El verdadero
progreso y la verdadera inteligencia residen no en la erudición sino en la
sabiduría, no en allegar a las sociedades más artefactos que llevan camino de
sepultar a la humanidad, sino en soluciones "ontológicas".
Jaime Richart
Ante todo he de decir que aquí y en todo momento me relevo de la
intención de proponer soluciones inmediatas o a corto plazo. Para ese menester
creo que hay millones de expertísimos de toda clase: politólogos, periodistas,
ideólogos, laboratorios y otros cuyo nombre prefiero no recordar pues como los
hooligans del fútbol, son demasiados. Aunque eso sí, todos conservadores o
neoliberales que es tanto como decir depredadores. Y en último término, ahí
estuvo el socialismo atemperado que acabó destrozado por el enemigo en dos
países, uno de África y otro de Oriente Medio. Pero aparte de esto y por si
sirven de referencia, ahí siguen esas naciones que muestran la robustez del
socialismo real (una de ellas representa nada menos que a un cuarto de la
población del mundo). Por tanto, yo me limito a sugerir forzar la evolución;
evolución que, aun a marchas forzadas, requeriría no menos de una centuria. Me
refiero a la evolución exigida implacablemente por la Razón. Lo necesito: es mi
última esperanza.
Antes y casi hasta ayer
en España, nos educaron para las verdades religiosas. Pero no hizo más que
llegar el nuevo ciclo y ya empezaron a educarnos también para las
"verdades" del mercado. Lo que quiero decir es
que de nada sirven los intentos de la didascalia para inducir y estimular el
pensamiento crítico que cuestiona lo aprendido; de nada sirve su esfuerzo
dirigido a sugerir al pensamiento que discierna por sí mismo en provecho de la
colmena para que compruebe que lo que no es útil para la colmena tampoco es
útil para la abeja. Y sin embargo ese es, creo, el único modo de transformar
el mundo. Pues, observando de cerca muchas cosas, muchas políticas y sus
resultados, además de las fluctuaciones de toda clase y especialmente las del
mercado, la sociedad occidental y en particular en la española prueban que en
la vida pública la irracionalidad prevalece ordinariamente sobre su contraria.
En consecuencia, el raciocinio no es precisamente lo que nos gobierna. La
sociedad está plagada de sinsentidos cuya autoría comparten casi por igual el
dios mercado y la diosa política.
Jaime Richart
A fin de cuentas nada,
ningún fenómeno social, hay que no se expliquen por la economía; una economía a
su aire y sin control, desde luego. El argumento económico sofoca cualquier
otra consideración. No hay espacio para otros razonamientos pese a que aun
dentro del libre mercado (que ni es libre ni comparto) y de la política en
libertad, el concepto "prioridades" y derechos humanos debieran ser
definitivos para no cometer tanto disparate (el último, el de los motores
diesel). Y así en España (y probablemente en los demás países del sistema
aunque en diferente grado) cuantiosas partidas se destinan al ejército, a la
banca, a ciertos periódicos, a las Fundaciones de los partidos o a los toros,
mientras millones de habitantes pasan privaciones y muchos se suicidan, y
mientras la educación y la sanidad se cobran numerosas víctimas: como en una
guerra de trincheras donde el enemigo es cien veces superior. A esto llamo
irracionalidad...
"No te pusieron un
puñal en el pecho cuando compraste esa vivienda que te ha arrebatado un banco
porque no puedes pagarle la hipoteca". Y es cierto, no te pusieron un
puñal medieval. El puñal adoptó forma de engaño primero, y de desempleo masivo
súbito después. Y ambos factores, puestos en circulación por los mercados y
por los bancos que forman parte de ellos y manejan la economía de las
naciones, y tolerados por la política y por las leyes y la justicia, son los
que te han lanzado a la calle al igual que a cientos de miles de crédulos. A
esto llamo irracionalidad.
Así pues, obedecer a los
mercados, a los médicos, a las Academias, a los curas, a la ortodoxia, a los
guardias, a los jueces, a las leyes; obedecer a la realidad impuesta por la fuerza
de la injusticia global es lo que se vive en este sistema, que en España
alcanza niveles aberrantes. Bien está el orden social, pero no a costa de la
injusticia estructural diseñada por la política a su vez perfilada por los
mercados. Bien está el orden, pero no hasta preferirlo a la injusticia como el
Goethe canciller de Weimar, pues no hay mayor desorden, aunque no sea
significativamente visible, que el que promueve la injusticia solapada por
maniobras invisibles. Y así, por esas mismas vías los mercados nos zarandean. Y
así la educación enseña a acatar todo eso.
Es penoso asistir a
procesos en los que, sabiendo que formar ciudadanos de personalidad robusta capaces
de gobernarse sin tutores es el ideal de toda sociedad de altas miras, los propósitos
de establecer una pedagogía "libre" se estrellan una vez tras otra
contra la tozuda realidad de los que se empeñan en propalar la verdad reglada.
