Será ley de vida y ley
social, pero a juzgar por tanto parado en periodismo, los que predican y
pontifican no dan muestras visibles de favorecer el cambio político, social y
económico que España pide a gritos.
Jaime Richart
Ya que
los periodistas no lo van a hacer. Y no lo van a hacer, por razones de
corporativismo exacerbado combinado con un previsible pacto de silencio ya
desde la Escuela. Por eso me siento yo obligado moralmente a comparar el periodismo
bien situado con el periodismo inactivo y en paro. Lo que sucede en todos los
oficios y profesiones. Pero ésta es especial.
Ignoro la cifra de
periodistas sin colocación, los periodistas que la buscan y no encuentran
refugio siquiera en los medios digitales. Ignoro cuántos han salido de la
última promoción de las Ciencias de la Información, pero a buen seguro que ellos
tampoco se librarán de los efectos de la crisis mundial y nacional, pero
también de las lacras características de este país. Pues en España, en este
sentido hay en todo añadidos preceptivos en una sociedad configurada por las
artes y las argucias de los vencedores en todas las guerras...
A mí no me mueve ningún
interés relacionado directamente con el asunto. No soy periodista ni hay
periodistas en mi familia. Mi interés viene de lejos. Mi interés empezó al
sospechar que periodistas inteligentes coexisten con otros muchos que malviven
a la espera de una solución profesional para su vida y han de conformarse con bajos
menesteres. Al sospechar también, que los programas televisivos están copados
por unas pocas docenas de periodistas que ocupan todos los espacios durante
años, cerrando el paso a nuevos colegas e impidiendo de paso que savia nueva
sanee la mentalidad que impera. Y mi interés por el asunto se agudiza cuando,
para colmo de una situación económica y profesional envidiable de esos
privilegiados, veo a algunos de estos en cuñas publicitarias blindando lo ya
confortable de sus vidas, mientras a los otros no se les da oportunidad; una
oportunidad, por cierto, que nunca llegará porque si les jubilan en los
audiovisuales a los que pasan de los 50, difícilmente encontrarán un empleo en
un periódico, en una revista, en una radio o en una televisión después de los 40.
Me pregunto una vez tras otra si habrá tanta diferencia y tanta inteligencia
entre los archiconocidos y los otros. Desde luego que mi interés se ha
sobreexcitado, en fin, al saber lo que intuía y que el New York Times consagra: que en España los medios tradicionales
no son neutrales.
Por todo esto, no extraña
lo que ha publicado el rotativo yanqui. Cuando muchos profesionales del
periodismo logran la estabilidad alcanzada después de décadas, la adaptación,
el acomodo y hasta el apego por un statu
quo consolidado a nivel nacional explican que se sitúen ideológicamente más o menos a favor de lo que ya conocen y
de quienes puedan garantizarles su continuidad; claro que ese posicionamiento
han de mostrarlo con habilidad, con quiebros, disimulos y dosificando debidamente
las manifestaciones en favor o en contra de quienes verdaderamente a ellos y a
quienes les paga "interesa".
Será ley de vida y ley
social, pero a juzgar por tanto parado en periodismo, los que predican y
pontifican no dan muestras visibles de favorecer el cambio político, social y
económico que España pide a gritos, independientemente de encuestas asimismo
sospechosas; de una España que al fin y al cabo sigue el curso de su historia siempre
en manos de los mismos.
DdA, XII/3127
No hay comentarios:
Publicar un comentario