Sobrecoge leer la lista de suicidios relacionados con desahucios confeccionada por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y otros sitios web
dedicados al asunto.
Antonio Aramayona
En pleno noviembre del 2012, el presidente del Banco Popular, Ángel Ron, declaraba
ante los medios después de celebrar una junta general de accionistas
que realizar cualquier cambio en la ley hipotecaria vigente a fin de
paralizar el creciente fenómeno de los desahucios podría "premiar" el
impago y añadir "dificultades" a la recuperación de la economía.
Simultáneamente, iba en aumento el rosario de suicidios por
desesperación y ahogo en casos de desahucio y situaciones sin salida en
la mal llamada crisis económica (en realidad, una estafa
mundial y calculada para crear un nuevo orden económico, social y humano
donde la mayoría queda cada vez más depauperada y sometida a manos de
una minoría cada vez más poderosa e hiperrica).
Simultáneamente, la capitalización de los siete grandes bancos que cotizan en Bolsa iba viento en popa, las ganancias eran más que sustanciosas, pero la realidad acabó siendo que el coste total del rescate bancario ascendió a 219.397 millones de euros
y, según cálculos de la Plataforma Auditoría Ciudadana de la Deuda y
del catedrático de Economía Aplicada de la UCM y actua Concejal de
Economía del Ayuntamiento de Madrid, Carlos Sánchez Mato, la cantidad
total de las
ayudas públicas recibidas por las entidades financieras en España en el
periodo 2008-2014 asciende a 1.427.355 millones de euros (1,4
billones).
Sobrecoge leer la lista de suicidios relacionados con desahucios confeccionada por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y otros sitios web
dedicados al asunto, que me consta está escrita línea a línea por
compañeros, amigos y personas solidarias con quienes resolvieron
quitarse la vida por desahucio de su vivienda. A la vez, lleva al vómito
la lectura, como contraste, del artículo 47 de la Constitución
española: "Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una
vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las
condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer
efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con
el interés general para impedir la especulación".
Un mes después de que el señor Ron hablase de no premiar el impago para no dañar la recuperación de la economía, el
obispo católico de Segovia, Ángel Rubio, declaraba no creer que
existiera relación entre los suicidios ocurridos en las últimas semanas y
los desahucios, reclamando de paso a los medios de comunicación que
"no manipularan la verdad". No obstante, leo detenidamente, muy
despacio (cada víctima se merece al menos unos segundos en su memoria): ...un
día antes del desahucio, ...vivía de alquiler, ...horas después de su
desahucio, ...por ejecución hipotecaria, ...tras arrojarse por el balcón
de su piso, ...dejó una nota en la que pedía perdón por no poder pagar
el alquiler, ...madre de 6 hijos, ...se disparó cuando iban a
desahuciarle, ...ahorcado en la calle diez días después de ser
desahuciado, ...por impago de alquiler, ...un matrimonio de jubilados,
...al arrojarse desde la ventana del piso, ...le dio un beso a su hijo y
se arrojó de un segundo piso tras llamar al timbre un miembro de la
comisión judicial, ...se tiró desde el puente, ...se ahorca en plena
calle...
Parece un cuento siniestro, pero solo es real, muy
real. Y quedan otras víctimas: las que siguen en vida, sin vivienda, de
patitas en la calle con los pocos muebles, enseres y electrodomésticos
que les quedan. Recuerdo un caso sangrante, Khalifa, un ciudadano
senegalés, de 45 años, pequeño, algo canoso, 22 años en España. Asistí a
las dos sesiones de un juicio kafkiano en el que un policía como un
armario de grande denunciaba a Khalifa por atentado y lesiones en la
espalda mientras efectuaba el desahucio de su casa.
Khalifa, como
muchos trabajadores perdió su empleo y no pudo pagar la hipoteca que
tenía contratada con el banco. Una mañana, Khalifa al regresar a su
domicilio, vio cómo dos amigos suyos estaban sacando a la calle sus
pertenencias principales (un frigorífico y una lavadora), bajo la atenta
vigilancia de dos policías y dos funcionarias. Khalifa declaró que
mientras le esposaba, el policía, corpulento, cerca de 1,90, joven
-rondaba los veintimuchos o los treinta le puso una rodilla en la
espalda y otra en el tobillo. Resultado: rotura de tobillo de Khalifa,
operación en el hospital, donde hubo de permanecer un mes, además de
tener que ir durante un año a recuperación. Khalifa estaba en el
hospital, recién operado o a punto de ser operado del tobillo, mientras
el policía que le esposó interponía una denuncia contra Khalifa por
"atentado y lesiones" (en su espalda), con "varias semanas de baja".
Posteriormente, una magistrada de un Juzgado de lo Penal condenó a seis
meses de cárcel y una multa de 60 euros a Khalifa como autor de un
delito de resistencia y de una falta de lesiones.
Sentí vergüenza
por la denuncia y por la sentencia. Ambas son síntomas de la marcha de
este país. Las cárceles españolas están atestadas de reclusos y reclusas
que no tienen millones de euros para pagar la fianza y salir de la
trena. No sería extraño que a Khalifa le costase más pagar sesenta euros
de su bolsillo que sus grandes fianzas a todos los superchorizos del
Reino, con sus millones, sus amiguetes y sus compinches con cargo y
despacho ministerial.
Crearon después el FROB y el SAREB, nos aseguraron que los fondos empleados para la reestructuración bancaria no irían a cargo de los contribuyentes, pero finalmente ha resultado ser solo un pingüe negocio para la Banca y los fondos buitre, que tampoco han hecho ascos a especular asquerosamente con las viviendas sociales. ¿Dónde está la bolita?, ¿dónde está la bolita? -gritan los trileros.
Crearon después el FROB y el SAREB, nos aseguraron que los fondos empleados para la reestructuración bancaria no irían a cargo de los contribuyentes, pero finalmente ha resultado ser solo un pingüe negocio para la Banca y los fondos buitre, que tampoco han hecho ascos a especular asquerosamente con las viviendas sociales. ¿Dónde está la bolita?, ¿dónde está la bolita? -gritan los trileros.
El Huffington Post DdA, XII/3065
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