A sus 97 años de edad, Román Mourín nunca antes había
explicado su historia a un medio de comunicación.
(Imagen por Aitor Fernández)
"Los fusilamientos eran ordenados por personas del clero y el ayuntamiento y se ejecutaban al amanecer"
Aitor Fernández / 20-11-2015
"Teníamos que tirar tres tiros a la espalda y dos a la cabeza. Empezaba la corneta: ti ti ti para que preparáramos. Cuando volvía a hacer ti,
tirábamos del gatillo. Todos caían hacia atrás. Se quedaban allí un
poco, sangrando. Luego los cargaban en un camión basculante, no sé dónde
los enterraban".
Es la desgarradora declaración a VICE News de
Román Mourín, soldado del bando franquista durante la guerra de 1936
quien con 22 años fue obligado a participar en medio centenar de
fusilamientos.
Román nació en una aldea cercana a Sarria (Lugo),
donde todavía vive, a sus 97 años. Era hijo de una ama de cría de los
hijos de un ministro del rey Alfonso XIII. El médico del pueblo la
seleccionó entre las mejores madres lactantes de la localidad para
viajar a Madrid y Román fue criado por su padre gracias a la leche de
una burra.
Tras el alzamiento militar, Román se libró por no dar
la talla, pero al endurecerse la guerra fue reclutado. En Asturias
trabajó picando piedra que después era utilizada como explosivo de
aviación y también ejerció de escolta en un campo de aviación donde un
millar presos trabajaban forzosamente para reconstruirlo. "Pasábamos
hambre todos", explica Román, "pero nosotros podíamos ir a robar maíz al
campo", recuerda.
"En la guerra trataba de no matar a nadie pero
muchas veces tenía que hacerlo porque si no te mataban a ti". Semanas
después, Román, que entonces tenía 20 años, fue movilizado a primera
línea de frente donde avanzó con las tropas golpistas y participó en las
batallas más duras.
"Los republicanos eran muy buenos
combatientes. Creo que si no hubiese sido por los alemanes y los
italianos no hubiésemos ganado la guerra. Un día salimos 110 soldados
por la mañana y a la hora de la cena quedábamos 23". Román salvó su vida
refugiándose entre dos muertos que lo protegieron de las balas.
"Nuestro
capitán era un demonio. En Teruel nos mandó enterrar a cuatro soldados,
dos de los cuales estaban graves, pero no muertos", prosigue. "Le dio
igual. Decía que le estorbaban y los camilleros no llegaban para
llevárselos. Así que les echamos algo de tierra por encima. Uno de ellos
quedó gritando y pidiendo por favor que no lo dejáramos allí".
Durante
todo su relato, Mourín acusa a la Iglesia católica de ser una de las
aliadas de Franco que, junto a la gran burguesía, compró a los militares
a golpe de talonario. "Cuando nos encontrábamos alejados del frente, el
cura celebraba misa. Predicaba que debíamos matar a todos los
republicanos porque eran personas que querían acabar con la religión y
con la Iglesia. Y entre nosotros había de todo, muchos no estábamos de
acuerdo pero nos resignábamos y muchos estaban de acuerdo con lo que el
cura predicaba".
Según Alejandro Rodríguez, historiador de la
Universidad de de Santiago de Compostela e investigador de la Asociación
para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), la Iglesia ejerció
un papel fundamental en la ejecución de miles de asesinatos. "Si bien
también a veces se dio el caso contrario, son numerosos los casos de
curas que ordenaron qué personas debían ser asesinadas en sus pueblos,
emitiendo informes a los tribunales militares", detalla a VICE News.
'Los fusilamientos eran ordenados por personas del clero y el ayuntamiento y se ejecutaban al amanecer'.
En
verano de 1938, el capitán de Román quiso destinarlo al cruce del Ebro.
Entonces, Román desertó. Pero no volvió a casa, sino que permaneció
oculto entre las diferentes quintas movilizadas en León y Oviedo. Antes
de la ofensiva final, en la primavera de 1939, Román decidió entregarse a
su compañía. Su capitán no pudo acusarle de nada, pero lo castigó
destinándolo a la primera línea de frente en la toma de Ciudad Real.
Los
sublevados entraron a la ciudad sin apenas resistencia. "Nos pusieron a
detener a todo el mundo, a la gente que huía por las carreteras",
sostiene Román. "Las cárceles se desbordaron de prisioneros, así que nos
mandaron rodear el campo de fútbol con una alambrada, que también
llenamos de republicanos".
"Esa gente no tenía nada. Por un trozo
de pan nos daban el anillo, la pulsera, todo cuanto tuviesen. Las
mujeres empezaron a prostituirse con los soldados. Se levantaban la
falda y te decían: 'Mira que buena la tengo… A ver si puede darme algo,
tengo marido e hijos y se mueren de hambre…'Aquello era horrible. Yo
muchas veces lloré."
"Román Mourín formó parte durante más de año y
medio del cuerpo de guardia de la cárcel de Ciudad Real y participó en
varias ocasiones como piquete de ejecución", explica a VICE News José
Antonio Millán, abogado y presidente de la Asociación Memoria de Ciudad
Real.
