Al final las elecciones las va a ganar quien caiga mejor al público en El Hormiguero. No
importa la ideología, la política es un concurso de simpatía. Ya no hay
izquierdas o derechas, hay políticos divertidos y políticos que no.
Javier Gallego
Se han vuelto locos. Vale que hay que acercar la
política al pueblo y al pueblo nos gusta ver la televisión, pero los
candidatos se están convirtiendo en los payasos de la tele que van de
programa en programa haciendo todo lo que se les pide como si fueran
monos de feria. Ahora me bailas, ahora me cantas, ahora me preparas el
desayuno, ahora te subes a una grúa. Ahora un saltito. Alehop. Ahora
otro saltito más. Se les ha ido de las manos. Después de que Pablo
Iglesias cantara a Krahe, que ni tan mal, ahora nos anuncian que el
programa de Cuatro, Planeta Calleja, ha grabado a
la vicepresidenta en globo y un accidente de Albert Rivera en un coche
de rally. ¡Con todos ustedes el político bala! Beeeee. Señor, llévame
pronto.
La competición por el voto se ha transformado
en una persecución desquiciada por la audiencia. La posmodernidad era
esto: los partidos convertidos en producto y sus propuestas en la lata
de refresco que bebe el actor de la telecomedia porque la marca
patrocina la serie. Emplazamiento electoral. Mientras caigo al vacío
haciendo puenting te cuento cómo voy a acabar con
la corrupción. Aplausos. Escalando una montaña te explico la renta
básica. Más aplausos. Haciendo el pino puente te resumo el programa
económico que acabará con el paro. Ovación. Hazlo en una sola frase, le
reclama el presentador al candidato, porque llegan los anuncios. A la
vuelta de la publi, me das un eslogan, que sea más corto que un tuit,
que si no la audiencia se aburre y me cambia a otra cadena. Alehop. Y
sonríe que estás en la tele. ¡Enseña los dientes, por dios!
Al final las elecciones las va a ganar quien caiga mejor al público en El Hormiguero. No
importa la ideología, la política es un concurso de simpatía. Ya no hay
izquierdas o derechas, hay políticos divertidos y políticos que no.
Sonríe. Dientes. Alehop. La campaña es un reality. Política Shore. Políticos metidos en un plasma compitiendo por la cuota de pantalla. Más que las encuestas, cuenta el share.
El minuto a minuto. Por eso hacen cosas todo el tiempo para llamar la
atención, para que la audiencia no se marche. Boris, bájate los
pantalones, como decía Sardá. Y el político se baja los pantalones.
El problema cuando te guías por la audiencia es que te pierdes. Unos
días les encantas, al día siguiente te aborrecen. Ahora eres tendencia
en twitter, ahora no. Así que te pasas la vida
dando bandazos, como un programa de tele, intentando complacer a una
audiencia impredecible, en lugar de mantenerte fiel a tus convicciones.
Estos son mis principios pero si no le gustan tengo otros. Cuando sigues
la lógica televisiva acabas comportándote de forma ilógica. El lunes
eres liberal, el martes socialista, el miércoles monárquico, el jueves
republicano y el viernes lo eres todo a la vez. El sueño de la
televisión produce monstruos políticos. Frankensteins.
No haces lo que quieres hacer sino lo que crees que quieren. Todos lo
hacen y por eso todos se parecen. Ayer Podemos acusaba a sus
competidores de copiarles. Es cierto que lo hacen, pero también Podemos,
para quitarle al resto espectadores. Empezó en la extrema izquierda y
se hizo socialdemócrata. Dijo que no a la OTAN y ayer fichó a un militar
que dice lo contrario. Ciudadanos no quiere ser el PP pero tampoco
abrir el debate de la Memoria Histórica para que no se le espanten los
votantes populares ni los dos votantes de VOX que igual vienen. Después
de amnistiar a los grandes evasores, a dos días de las elecciones, Rajoy
anuncia la reforma fiscal de la que viene hablando Podemos. La política
española parece el Primark, ofertas a 1 euro. Todos quieren parecerse a
todos y acaban no pareciéndose a nadie. Ni a ellos mismos.
¡Están locos estos políticos! No sabemos si es transitorio o
permanente. Decía Mafalda, como me recordó ayer un oyente, que “los
locos se curan pero los imbéciles, nunca”.
Eldiario.es DdA, XII/3122
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