Cuando salga a la conversación la
guerra de Irak para señalar las diferencias entre lo de entonces y lo
de ahora, no se le ocurra insinuar que los bombardeos sobre Bagdad
fueron un acto de terrorismo puro y duro, cuyos responsables gozan de
libertad y se forran dando conferencias magistrales sobre la paz.
Juan José Millás
Si usted desea formar parte de cualquiera de las corrientes de
pensamiento dominantes y pasar unas Navidades tranquilas, finja que no
se ha preguntado todavía quién facilitó las bombas y los Kaláshnikov a
los yihadistas de la masacre de París. Haga como que no sabe que los
ministros de Defensa de este lado venden al otro las armas con las que
luego nos liquidan. Aparente que ignora también de dónde le llega la
financiación al terrorismo, no sea que aparezca en la conversación algún
país amigo, de los que nos regalan automóviles deportivos que se mueren
de risa en el garaje patrio porque consumen mucho y no hay forma de
revenderlos. Olvídese de lo que ha leído en los papeles de Wikileaks o
en los libros de la historia reciente, y que pone al descubierto las
conexiones entre el bien y el mal. Apúntese, como el portavoz del PP, al
pensamiento débil y hable de los malos, sin matices, de manera que
nadie le pueda acusar de buenismo retrógrado.
Ha llegado la hora del malismo progresista. Sea usted malo para pasar
inadvertido en la cena de Nochebuena. Cuando salga a la conversación la
guerra de Irak para señalar las diferencias entre lo de entonces y lo
de ahora, no se le ocurra insinuar que los bombardeos sobre Bagdad
fueron un acto de terrorismo puro y duro, cuyos responsables gozan de
libertad y se forran dando conferencias magistrales sobre la paz. No
nombre la palabra “crimen”, diga que aquello fue un “error”. La
diferencia entre crimen y error, aunque la cantidad de muertos entre la
población civil sea la misma, resulta productiva desde el punto de vista
intelectual y afectivo. Ser del montón no es tan difícil, basta con
dejarse llevar por la nomenclatura en uso. ¡Pero mira cómo beben los
peces en el río!
El País - DdA, XII/3141
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