En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo. (Valle-Inclán).
Ana Cuevas
Coincido plenamente con la opinión de Valle-Inclán: “En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo.” Desde
que don Ramón María manifestó esta observación, ha bajado mucha agua
por el Ebro. Pero la cruda realidad que encerraban sus palabras ha
permanecido inmutable, pese a la alternancia de regímenes, épocas y
gobiernos, hasta la actualidad. El esperpento social que retrató
espléndidamente en su Luces de Bohemia es perfectamente extrapolable a nuestros días.
Si
Max Estrella pudiera vernos ahora (cosa improbable en un ciego). O
mejor dicho, si el poeta bohemio, irreverente y deslenguado se
encontrara con una ciudadanía supuestamente alfabetizada, con
posibilidades cuasi infinitas de conseguir información y que siguiera
dejando las riendas de su destino en manos de chabacanos, mediocres y
amigos de lo ajeno (sobre todo si sale de lo público), se tomaría un
chupito de cianuro. A Max le desgarraba esa España suya con olor a
beatas y políticos corruptos. Esa España de graves conflictos y
desigualdades en la que la pobreza e ignorancia de muchos engordaba la
buchaca de unos pocos. La injusticia que percibía era el dolor de un mal
sueño del que nos cuesta demasiado despertar.
No se qué
imagen deformada podría dar este gobierno en un callejón de espejos
convexos y cóncavos. Pero no necesitamos hacer un ejercicio de
imaginación después de ver el vídeo de autobombo con el que el PP ha
querido despedir su candidatura. Obviando que es un plagio de la campaña
de un líder político iberoamericano, el trhiller pepero no tiene
desperdicio. En él aparece una muchacha que llega a un hospital en
estado crítico. Los profesionales sanitarios (no se aclara si pertenecen
a la la sanidad pública) luchan contra el peor de los pronósticos, la
muerte de la paciente, consiguiendo una milagrosa resurrección. Tras
esmeradas atenciones, la paciente sale con un aspecto ágil y saludable y
vuelve su rostro hacia el sol descubriendo que, algún extraño virus
contraído en los quirófanos, ha hecho que mutara el color de su tez
provocando que la bandera de España se haya quedado grabada en su cara
per secula seculorum. Alguno pensará que soy un poco boba y que no he
entendido la sutil metáfora que representa esta historia. La cuestión es
que, cuando pienso en una joven y moribunda España en manos de
cirujanos como Montoro, Fátima Báñez, Guindos o Rajoy, la única
resurrección que me parece creíble es la de Frankenstein. Sobre todo si
consideramos que la sufrida paciente había sido previamente mutilada y
recortada por sus supuestos sanadores y a la hora de volverla a montar
decidieron prescindir de algunos miembros que consideraron superfluos.
Como el cerebro y el corazón.
Lo del cerebro lo digo porque
no paran de insultar a nuestra inteligencia. Este video es solo otra
esperpéntico mueca y, porque no decirlo, un atentado al buen gusto. Y el
corazón no es un órgano compatible con los planes que preparan para esa
walking spanish dead que han echado a andar con la cara tatuada de su
patrioterismo carroñero.
Menos mal que siempre nos quedarán
los obispos para proteger a los débiles de los abusos. Cristianos
intachables como el obispo Cañizares que aconseja desconfiar de los
refugiados sirios y dice que lo de la pobreza en España es un cuento
chino. Que él no ha notado que haya aumentado el número de mendigos
desde su atalaya. Contradice lo que dice Cáritas. Pero cómo vamos a
fiarnos de esos bolcheviques que no hacen más que denunciar el
incremento de la pobreza (sobre todo la infantil) y tocar las narices al
señor obispo. ¡Cáritas, otros rojeras como ese jodido Jesucristo.! Como
decía el Quijjote: Cada uno es como Dios le hizo, y aún peor muchas veces.
Hoy
he tenido inquietantes noticias sobre los activistas de las
Euromarchas. Al menos 120 personas han sido detenidas en el transcurso
de una acción pacífica en Bruselas. Entre ellos 30 españoles, algunos de
ellos miembros conocidos y queridos de la Marea Blanca aragonesa. Han
sido esposados con bridas bajo la lluvia durante horas y posteriormente
arrestados en dependencias policiales. En el momento que escribo estas
líneas he podido hablar con ellos y se que se encuentran en libertad y
se dirigen al Parlamento Europeo.
Esa
es la España que se levanta sin intervención de brujos ni matasanos. La
que no se rinde, la que no rebla ante la injusticia pese a la tozudez
con la que gusta de azotarnos. Luchan contra las políticas de austeridad
y el TTIP. La pobreza de ahora y la que nos están preparando. Y no
necesitan tatuarse una bandera ni recurrir a milagros. Tienen la razón.
Y corazón y cerebro suficiente para plantar cara a los mismos enemigos
que tuvo Max Estrella. Enemigos de la patria y de patriotas como los
euromarchistas que han llegado a Bruselas para dejar atrás un mal sueño.
Para salir de la pesadilla de esa España deforme y deformante que
asfixia todo lo grande y hermoso que tenemos intentando convertirlo en
esperpento.
DdA, XII/3106
No hay comentarios:
Publicar un comentario