Algunos líderes políticos tienen la vileza de decir que
legalizarán la prostitución, como el de
Ciudadanos, hablando de los impuestos que cobrará el Estado. Puede ser
sin duda una fuente de financiación de su partido.
Al tiempo que este Lazarillo publica en este modesto blog un nuevo artículo de Lidia Falcón, quiero consignar con gusto y sopresa el hecho en verdad noticioso de que la cadena SER haya contado con la colaboración de mi estimada y admirada amiga en uno de sus programas de gran audiencia, A vivir que son dos días, en su edición de hoy domingo. Falcón se despachó a gusto condenando la prostitución en el espacio de Javier del Pino, con la lucidez argumental y de criterio que caracteriza el discurso de quien sin duda es la máxima autoridad en la lucha feminista en España. Es una pena que las palabras de Lidia hayan sido tan madrugadoras -poco después de las ocho de la mañana-, porque el número de radioyentes habrá sido mucho menor del que lo sería a una hora más avanzada. Aun agradeciendo al director y presentador del programa que haya contado con la voz de Falcón, me parece que hubiera sido mucho más efectivo su mensaje a a las diez o las once de la mañana. Y mensajes como el suyo son dignos de la máxima difusión, como el artículo que sigue.
Lidia Falcón
Sí, estamos en guerra, en la guerra de los machistas contra
las mujeres. Los maltratadores, los políticos, los legisladores, los
jueces, los médicos, los policías y los que difunden informaciones y
comentarios falsos, todos están en guerra contra las mujeres.
María Campo Alange, en un librito delicioso de los años cuarenta del
siglo pasado –que a tanto se atrevía- describía la situación de las
mujeres en aquellas infames cuatro décadas que duró la dictadura. Lo
tituló La Secreta Guerra de los Sexos. Entonces se mantenía en
secreto. Hoy, tras ochenta años de lucha, hemos conseguido que no sea
secreta, pero sigue siendo guerra. En la que las muertas las ponemos
nosotras.
Las marchas y manifestaciones de estos últimos días exigían que se
acordase lo que llaman “un pacto de Estado” para erradicar esta
tragedia. Pero lo cierto es que el Pacto de Estado ya está acordado,
pero contra las mujeres.
Todas las instituciones del Estado: Poder Judicial, Poder
Legislativo, Poder Ejecutivo, y los estamentos que disponen de otros
poderes: políticos, médicos, psiquiatras, asistentas sociales, medios de
comunicación, han sellado un pacto de Estado para defender el
patriarcado. Y lo más grave es que lo han hecho ostensible y legalmente
cuando el Movimiento Feminista logró hacer pública esa guerra machista y
visibilizar a sus víctimas.
Antes no se necesitaban ni pactos ni leyes. El Patriarcado era la
situación natural de la distribución de poder entre hombres y mujeres,
por ello ni políticos ni policías ni jueces ni médicos ni periodistas
tenían que intervenir ni opinar ni legislar. Y mientras las mujeres lo
aguantaran el país seguía funcionando.
Pero hete aquí, que después de que durante muchos años solo algunas
se atrevieran a denunciar este orden de cosas individual y heroicamente,
se desencadenaron las protestas colectivas, y en el curso de esta
contienda los machistas fueron perdiendo terreno, trincheras y batallas.
Las alarmas se desencadenaron cuando las feministas incluso exigieron
leyes y recursos para perseguir a maltratadores y asesinos. Había
llegado, por tanto, el momento de que el Patriarcado se organizase, no
fuera a ser que, peligrosamente, las mujeres ganaran la guerra. Entonces
aprobaron la Ley de Violencia de Género, montaron unos cuantos Juzgados
supuestamente especializados en esa represión, dijeron que había una
policía preparada, llamaron a psiquiatras, médicos y asistentes
sociales, y nos presentaron toda una batería de medidas legales,
educacionales, sanitarias, sociales…para mantener el sistema como
estaba.
Estamos en guerra, cierto, pero no solo porque las potencias
occidentales hace treinta años decidieron destruir Afganistán, Irak,
Irán, Siria, Libia, El Líbano, sino porque la mayoría de los hombres de
todos los países mantienen la guerra contra las mujeres que declararon
hace un millón de años.
Hoy, en esta avanzada y moderna España, en campaña electoral para
elegir el gobierno que regirá nuestros destinos los próximos cuatro
años, los partidos políticos que tienen posibilidades de ganar cotas de
poder van a mantener el mismo orden patriarcal. Léanse los programas
electorales, aquellos que ya estén terminados, observen las
declaraciones de sus líderes –todos hombres-, pregúntenles por su
conocimiento y preocupación de los temas de las mujeres, y no tendrán
dudas.
Esos partidos no tienen líderes feministas en sus formaciones, ya que
ellos se bastan para conocer el problema. Las reformas legales que
proponen –si que es proponen alguna- no afectan a los puntos
fundamentales imprescindibles para implantar una verdadera protección de
las mujeres, insertarlas en el mercado laboral, indemnizarlas por los
sufrimientos padecidos, compensar el trabajo doméstico, aumentar las
pensiones, liberarlas de los cuidados. No se sabe de qué presupuesto
dispondrán, porque ese no lo han calculado, de tan insignificante como
les parece. Y, por supuesto, no piensan quebrar el poder y la influencia
omnímoda de la Iglesia, anulando el Concordato que instala la escuela
concertada, la enseñanza de religión en las aulas y la penetración
ideológica de amplias masas.
Y encima, algunos de esos líderes tienen la vileza de decir que
legalizarán la prostitución, incluso sin ningún pudor, como el de
Ciudadanos, hablando de los impuestos que cobrará el Estado. Puede ser
sin duda una fuente de financiación de su partido. Nunca podía estar
más contenta la mafia de los proxenetas.
Mientras tanto, unos sectores del Movimiento Feminista presentan un
manifiesto pidiendo reformas que atemperen las consecuencias de esta
guerra. Deben de creerse muy atrevidas cuando no hablan del Concordato
con el Vaticano, ni mencionan a la OTAN -¿y de donde creen que van a
sacar el dinero para esa carta a los Reyes Magos que han pergeñado?-, y
para qué hablar de la República cuando tenemos una reina muy maja y muy
moderna. Ni tan siquiera son capaces de exigir la abolición de la
prostitución para no molestar a no se quien.
Ciertamente podemos escribir en el frontispicio del Congreso de los Diputados: “Mujeres, abandonad toda esperanza”.
DdA, XII/3143
No hay comentarios:
Publicar un comentario