“Entregó su alma al Señor”, se decía. Más abajo, y en negrita, se leía: “La clase obrera agradecida no te olvida”.
Antonio Aramayona
No podía dar crédito a esa esquela mortuoria y a mi estupefacción le
sobrevino pronto una buena dosis de indignación: El Heraldo de Aragón
incluía el pasado 20-N una necrológica en memoria del dictador Francisco
Franco Bahamonde, quien, según reza dicha esquela, “entregó su alma al
Señor” tal día como aquel del año 1975. Más abajo, y en negrita, se
leía: “La clase obrera agradecida no te olvida”.
Me quedé pensando que, sin ningún género de dudas, la clase obrera no
le había olvidado, dado que, entre otras lindezas, abolió cuantos
derechos y libertades no se ajustaban a su régimen y fusiló aun después
de acabada la guerra civil a miles de trabajadores y trabajadoras, por
el simple hecho de ser de un partido o un sindicato de izquierdas, así
como también prohibió bajo severas condenas el derecho a la libertad de
sindicación y otros derechos más de la clase trabajadora, escudado en la
pantomima pseudopolítica, como todo su pseudoideario, del “sindicato
vertical” y los Principios del Movimiento.
No obstante, los autores de la esquela adolecen de rigor morfológico y
sintáctico, pues dicha necrológica no dice “la clase obrera,
agradecida, no te olvida” (toda la clase obrera te está agradecida y no
te olvida), sino “la clase obrera agradecida no te olvida” (aquella
clase obrera que te está agradecida –la poseedora de la encomiable
virtud de la gratitud- no te olvida). En resumidas cuentas, una simple
cuestión de comas crea una mezcla de vodevil y de opereta en memoria del
mayor firmante de penas de muerte en toda la historia de su España Una,
Grande y Libre, “sin que le temblara la mano”, a decir de sus
hagiógrafos.
Pero mi estupefacción e indignación, por muy gato escaldado que ya
sea, ante la esquela en memoria del golpista y dictador Franco,
respondían también a que aún siguiese habiendo medios de comunicación
capaces de incluir en sus páginas semejante bofetón democrático en la
cara de la ciudadanía, cada vez más enrojecida por los bofetadas que
vamos recibiendo diariamente. El 20-N nos asestaron sendas bofetadas
desde ABC, La Razón y un cierto largo etcétera, en el que está incluido
también El Heraldo de Aragón. He visto escrito hasta la saciedad el
mismo mensaje en los últimos días:
¿Admitiría cualquier medio de comunicación alemán una esquela en
memoria de Hitler? ¿Qué rasgadura de vestiduras y alaridos al viento
lanzarían esos mismos medios hispanos si llegase a sus oídos que en
algún lugar del mundo alguien hubiera osado poner una esquela en memoria
de Stalin? ¿Es admisible dentro de unos valores democráticos una
esquela en memoria de Franco tras 40 años de su muerte?
Hace escasas semanas surgió la noticia de que el periodista Miguel
Ángel Aguilar había sido despedido de El País tras haber escrito un
artículo en el New York Times donde cargaba contra dicho Diario. The New
York Times invitaba en esas mismas páginas a varios periodistas
españoles más a analizar, valorar y reflexionar sobre temas similares
como las presiones políticas contra la prensa, el control y la falta de
objetividad debidos a esta causa, las medidas del Gobierno de Rajoy o la
ley mordaza. En dicho reportaje, esos periodistas denunciaban cómo las
presiones gubernamentales y financieras han minado la capacidad de los
diarios, su independencia y su libertad de información y opinión. Me
queda la duda de si la inclusión de la esquela de Franco el 20-N en El
Heraldo de Aragón responde a las causas aducidas o también a la afinidad
ideológica y de intereses personales y familiares.
En esos días, el economista y politólogo, Vicenç Navarro, miembro también de ATTAC España, publicó un artículo titulado El “New York Times” lleva razón: no existe pluralidad en los medios de indudable interés. Entre otras cosas, dice:
“La evidencia es abrumadora de que el New York Times y la
percepción popular sobre los grandes medios de información llevan razón.
En realidad, el New York Times se quedó corto, pues incluso podría
haber aportado más evidencias de cómo los gobiernos compran la
complicidad de los medios (tanto públicos como privados) a base, en el
caso de estos últimos, de subvenciones públicas. Un ejemplo claro de
ello son las subvenciones que el gobierno de sensibilidad liberal de la
Generalitat de Catalunya da a los mayores rotativos que se publican en
esta comunidad autónoma, cantidades más que respetables, que aumentan
según la docilidad de tales rotativos hacia el gobierno. Según la
revista El Triangle, el Departamento de la Presidencia de la Generalitat
ha dado 810.719 euros a La Vanguardia, 463.987 euros a El Periódico,
457.496 euros a El Punt Avui, 205.484 a Nación Digital, 136.998 a
Vilaweb, y un largo etcétera, cantidades que el público tiene
dificultades para conocer, a pesar de que son fondos públicos”.
Cabe, pues, una pregunta más: ¿Cuánto y cuándo reciben del poder
(político, económico e ideológico) como subvenciones directas e
indirectas los distintos medios de comunicación en Aragón? ¿Dichos datos
están a disposición de la ciudadanía aragonesa? ¿Puede considerarse
incluso también como ayuda indirecta que el Gobierno de turno incluya en
su nómina a diversos y relevantes cargos de algún medio privado de
comunicación, evitando así a ese medio costosas indemnizaciones y el
desgaste socio-económico de un previsible ERE?
ARAInfo - DdA, XII/3144
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