Por qué el PSOE promete tanto (en realidad lo de
siempre durante una campaña electoral), cuando durante veintitantos
años no ha osado jamás
durante sus mandatos derogar el Concordato de 1953 y los
Acuerdos de 1979 con el Vaticano.
Antonio Aramayona
El psiquiatra y ensayista Carl Gustav Jung ideó su compleja teoría de los Arquetipos, entre los cuales está la Sombra.
Y últimamente esa Sombra me persigue sin tregua, inclinándome a pensar e
imaginar cosas que mi razón rechaza. Jung explica que esa Sombra es
como una porción residual inconsciente de mí mismo que me niego a
reconocer como parte de mí mismo y de restos ancestrales de la humanidad
a lo largo de su evolución de humanidad (inconsciente colectivo).
Sin embargo, por mucho que rechace a esa Sombra, esta no desaparece,
pues emerge una y otra vez como antagonista de mí mismo y me coloca en
situaciones de conflicto conmigo mismo. Ahora bien, he de reconocer
también que esa Sombra no induce siempre a lo moralmente desechable,
sino que muestra también una serie de rasgos buenos, normales,
adecuados, fieles a la realidad, incluso creadores y descubridores de
verdades que pueden hacer daño, pero existen. Mi Sombra me persigue, me
acosa, y por eso me siento a menudo agotado de combatir contra mi Sombra
inevitable.
Por ejemplo, mi Sombra me insinúa que el ministro
del Interior Fernández Díaz y Rodrigo Rato, ex portavoz del PP, ex
vicepresidente segundo y ministro de Economía, ex director gerente del
FMI, ex director de Bankia, actualmente consejero asesor para
Latinoamérica y Europa de Telefónica, también detenido y puesto en
libertad por los supuestos delitos de fraude, alzamiento de bienes y
blanqueo de capitales, han estado reunidos en la sede del Ministerio del Interior
solo para hablar de asuntos personales, por amistad y cariño, por
comentar lo de Cataluña y por desahogo emocional de Rato sin acuerdo
alguno por parte de ambos. Válgame Dios, hago oídos sordos a mi Sombra,
que me susurra sin poder librarme de ella que la antedicha reunión forma
parte de otras reuniones con otros ministros y altos cargos del PP,
buscando que todos salgan salvos de la quema, pues Rato sabe mucho y su
silencio tiene un precio. Pues bien, quiero afirmar aquí que no hay que
ser mal pensados, así como mi público rechazo a cuanto insinúa esa
Sombra deleznable, de la que no puedo librarme.
Mi sombra es a
veces tan perversa que me coloca ante el dilema de tener que elegir
entre si Esperanza Aguirre miente sobre si ha colaborado o consentido
toda la trama de corrupción en la Comunidad de Madrid (lo que la
convertiría en cómplice principal) o si no se enteró de nada, como ella
aduce (lo que la convertiría en inepta e incompetente). Entonces yo me
revuelvo contra la Sombra y le digo que el ser humano es bueno por naturaleza, como sostenía Rousseau, pero la Sombra no me escucha y se ríe a carcajadas.
La
sombra se incrusta también entre mi nuca y mi cintura, inyecta en mi
médula la pregunta de por qué el PSOE promete tanto (en realidad lo de
siempre durante una campaña electoral), cuando durante veintitantos
años (el partido que más años ha gobernado en España) no ha osado jamás
durante sus mandatos, por ejemplo, derogar el Concordato de 1953 y los
Acuerdos de 1979 con el Vaticano o en veinticuatro horas impulsó la
reforma del artículo 135 de la Constitución para ruina de toda la
ciudadanía trabajadora española. Aduzco en su descargo que también ha
hecho muchas cosas buenas, pero entonces la Sombra sonríe sardónicamente
y se esfuma.
Nada más despertarme, la Sombra vuelve a asaltarme y
me habla de la Gürtel, la Púnica, de Wert en París, de Blesa y Caja
Madrid, de Bárcenas y la Caja B del PP, de González en el Consejo de
Administración de Gas Natural, de si Aznar sigue pensando, como en 2008,
que el ecologismo es el nuevo comunismo y de su cargo como consejero de
Endesa y News Corporation, de Elena Salgado como consejera de una
filial de Endesa, de Narcis Serra como presidente de Caixa Catalunya...
Es entonces cuando cierro los ojos y tapo mis oídos, a la vez que grito
que nada de eso es ilegal, que lo primero es la presunción de inocencia y
que amo a mi país y sus esforzados dirigentes sobre todas las cosas.
Mientras
veo en el televisor cómo un inmigrante senegalés "se arroja" desde un
tercer piso en Salou durante una madrugadora operación de los Mossos
d'Esquadra, mi Sombra desempolva de mi memoria a Enrique Ruano,
de 20 años, detenido por lanzar propaganda de su partido en 1969 y que
se arrojó desde un séptimo durante un registro domiciliar; a José Luis Cancho,
estudiante de tercero de Magisterio, que en 1974 cayó por una ventana
del tercer piso de una Comisaría vallisoletana. Arguyo que eso pasó ya
hace mucho tiempo, a lo que mi Sombra replica que cada día parecen más
próximos aquellos días y los actuales.
Mi sombra, entonces, recita con parsimonia un texto, siempre el mismo, que sé escrito por Hobbes en su Leviatan:
"La condición del hombre es una condición de guerra de todos contra todos, en la cual cada uno esté gobernado por su propia razón, no existiendo nada de lo que pueda hacer uso, que no le sirva de instrumento para proteger su vida contra sus enemigos. De aquí se sigue que, en semejante condición, cada hombre tiene derecho a hacer cualquier cosa, incluso en el cuerpo de los demás (...) De aquí resulta un precepto o regla general de la razón, en virtud de la cual, cada hombre debe esforzarse por la paz, mientras tiene la esperanza de lograrla; y cuando no puede obtenerla, debe buscar y utilizar todas las ayudas y ventajas de la guerra. La primera fase de esta regla contiene la ley primera y fundamental de naturaleza, a saber: buscar la paz y seguirla. La segunda, la suma del derecho de naturaleza, es decir: defendernos a nosotros mismos, por todos los medios posibles".
Homo homini lupus. ¿Homo homini lupus? ¡Homo homini lupus!
El Huffington Post DdA, XII/3053
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