No obstante, sepamos que sin mayéutica, la sociedad occidental no se remontará
por encima de sí misma.
Porque tras el
oscurantismo que dominó durante siglos, la sociedad humana sabe ya lo
suficiente. Ya está en condiciones prometeicas de librarse de los saberes que
provienen de una erudición esclerotizada pero al alcance de cualquiera y de
una enseñanza en sumisión. Ahora cualquiera puede emprender ya otras
búsquedas y sobre todo otras prácticas; prácticas no de acuerdo al puro
pragmatismo anglosajón, sino ajustadas a su opuesto. La educación y la
enseñanza libres y rupturistas abren el camino. El academicismo los cierra ya.
Será prudente aprovechar del academicismo lo digno de ser aprovechado por ser
claramente favorable a la colmena, pero también lo es dejar al margen e incluso
olvidar todo lo demás. Entonces, cuando no estudiaba, aprendía mucho, decía
Anatole France.
Esta materia ha sido
siempre muy debatida en todas partes; pero lo que hacen todos los métodos que
intentan mejorar el aprender, consiste en "aprender" inexcusablemente
lo ideado por otros. Por eso, sabidos
cuáles son los resultados y una vez aislados los benefactores separándolos de
los que perturban a una personalidad recia, es preciso promover la lucidez en
lugar de potenciar la inteligencia dirigida a robustecer lo establecido.
Hablaba antes de la mayéutica: la mayéutica busca el conocimiento a través del
cuestionamiento que hace el individuo de sus propias conclusiones, por
oposición al conocimiento a través a su vez de un conocimiento aprendido e
ideas pre conceptualizadas. Y la tecnología y la ofimática ayudan de un modo
importante. Hasta el punto de que cualquiera hoy día puede convertirse en un
sabio autodidacta. No me refiero tanto a un sabio de la geometría analítica,
del cálculo diferencial, de la mecánica, de la proyección, del metacentro o
de la estabilidad, como a disciplinas (no me gusta el sustantivo) alejadas de
la lógica matemática y eminentemente memorísticas. Como son la documentación,
la información, la historia, las humanidades, el derecho, la medicina, la
política... que requieren por encima de todo sentido común y comprensión de
la individualidad como elemento constitutivo de un todo que en conjunto debe
dirigirse a un punto llamado "felicidad".
Ya está bien de adelantos y de progreso hacia ninguna parte.
Pues lo que pide a gritos la humanidad es ya otra cosa que por otra parte es la
que siempre globalmente deseó la parte de ella más despierta y saludable: una
distribución racional de la riqueza producida y de los logros colectivos. Lo
que desea desde las profundidades de la inteligencia racional es un progreso
hacia fórmulas distributivas a tenor de la equidad, no ingenios para llegar a
Marte o cirugías fabulosas de las que sólo se beneficiarán grupos
reducidos de opulentos. Pero si la Ciencia, si la Medicina, si los laboratorios
de las grandes universidades, si todas las tecnologías (todo cuando
calificamos de académico) se ven con el impulso insuperable de superarse,
valdría la pena que concentrasen todos sus esfuerzos no tanto en descifrar
enigmas relacionados con el mundo de la materia como en los del espíritu.
Porque el verdadero
progreso y la verdadera inteligencia residen no en la erudición sino en la
sabiduría, no en allegar a las sociedades más artefactos que llevan camino de
sepultar a la humanidad, sino en soluciones "ontológicas", soluciones
que modifiquen el "ser" capaz de evitar las guerras y la perversidad,
que aplaquen el egoísmo patológico confundido con la legítima ambición de
prosperar, y que detengan súbitamente la degradación absoluta de la biosfera
que perfila un cercano futuro espantoso. Así es que si lo que queremos es
sufrimiento y desesperanza y blindar los males de la sociedad occidental, no
hay más que seguir aprendiendo para obedecer a quienes no hacen más que
procurarnos ramilletes de espejuelos…
(Por ejemplo, ahora mismo y bajo los auspicios del Banco de
España se van a celebrar unas jornadas de educación financiera. Ahí es nada. El
postulado principal es que si no estás educado "financieramente"
serás, seguro, un desgraciado y objeto de depredación; más desgraciado que si
no tienes un euro para comprarte una baguette. Porque si estás educado
financieramente, tengas o no valores, acciones, depósitos, bonos del
tesoro o deuda pública, ya estás en condiciones de sobrevivir, tanto por
debajo como por encima de tus posibilidades. Bendita educación... Pues aunque
no tengas un céntimo salvo para lo básico y seas un asno, sobre todo un asno en
un partido político, con una buena educación financiera siempre te podrás abrir
paso como legítimo depredador. Para que tú muestres tus habilidades financieras
y saques partido de tu esmerada educación financiera, ahí tienes al menos a
cuarenta millones de presas españolas potencialmente todas para ti).
DdA, XII/3099
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