jueves, 5 de noviembre de 2015

LA COMPETICIÓN POR EL VOTO O LA PERSECUCION DESQUICIADA POR LA AUDIENCIA

Al final las elecciones las va a ganar quien caiga mejor al público en El Hormiguero. No importa la ideología, la política es un concurso de simpatía. Ya no hay izquierdas o derechas, hay políticos divertidos y políticos que no.
 
Javier Gallego

Se han vuelto locos. Vale que hay que acercar la política al pueblo y al pueblo nos gusta ver la televisión, pero los candidatos se están convirtiendo en los payasos de la tele que van de programa en programa haciendo todo lo que se les pide como si fueran monos de feria. Ahora me bailas, ahora me cantas, ahora me preparas el desayuno, ahora te subes a una grúa. Ahora un saltito. Alehop. Ahora otro saltito más. Se les ha ido de las manos. Después de que Pablo Iglesias cantara a Krahe, que ni tan mal, ahora nos anuncian que el programa de Cuatro, Planeta Calleja, ha grabado a la vicepresidenta en globo y un accidente de Albert Rivera en un coche de rally. ¡Con todos ustedes el político bala! Beeeee. Señor, llévame pronto.
La competición por el voto se ha transformado en una persecución desquiciada por la audiencia. La posmodernidad era esto: los partidos convertidos en producto y sus propuestas en la lata de refresco que bebe el actor de la telecomedia porque la marca patrocina la serie. Emplazamiento electoral. Mientras caigo al vacío haciendo puenting te cuento cómo voy a acabar con la corrupción. Aplausos. Escalando una montaña te explico la renta básica. Más aplausos. Haciendo el pino puente te resumo el programa económico que acabará con el paro. Ovación. Hazlo en una sola frase, le reclama el presentador al candidato, porque llegan los anuncios. A la vuelta de la publi, me das un eslogan, que sea más corto que un tuit, que si no la audiencia se aburre y me cambia a otra cadena. Alehop. Y sonríe que estás en la tele. ¡Enseña los dientes, por dios!
Al final las elecciones las va a ganar quien caiga mejor al público en El Hormiguero. No importa la ideología, la política es un concurso de simpatía. Ya no hay izquierdas o derechas, hay políticos divertidos y políticos que no. Sonríe. Dientes. Alehop. La campaña es un reality. Política Shore. Políticos metidos en un plasma compitiendo por la cuota de pantalla. Más que las encuestas, cuenta el share. El minuto a minuto. Por eso hacen cosas todo el tiempo para llamar la atención, para que la audiencia no se marche. Boris, bájate los pantalones, como decía Sardá. Y el político se baja los pantalones.
El problema cuando te guías por la audiencia es que te pierdes. Unos días les encantas, al día siguiente te aborrecen. Ahora eres tendencia en twitter, ahora no. Así que te pasas la vida dando bandazos, como un programa de tele, intentando complacer a una audiencia impredecible, en lugar de mantenerte fiel a tus convicciones. Estos son mis principios pero si no le gustan tengo otros. Cuando sigues la lógica televisiva acabas comportándote de forma ilógica. El lunes eres liberal, el martes socialista, el miércoles monárquico, el jueves republicano y el viernes lo eres todo a la vez. El sueño de la televisión produce monstruos políticos. Frankensteins.
No haces lo que quieres hacer sino lo que crees que quieren. Todos lo hacen y por eso todos se parecen. Ayer Podemos acusaba a sus competidores de copiarles. Es cierto que lo hacen, pero también Podemos, para quitarle al resto espectadores. Empezó en la extrema izquierda y se hizo socialdemócrata. Dijo que no a la OTAN y ayer fichó a un militar que dice lo contrario. Ciudadanos no quiere ser el PP pero tampoco abrir el debate de la Memoria Histórica para que no se le espanten los votantes populares ni los dos votantes de VOX que igual vienen. Después de amnistiar a los grandes evasores, a dos días de las elecciones, Rajoy anuncia la reforma fiscal de la que viene hablando Podemos. La política española parece el Primark, ofertas a 1 euro. Todos quieren parecerse a todos y acaban no pareciéndose a nadie. Ni a ellos mismos.
¡Están locos estos políticos! No sabemos si es transitorio o permanente. Decía Mafalda, como me recordó ayer un oyente, que “los locos se curan pero los imbéciles, nunca”.
 
Eldiario.es DdA, XII/3122

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