Entre la imagen anónima de la redacción de El Carbayón,
con los críos que se dedicaban al reparto del diario por las calles del
Oviedo de 1885 al pie de los egregios empresarios y periodistas, y la
del chaval que conduce las vacas por un camino de Tineo --realizada por
la antropóloga María Cátedra en 1971-- el mundo cambió mucho; tanto como
para que la estampa de un niño o una niña trabajando haya pasado de ser
una imagen perfectamente cotidiana a convertirse en un motivo de
conmoción, de repulsa, incluso de escándalo bajo una legislación que lo
prohibe y una sensibilidad que lo rechaza. Pero hasta hace bien poco,
como sabe cualquiera que haya nacido sobre todo en el entorno rural, un
niño o una niña eran dos brazos más que añadir a la fuerza de trabajo
familiar: en el campo, en la mina, en la industria, en las tareas del
litoral, en la construcción o en cualquiera de los trabajos de todo tipo
que abundaban en las ciudades: botones, limpiabotas, costurera,
repartidor...
Todos esos oficios en todos esos ámbitos quedan reflejados en La dura infancia. Fotografía y trabajo industrial en Asturias, 1885-1971, una
colección de 53 fotografías que desde hoy y hasta junio del año que
viene se expone en la casona de los Valdés del Muséu del Pueblu
d'Asturies, y que viene a demostrar una vez más que su rica fototeca es
un tesoro que puede seguir deparando infinitas alegrías. Coordinada por
María Jesús Sánchez Barral y Carlos González Espina, la muestra reúne,
junto a algunas imágenes anónimas, otras realizadas por los nombres de
referencia en la fotografía asturiana del siglo XX: Constantino Suárez,
VInck, Modesto Montoto, José Ramón Lueje, Gonzalo Vega, Valentín Vega,
Rojo Borbolla, Fernández Lamuño, Julio León Costales...
Aunque
--como ha recordado en la inauguración el director del Muséu, Juaco
López-- en Asturias no se dio la figura del reportero "a la americana",
obsesionado con reflejar sistemáticamente y al detalle los distintos
mundos que encierra la vida diaria, sí que abundó el fotógrafo curioso,
sensible o simplemente atento a su entorno que dejó constancia de una
parte especialmente dura de la realidad en tonos muy distintos: el puro
documento visual, la mirada compasiva y hasta lírica, el matiz heroico y
épico, la pátina costumbrista, la denuncia o el sesgo social y
político.
De hecho, un rasgo que hoy puede resultar llamativo es
el hecho de que en no pocas de estas fotografías sus pequeños
protagonistas exhiban un gesto sonriente e incluso orgulloso, como si
fuesen conscientes de la importancia de su trabajo o de la dignidad que
les confería equipararse así a sus mayores. En algunos escenarios
laborales, como la industria o la mina, esa presencia infantil
desapareció antes; en otros ha seguido siendo visible hasta hace muy
poco. Porque no está tan lejos el mundo que un vecino de Quintueles de
sesenta y algún años le recordaba hace unos días a Juaco López, y que el
director del Pueblu d'Asturies ha recordado en la inauguración: un
mundo donde solo se iba a la escuela "cuando llovía" y no habia forma de
hacer nada en el campo.
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