Antonio Aramayona
Érase una vez un profesor de filosofía en Secundaria,
llamado Antonio Aramayona, que se convirtió en un simple profeflauta motorizado
porque desde hace ocho años va en una silla de ruedas eléctrica (“motorizado”)
debido a las enfermedades degenerativas que padece desde hace muchos años y
porque lleva más de tres años en la vía pública (“profeflauta”) reivindicando
la Escuela Pública y Laica, así como los Derechos y las Libertades y denunciando
los inhumanos recortes perpetrados desde hace años por el Gobierno.
Ya en dos
ocasiones (inicio y cuatro años después) solicitó y obtuvo sin ningún problema
de su Mutua (Mutualidad de Funcionarios Civiles del Estado. MUFACE) la ayuda
económica para recambiar la silla de ruedas eléctrica que suple a sus piernas,
ya incapaces de desplazarse por sí solas. Pero, pasados ocho años, ese
profeflauta motorizado se ha topado con una historia rocambolesca, kafkiana
–todo un despropósito- que, de momento, le ha dejado sin silla de ruedas nueva
y con el temor diario de quedarse “tirado” en plena calle o en casa porque su
silla de ruedas actual, viejecita y desvencijada, haya dicho que ya no puede
más.
Verás lo que pasó. El profeflauta motorizado presentó la
documentación correspondiente en las Oficinas de MUFACE: un impreso, una
factura proforma donde se especificaba solo el precio de la silla y la forma de
pago (directamente de MUFACE a la tienda ortopédica, y solo después se haría entrega de la silla de
ruedas eléctrica por parte de la tienda) y un Informe de un médico especialista
que prescribiera la silla al profeflauta motorizado. Así lo hizo, primero
presentando el Informe Especialista en Traumatología y Cirugía Ortopédica,
después otro Informe de un Especialista en Medicina física y Rehabilitación,
que al parecer es el reglamentario.
El 20.11.2015 recibió el profeflauta motorizado una carta
de MUFACE en la que se desestima su solicitud de ayuda para el recambio de su
silla de ruedas “por haber quedado acreditado
que la silla de ruedas eléctrica adquirida no ha sido prescrita por
especialista en medicina física y rehabilitación”. El caso es que yo no
he adquirido hasta la fecha ninguna silla de ruedas eléctrica, pues la tienda
ha condicionado su entrega a la recepción del importe de la misma, tal como
se especifica en la Factura Proforma presentada. Muy al contrario, sigo
desplazándome con la silla de ruedas vieja y ultraremendada actual. ¿Qué salida
me ofrece Muface? Solo una: en el plazo de un mes “podrá recurrirse en
alzada ante el Ministro de Hacienda y Administraciones Públicas” (que
cuenta con tres meses de plazo para dar respuesta).
Consternado, una amiga subió a las Oficinas de Muface (de
flagrante y doliente inaccesibilidad para quien, como el perroflauta
motorizado, se desplace en silla de ruedas) y finalmente fue recibida por
la Directora Provincial de MUFACE,
Úrsula Hernández Marta. Tras comprobar mi amiga que le resultaba imposible
obtener una explicación con sentido, una funcionaria bajó a la calle, donde me
encontraba, como habitualmente desde hace ocho años, puso con gran sorpresa por
mi parte una rampa, subí por un ascensor perteneciente a una finca adyacente y
me encontré ante la Directora Provincial, iniciando una conversación, a la que
puse fin tras veinticinco minutos, pues a los pocos minutos se había convertido
en una conversación circular (por emplear un eufemismo) en la que doña Úrsula
se remitía una y otra vez, cual sagrado mantra, al Reglamento, Reglamento,
Reglamento: la fecha de la factura proforma es anterior a la del Informe
médico reglamentario.
Estupefacto, ya en la calle, por recomendación de mi
abogada, volvió a subir mi amiga al despacho de la Directora Provincial para
preguntar qué pasaría si presento una nueva solicitud de prestación para
una silla de ruedas nueva. La respuesta de doña Úrsula fue taxativa: cualquier
nueva solicitud debe pasar por sus manos e informaría que aquella nueva
solicitud ya había sido denegada. En resumen: cualquier nueva solicitud estaba
condenada a su denegación por parte de Muface.
Total, que tengo como única vía, según el escrito
denegatorio de Muface, presentar un recurso de alzada al Ministro de
Hacienda y Administraciones Públicas que tiene tres meses de margen
para responder afirmativa o negativamente a mi reclamación o recurso.
Así las cosas, y presentado el Recurso de Alzada, no
descarto ningún tipo de movilización, protesta o reivindicación de mi
derecho, como ciudadano y profesor jubilado en la Enseñanza Pública, como
miembro de MUFACE a todos los efectos, de recibir una ayuda para el recambio de
mi silla de ruedas. Se lo dije en su despacho a la Directora Provincial de
Muface hasta la saciedad: no se trata realmente de fechas, documentos,
prescripciones o reglamentos, sino ante todo y sobre todo de mis piernas,
ahora suplidas mecánicamente por una silla de ruedas eléctrica.
Quiero terminar con una reflexión teológico-devocional.
Como he dicho, mi silla de ruedas actual está hecha polvo, por lo que presenté la documentación pertinente para solicitar
una prestación de ayuda para cambiarla y con gran sorpresa volví a comprobar
que en Muface deben de ser fervientes creyentes del Milagro de Calanda,
por el que un inválido amputado de una pierna despertó una mañana con una
pierna nueva por intervención de la Virgen del Pilar.
La cosa viene de lejos. Tomo 27 pastillas diarias, si
todo va bien, pues tengo el motor más que gripado y cada año Muface me exige
presentar un informe médico para financiar algunas medicinas que necesitan la
firma del Médico de la Mutua. El milagro de Calanda comienza ya aquí: un
especialista médico asegura que necesito las medicinas de por vida, pero
Muface, en un alarde de optimismo y de fe, vuelve a exigir el mismo Informe cada año por si ya estoy milagrosamente
curado.
Con el recambio de la silla de ruedas eléctrica,
ocurre lo mismo. Muface me exige cada vez (cada cuatro años) la prescripción
médica de la silla por parte de un especialista en medicina física y
rehabilitación, quizá esperando que me haya crecido una pierna nueva en la que
tengo amputada por encima de la rodilla. Ítem, que desaparezcan las cinco
operaciones en la pierna que aún me resta, con las consiguientes decenas de
cicatrices y la imposibilidad de desplazarme por mí solo. En resumidas cuentas,
Muface debe de creer fervientemente en la posibilidad de otro Milagro de
Calanda y, de no producirse, requiere documentalmente cada cuatro años, al
solicitar una nueva silla que, para mi desgracia, no ha habido milagro, dados
mis escasos méritos ante el Partido Popular (EspañaEnSerio, ¡menudo sarcasmo!)
que hasta la fecha ha estado nombrando los/las Directores/as Provinciales, y
ante el “Pilar
sagrado, faro esplendente, rico presente de caridad. Pilar bendito, trono de
gloria, tú a la victoria nos llevarás”.
Quiero que, a través de este despropósito,
quede patente la carencia de auténtica profesionalidad y capacidad humana que
tiene algún cargo de responsabilidad en la Administración del Estado. Y para
ello voy a luchar con todas mis fuerzas, siempre, eso sí, con la esperanza de
que mi viejecilla silla de ruedas actual no se rompa definitivamente en
pedazos.
DdA, XII/3155
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