglesias atacarle por hacer otra vez lo contrario de lo que
predica.
Además de que ese pacto, especialmente la
abstención de los populares, es aún más improbable que entenderse con
Podemos. Pedro ya ha negado al PP tres veces. Ni puede ir con ellos ni
puede dejarles gobernar, por mucho que diga Felipe, y mucho menos
después de la imputación del partido de Rajoy, de Acuamed y de la
macrorredada de los populares valencianos. Sería cómplice.
Por eso, a pesar de las pullas, los riesgos y las condiciones, la menos
mala de las opciones de Pedro es Pablo porque su única salvación para
seguir al frente del PSOE es llegar a la presidencia donde además puede
fortalecer su posición de líder. Por no hablar de que son muchas más las
coincidencias de programa con Podemos que con los de enfrente y si no
alcanza un acuerdo, le pueden acusar de haber impedido un plan de
emergencia social que es inaplazable y de dejar que siga el saqueo.
Pedro decide y sólo si él decide y no deja que decidan por él sus
mayores, sólo si da un golpe en la mesa y hace de jefe, puede seguir
siéndolo. Si vamos a unas nuevas elecciones, su cabeza será la primera
en rodar debajo de la mesa y en la mesa de juego, seguirán mandando los
trileros. Tú decides, Pedro. La Bolsa o tu vida.
Eldiario.es DdA, XII/3197
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