Pablo
Iglesias y sus compañeros durante la celebración de los resultados
electorales de las elecciones europeas. FERNANDO SÁNCHEZ
Antonio Manuel
“Who’s afraid of Virginia Woolf?” es
un tratado magistral de psicología sobre la naturaleza miserable del
ser humano. Escrito por Edward Albee, fue la versión cinematográfica de
Mike Nichols, protagonizada por los sublimes Elizabeth Taylor y Richard
Burton, la que inmortalizó en imágenes nuestro desalmado instinto de
destrucción cuando el ego se siente en peligro y, a la vez, nuestro
parasitismo emocional lo está con quien nos destruye por puro instinto
de supervivencia.
Sinopsis: Martha y George, casados desde hace dos
décadas, cultos y apuestos, invitan a una pareja de similar condición y
apariencia para humillarse entre sí tomando a Virginia Woolf como
pretexto. En su estreno en España, la censura franquista advertía en los
carteles: “No aconsejable para público no preparado. Únicamente apta
para espectadores de sólida formación”. ¡Cómo si necesitáramos de un
doctorado en literatura inglesa para asumir nuestro comportamiento
animal, por más que se disimule en una discusión de intelectuales!
Parece que el tiempo no hubiera pasado. La relación
de odio y servidumbre entre Martha y George simboliza el matrimonio que
mantiene el bipartidismo desde la transición. Se desprecian tanto como
se necesitan. Y serían capaces de todo con tal de aniquilar
políticamente a cualquiera que amenace su posición de privilegio. Justo
lo que hizo Pablo Iglesias tras las elecciones europeas: “Que nadie nos
felicite. Hemos venido a ganar”. Podemos irrumpía en escena como un
tercero excluyente (en términos de Bobbio) por su actitud y su capacidad
real para impugnar el bipartidismo. A partir de entonces su crecimiento
fue exponencial. Y la respuesta de ambas formaciones, como la de Martha
a George, fue declararle una “guerra a muerte”. ¿Por qué?
El titulo de la obra es un macabro juego de palabras con la expresión infantil, Who is afraid of the big bad wolf? (¿Quién teme al lobo feroz?).
Sin duda, Podemos encarnaba al lobo feroz que condensa todos los odios y
miedos del bipartidismo. No comparte su esencia orgánica ni sus reglas
del juego. Mientras que “partido” es el participio del verbo “partir”
(una expresión en pasado que destruye), “Podemos” es la primera persona
del plural del verbo “poder”: una expresión en presente que construye.
Las cosas existen desde que son nombradas. Y a tal fin, Podemos se alejó
de la palabra “poder” como sustantivo o sillón al que unos pocos
aspiran, para utilizar el infinitivo que todos deberíamos conjugar en
una sociedad democrática. Su denominación, más que una suma de siglas,
sugiere una causa capaz de representar a quienes no se sentían
representados. Político y ciudadano significan lo mismo en griego y en
latín: el que pertenece a la polis o a la civitas. Los
partidos tradicionales abrieron una brecha casi insalvable entre ambas
palabras. Y Podemos, asumiendo la esencia líquida del 15M, consiguió en
el imaginario colectivo que volvieran a ser sinónimas: los ciudadanos
son políticos y los políticos ciudadanos.
La “guerra a muerte” contra Podemos comenzó con un
linchamiento mediático para asimilarlo a un partido más, con todos sus
vicios y defectos. Se alentó a una marca emergente para desplazar a
Podemos de la centralidad hacia la izquierda y reducirlo a un cómplice
más del sistema. Y, sobre todo, se aventó el miedo al cambio. Quienes
desahucian a la gente de su vivienda, venden el miedo a que Podemos les
expropie su chalet en la playa. Quienes rescataron a los bancos
provocando nuestra ruina, venden el miedo a que Podemos audite la deuda y
rescate a las personas. Quienes emplean las leyes para derogar nuestros
derechos fundamentales, venden el miedo a que Podemos los restaure en
un nuevo proceso constituyente. Quienes utilizan las instituciones de
manera interesada y partidista, venden el miedo a que Podemos las
devuelva a la ciudadanía… Y todo aderezado con cifras macroeconómicas,
migraciones y terrorismos, para cumplir la máxima de Renard consistente
en decir de vez en cuando la verdad para que te crean cuando mientes.
El problema es que algunos han mordido el anzuelo
persuadidos por los aparatos de propaganda bipartidista. Pero Podemos no
puede caer en la trampa del asimilismo y del miedo. Para ser diferente
no tiene que parecerse tanto. Y nada le acerca más al peligro que el
excesivo cuidado de alejarse de él. Cometería un error insalvable si
desperdicia su hegemonía política y posicionamiento electoral en este
tránsito inevitable a estructura de poder como sustantivo. Por supuesto
que tiene que ser un partido. Y organizarse. Y elegir a los mejores.
Pero manteniendo el equilibrio y la empatía social para no dejar de ser
una causa. Dicho de otro modo: partido es su cuerpo, y las causas que
defienda su alma. Podemos debe ser un “partido de causas”.
Al final de la película, después de acribillarse a
insultos y vejaciones, Richard Burton le pregunta a Elizabeth Taylor:
¿Quién teme a Virginia Woolf?. Y ella le contesta: “Yo le temo. Tengo
miedo”. Ambos representan el pánico del bipartidismo a quedarse solos en
el escenario. Decía Borne que la persona más peligrosa es la que tiene
miedo, y los actores de la transición lo demuestran a diario con sus
acusaciones infundadas de radicalismo y populismo. Se equivocan de
estrategia. Las alcaldías surgidas de la gente convierten con normalidad
en hechos lo que el bipartidismo vaticinaba imposible. En menos de un
mes, las elecciones catalanas confirmarán a Sí que es pot como
una opción sensata de gobierno; y las elecciones griegas otorgarán a
Tsipras la victoria desde la centralidad. En ambos comicios, las fuerzas
hermanas del bipartidismo ocuparán las últimas posiciones. Los únicos
asustados. Porque ya hace tiempo que la gente perdió el miedo en las
plazas y en las urnas.
*Antonio Manuel Rodríguez Ramos es Profesor de Derecho Civil en la UCO. Coordinador Laboratorio Jurídico sobre Desahucios de la Universidad de Córdoba. Presidente de la Federación Ateneos de Andalucía. Patrono de la Fundación Blas Infante. Escritor y activista.
La Marea DdA, XII/3069
No hay comentarios:
Publicar un comentario