"MATÁIS A LOS POBRES PARA QUE LOS RICOS VIVAN BIEN"
Según Román, los fusilamientos comenzaron por la
necesidad de reducir la cantidad de prisioneros y de eliminar
inmediatamente a todo aquel implicado en la defensa de la Segunda
República. Eran ordenados "por personas del clero y el ayuntamiento" y
se ejecutaban al amanecer. "Nos despertaban a las seis de la mañana.
Debíamos ir cinco soldados por cada preso".
Setenta y seis años
después, el anciano todavía recuerda lo que le gritaban los que estaban a
punto de morir:"'Tirad bien, soldaditos, tirad bien, no nos dejéis
sufriendo…', 'Soy padre de familia y me matan sin tener porqué', 'Matáis
a los pobres para que los ricos vivan bien'".
El historiador
Alejandro Rodríguez sostiene que, aún hoy, es muy difícil cuantificar el
alcance de la represión franquista. Asegura que los datos más fiables
provienen de especialistas y colectivos que han realizado
investigaciones por iniciativa propia, pero que todavía hay miles de
ciudadanos enterrados en lugares sin identificar.
"El dato más
contrastado es la recopilación de investigaciones llevada a cabo por el
juez Garzón en la que cuantificó, en base a denuncias de colectivos y
familiares, una cifra de 114.226 personas desaparecidas en todo el
Estado".
"En la provincia de Ciudad Real el alcance de la
represión es inexacto, pero calculamos que puede llegar a 10.000
desaparecidos", precisa José Antonio Millán.
El macabro relato de
Román prosigue: "Una vez disparamos a catorce, pero uno quedó vivo, de
pie. Empezó a gritarnos: '¡Matadme! ¡Todavía no me matasteis! ¡Si Dios
existiera, mataría a quien manda matar!' Tras disparar de nuevo, fueron
advertidos: 'El que se haya negado a disparar será fusilado con el que
quedó'".
Asegura que antes del fusilamiento, un cura acudía a
confesar a los condenados. "Existe un cielo y hay que arrepentirse", les
decía el sacerdote.
"Una vez uno le dijo que sí, que se quería
confesar. Pero cuando el cura se acercó, se tiró encima de él y empezó a
pegarle una paliza... Le decíamos que lo dejara, hacíamos como que le
apartábamos, pero en el fondo le permitimos pegarle un rato. Le metió
los dedos en los ojos y al final se lo llevaron en camilla. A partir de
entonces no se confesó a nadie más".
Como guardia de la cárcel, el
joven soldado grabó en su mente la escena del último adiós de la
familia del alcalde de Ciudad Real, Calixto Pintor, poco antes de su
fusilamiento: el llanto de toda la familia, el desmayo de su mujer y el
grito con promesas de venganza de uno de sus hijos al despedirse.
"Ese
hijo murió joven, la mayoría murieron jóvenes", explica José Antonio
Millán. "Calixto Pintor, que fue alcalde socialista de la ciudad entre
1937 y 1939, tuvo dos consejos de guerra. Del primero se libró gracias a
los avales de personas influyentes, pero fue nuevamente denunciado y
fusilado, el 24 de julio de 1940. Actualmente sólo vive una hija del
alcalde, en una residencia de ancianos. Todas fueron educadas en
familias franquistas".
Román recuerda las torturas que cada día
se cometían allí: "En el patio central había una soga donde ahorcaban a
un prisionero hasta la asfixia. Luego lo soltaban y le dejaban respirar
un poco. Así todo el día hasta que terminaban matándolo".
Esta es
la primera vez que Román cuenta su historia a un medio de comunicación, y
no porque no haya querido hacerlo antes. "A veces he contado mi
historia, pero a la gente no le interesa", recuerda. "Yo creo que hay
quien no se cree que estas cosas sucedieron. Con la República
empezábamos a despertar, pero tras la guerra aquella gente que nos abría
los ojos desapareció. Lo peor de todo sería que esto volviera a pasar".
"Su
historia es la misma de la de muchos otros, muchos más de los que
pensamos", sostiene Millán, "hombres de izquierdas atrapados por el
franquismo y obligados a asesinar a otras personas".
"La
Transición fue primordial en el olvido de las víctimas", explica
Alejandro Rodríguez. "Un olvido cimentado en la Ley de Amnistía y
administraciones que nunca han amparado los esfuerzos de una gran parte
de la sociedad con una clara voluntad de conocer el pasado, de hacer
justicia y educar en cómo se implantó la dictadura".
El testimonio
de Román es uno de los pocos testimonios de los verdugos del bando
nacional registrados hoy en día. Cuenta su historia de una manera
natural, con la distancia necesaria que le ha permitido seguir viviendo.
A lo largo de ella recuerda el hambre que pasó y que fue criado con la
leche de una burra. "Por eso no fui listo en la vida", sentencia con
humor.
https://news.vice.com/es/article/me-obligaron-fusilar-republicanos-conoce-increible-historia-roman-mourin
DdA, XII/3141
DdA, XII/3141
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