Leí
recientemente una noticia según la cual, en el proceso de recogida y votaciones
de propuestas ciudadanas a incluir en el programa electoral de Podemos
para los próximos comicios generales, la supresión de la asignatura de Religión
en la enseñanza pública figura entre las propuestas más votadas. La sigue otra,
imprescindible para que lo anterior se cumpla: la derogación del Concordato de
1979 y el artículo 23.3 de la Constitución vigente.
Por
lo que pueda pasar con las propuestas de las bases del nuevo partido en las
venideras elecciones, recomiendo al lector un libro que de seguro documentará a
quienes pretendan informarse sobre la materia y cuyo título expresa con nitidez
y hasta doble sentido su interesante contenido: La cruz en las aulas.
Publicado por Akal en su magnífica colección A fondo que
dirige Pascual Serrano, este trabajo de Francisco Delgado Ruiz expone en sus
ocho capítulos y varios apéndices todo cuanto debemos saber sobre la incidencia
de la religión católica en España, que recibe del Estado 11.000 millones de
euros al año.
Para
ello es imprescindible arrancar por los orígenes, con unos cuantos apuntes
sobre la instauración del credo cristiano después del tercer concilio de Toledo
en el año 589, una alusión inevitable al celo represivo de la Inquisición y a la
oportunidad perdida de la Constitución de 1812, cuando ya Francia había optado
por la laicidad de las instituciones en 1790. La Ilustración avanzó en casi
toda Europa con sus luces, pero España siguió apegada a la sombra de la iglesia
católica hasta que la segunda República estableció la libertad de conciencia.
El franquismo nos retrotrajo al pasado, con la firma por parte del dictador de
un concordato en 1953, cuya plantilla política e ideológica era la misma que el
vigente en tiempos de Isabel II, un siglo antes.
Para
el autor del libro, los acuerdos concordatorios establecidos entre el Estado
español y la Santa Sede en 1979 -los que Podemos pretendería derogar según la
propuesta de sus bases- mantienen en buena medida la filosofía que inspiró los
acuerdos entre el dictador y la iglesia católica en 1953 y, consecuentemente,
los que se aprobaron en tiempos de la Reina de los Tristes Destinos,
según la calificara Pérez Galdós, con su Corte de los milagros, tal como
la glosó Valle Inclán. No ha sido posible en estos 35 años últimos años ni el
más mínimo avance en la separación Estado/Iglesia, por lo que la institución
religiosa sigue disfrutando de muchos de sus privilegios, con una presencia
tangible de sus postulados morales en la redacción de leyes civiles.
Estudia
Delgado Ruiz, en este sentido, el devenir de la legislación en la enseñanza a
lo largo de estos últimos decenios, así como la financiación pública de la
enseñanza confesional, con el gran paso que a favor de la iglesia católica
supuso la enseñanza privada concertada (muy mayoritariamente católica),
considerada como servicio público y en contra de la sentencia 86/1985 del
Tribunal Constitucional. No se dio por aludido entonces el gobierno en mayoría
del PSOE, que creó el régimen de conciertos con la enseñanza privada, con la
burda justificación de que el Estado no podía atender a todo el alumnado de
forma inmediata. Lo cierto es que grupos de presión católica, de mayor o menor
poder, tuvieron una influencia decisiva para ello.
Hoy
en día, con el Partido Popular en el Gobierno, el catolicismo sigue presente en el
sistema educativo español. No solo forma parte del currículo oculto y expreso,
sino que -como dice el autor- un verdadero batallón de más de veinte mil
delegados diocesanos (profesores de Religión Católica) -designados por los
obispos y pagados por el Estado a razón de 610 millones de euros- influyen en
los proyectos educacionales, en el plan anual de los centros, en las
actividades extracurriculares y complementarias, etc. Esto, a pesar de que la
creciente secularización de la sociedad española, donde la mitad del alumnado
de titularidad pública no recibe clases de Religión.
Sin
embargo, la cultura de la cruz sigue vigente en el sistema educativo español en
la mayoría de los centros de titularidad pública. Tal como señaló el ensayista
y diplomático Gonzalo Puente Ojea la transición a la democracia consistió en
una nueva versión continuista de la ideología monárquica, caracterizada por un
pacto de concordia y reparto entre la cruz t la corona, basado en la teología política
cristina. "La misma -añade Puente Ojea- que impidió la modernización del
Estado al tiempo que las naciones europeas ilustradas abrían sus puertas a la
exigencia de las libertades, de la ciencia, de la razón y de la crítica urgente
de valores obsoletos".
¿No
era hora ya de que, después del fracaso secularizador de las mayorías
parlamentarias gobernantes que podrían haberlo evitado, y en un país donde solo
el 14 por ciento de los jóvenes menores de 35 años se considera religioso (Cambridge
Monitor, 2015), un nuevo partido político estime por fin definitivamente
conclusos y caducos unos acuerdos inspirados en la dictadura franquista, que
han mantenido la cruz en las aulas como si entre la valleinclaniana Corte de
los Milagros y el reinado de Felipe VI no hubiera pasado más de siglo y medio
de historia?
+@Un colegio concertado amenaza a los padres con quitar actividades de sus hijos si no pagan a su fundación religiosa. ELDIARIO:ES
DdA, XII/3053
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