No debería pasarnos
desapercibida la dimensión sintomática que unas imágenes de este carácter pueden tener, teniendo en cuenta la política de recortes aplicada contra los trabajadores en Europa.
Félix Población
Ayer pudimos ver
unas imágenes que quizá lleguen formen parte de la historia de Europa, no sólo
de la de Francia. Decenas de trabajadores de Air France-KLM penetraron en la sede
de la empresa y acorralaron a los directivos de la aerolínea, en el momento en
que iban a informar del plan de ajuste programado, consistente en el despido de
2.900 empleados.
Para que esta
decisión se tomara es indudable que se ha tenido en cuenta un hecho que fue
noticia el pasado mes de julio. Air France-KLM anunció
entonces un nuevo plan de ahorro de trescientos millones de euros de gastos
generales ante una nueva pérdida de dinero en el primer semestre. La aerolínea
franco-holandesa se dejó entre enero y junio 636 millones de euros, respecto a
los 619 de hace un año. Pese a un aumento de la cifra de negocios por la
depreciación del euro respecto al dólar, la rentabilidad real acabó bajando. El
avance en el transporte de viajeros se vio penalizado por el de mercancías.
Es muy probable,
sin embargo, que tanto Fréderic Gagey, presidente de la aerolínea, como Xavier
Broseta, director de recursos humanos, no hayan sufrido las consecuencias de
esa reducción de gastos empresariales en sus generosos emolumentos personales. Al menos, si ocurre en Francia lo que pasa en España, que el crecimiento de los sueldos de los directivos desde 2007 es del 14,75%. Se trata del
único grupo profesional que ha ganado poder adquisitivo en esos siete años. Tanto Gagey como Broseta acabaron ayer descamisados, huyendo de unos trabajadores indignados que
les despojaron de sus americanas y sus camisas. Puede que ambos hayan sentido miedo,
pero no el de verse abocados al paro y al azaroso futuro de las familias
afectadas por sus decisiones.
Es sin duda
censurable la actitud de quienes han mostrado esa energía en su protesta, como
es censurable cualquier acto de violencia, pero si se tiene en cuenta la
violencia estatal/patronal que se está ejerciendo sobre los derechos laborales y
en contra de la dignidad del trabajo y de los trabajadores en toda Europa, no debería pasarnos
desapercibida la dimensión sintomática que unas imágenes de ese carácter pueden tener.
Hay mucha impotencia
y mucho malestar acumulado en millones de desempleados y en millones de familias
subsistiendo con salarios de miseria. La violencia sorda que se está practicando
contra esos sectores más desfavorecidos de la sociedad no salta a las portadas
de los periódicos ni tiene la cobertura de los sucesos de ayer en París, pero se
va acumulando, sin que los sindicatos al uso muestren la resistencia debida a
su historia.
Como se sigan
vulnerando derechos y libertades, superexplotando a los trabajadores y vulnerando la
dignidad de las familias hasta extremos inasumibles que nos retrotraen a los
años de conquista de esos derechos, mucho me temo que lo ocurrido ayer en el
aeropuerto de París no sea una imagen pasajera en los libros de historia por venir.
Puntos de Página
Debate en la televisión vasca sobre la violencia. Estoy convencido de
que la única medida de fuerza en nuestra sociedad es la que pueda ser
comprendida como “desobediencia civil”, es decir, que sea no violenta,
que la petición que motiva la protesta sea universal (no para un grupo
particular) y que se acepten las consecuencias de los actos. La
violencia es la coartada del poder para ejercer su autoritarismo. Por
eso siempre ha habido infiltrados en las manifestaciones no siempre
comportándose de una manera constitucional (“que soy compañero, que soy
compañero”). Pero no nos equivoquemos con esto. Claro que hay una
violencia estructural en el sistema, claro que el que despide, el que
desahucia, el que rebaja el sueldo, el que aumenta la jornada laboral,
el que recorta en cuidados ejerce una violencia legal más dañina que la
que ejerce un trabajador al que han echado de su trabajo zarandeando a
un directivo. Pero se pierden muchos apoyos cuando la fuerza ocupa el
lugar de los argumentos. El cambio hoy solo puede ser electoral. Hay que
sumar mayorías, no darse una alegría irracional al cuerpo. Sin
violencia, no lo olvidemos, somos muchos más. Y eso es lo único que
asusta realmente al poder. Juan Carlos Monedero
DdA, XII/3099
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