Hasta que la mentalidad dominante no dé un giro de 180 grados, España
seguirá siendo un país marginal, taberna, recreo y solaz para Europa.
Jaime Richart
Este país
no tiene remedio, no hay por dónde cogerlo. Reniego de ser español y de tener
que serlo forzosamente por razones administrativas y por mi avanzada edad. La
España con la que sueño está demasiado lejos para confiar en verla. Pero llegará...
Mientras tanto, comprendo perfectamente no ya
el desapego de Cataluña al Estado y gobierno españoles, sino la ansiedad por
zafarse de ambos aunque tenga que hacer frente a grandes dificultades de toda
clase. Lo que al final anida en el pecho de cada cual, una vez comidos y
bebidos, son sentimientos de simpatía o de antipatía, de odios o de amores. Lo
de menos son los obstáculos a vencer. La historia está plagada de ejemplos. Es
más, la verdadera Historia está por escrita a base de ejemplos, que es lo que
nos interesa. A fin de cuentas la nacionalidad, en tiempos además que tiende a
desdibujarse y tras un relato interminable de conflictos agudos y guerras
entre las naciones europeas que hace tiempo se esfuerzan por aglutinarse, es
un concepto jurídico de orden práctico que permite discriminar la
individuación con su cortejo de derechos y obligaciones cívicas. Pero tras la
nacionalidad laten afecciones y desafecciones al epicentro que la exacerban. Ibi
bene ibi patria es el viejo lema ático para el siglo XXI y el espíritu que
demanda la humanidad que va, no se sabe si en pos de las estrellas o camino
del infierno...
Porque entre unas cosas y otras, no creo que
haya un país en el mundo más disparatado, más
destartalado, más absurdo. Su belleza natural inigualable es inversamente
proporcional a la mentecatez, estrechez de miras e insignificancia de las
inteligencias romas que lo oprimen a lo largo de su historia. Y todo por
culpa, siempre, de unas minorías egoístas como en ninguna otra parte del mundo,
cerriles, pícaras, ladronas o pusilánimes,
sostenidas por mayorías tan egoístas como ellas y además cobardes. Hasta que,
en su conjunto, la mentalidad dominante no dé un giro de 180 grados, España, por más que
pertenezca a un complejo sistema más económico que político en el que incumple todas las directivas,
seguirá siendo un país marginal, taberna, recreo y solaz para Europa, pero
situado al otro lado de Europa...
DdA, XII/3084
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