Javier Pérez de Albéniz
La imagen del presidente del Gobierno Mariano Rajoy
pegando a su hijo pequeño está dando la vuelta al mundo. Normal. No
todos los días un prestigioso estadista, líder de un gran país europeo,
le suelta un par de capones a su chaval delante de micrófonos y cámaras.
El gesto, un adulto corrigiendo las palabras de un menor golpeándole
con los dedos en la cabeza, resulta un tanto violento, pero no debemos
darle demasiada importancia: forma parte de la campaña electoral, del
juego de humanización al que se están sometiendo todos los políticos.
¿Quién no le ha calzado una hostia al crío cuando se ha venido arriba y
se ha pasado de listo? Es la ley de la campaña. Pedro Sánchez se come unas zanahorias por la mañana en Sanlúcar de Barrameda y por las tardes habla de tías y de ligar con Bertín Osborne. Pablo Iglesias toca la guitarra con Pablo Motos. Albert Rivera se apunta a todos los bombardeos mediáticos. Y Rajoy le suelta un coscorrón a su hijo en la COPE por decir que los comentario de Manolo Lama en el videojuego FIFA son “basura”.
¿Esto era la nueva política, la regeneración, el cambio? ¿Para esto
ha servido el 15-M? No seamos tan pesimistas. Las cosas no cambian de la
noche a la mañana: el comienzo del fin de la vieja política es un
hecho, pero los protagonistas de la misma se aferran a sus privilegios
como ladillas a la pelambre púbica. Lo sorprendente, lo preocupante, es
que los nuevos elementos, los aspirantes al título, aquellos que fueran
llamados para modernizar un sistema decrépito y corrupto, entren al
trapo y cometan los mismo errores mediáticos. Rajoy necesita humanizarse
urgentemente, qué duda cabe, y por eso entra dentro de lo razonable que
a un mes de las elecciones se arrastre por lo peor de la radio y la
televisión repartiendo mamporros. O eso, o se pone a preparar la
mudanza.
Otra cosa es que Sánchez, Rivera e
Iglesias le sigan el juego. Que se rebajen a codearse con la caspa para
arañar cuatro votos conservadores. De los tres, el más torpe, quizá el
peor asesorado, sin duda el menos listo, es un Pedro Sánchez que cada
vez que mira por el retrovisor ve más cerca a Rivera e Iglesias. Como
esto siga así el líder socialista tendrá que forzar la máquina. ¿Cómo?
Pues acercándose con una de sus hijas al programa de Jiménez Losantos para comentar un partido de baloncesto. Cuando la niña diga, por ejemplo, “tengo sed”, le calzará una leche en toda la boca con la mano abierta. “Soy un político limpio”, repetirá una y otra vez, quitándose la sangre de los dedos con una toalla. Al día siguiente en todas las portadas, camino de Moncloa.
P.D.
¿Le suena el programa de Telecinco “Mujeres, hombres y viceversa”?
Es la telebasura en estado puro. Un espacio en el que los hombres y
mujeres, músculo y chicha, macarras y chonis, son tratados como objetos,
carne de intercambio. Pues por semejante burdel audiovisual pasó el
miércoles Sor Lucía Caram,
la monja tertuliana. ¿De tronista o de pretendienta? ¿De gancho o de
asesora? No, en funciones solidarias. Una buena causa: que se sigan
forrando los dueños de la empresa de televisión más cochambrosa. Y es
que cuando crees que la televisión no puede ser peor, más cutre y
degradante, más indecente y embrutecedora, Telecinco aún es capaz de
sorprenderte.
El Descodificador DdA, XII/3141
No hay comentarios:
Publicar un comentario