jueves, 11 de junio de 2015

PARA APORTAR CALOR A LAS CLASES SUBALTERNAS DE LA SOCIEDAD

Joaquín Robledo
 
Toda la materia conocida está formada a partir de los apenas 120 elementos que existen en la naturaleza. El carbono es uno de ellos que, además, es el padre de buena parte de la energía no renovable que consumimos, de toda la derivada de los hidrocarburos. Este elemento da la cara de múltiples formas, sin ir más lejos, el humilde carbón es carbono, como carbono es el presuntuoso diamante. Este último no sirve para nada, bueno sí, para adornar cuellos o dedos de unos cuantos ‘privilegiados’ con necesidad de ostentar para fijar su puesto de preeminencia social. No tiene ninguna utilidad, pero por él se mata. El carbón es mucho más barato, sin embargo proporciona el calor que fue y es vida en muchos hogares. Sin él muchos hubieran muerto de frío. En el diamante, el carbono es puro, no se relaciona con otros elementos. Refulge, pero, insisto, más allá de su valor ornamental, no sirve para nada. El carbono del carbón, por el contrario, vive rodeado de impurezas, de átomos de otra naturaleza. Mezclado con el oxígeno, el hidrógeno o el azufre, conforma un conglomerado feo, pero útil. Claro, cuando el carbono no aparece en una cantidad suficiente, el material que nos queda pierde sus cualidades. Las impurezas enriquecen, ir desapareciendo te anula.
Viene esto a cuento en estas fechas previas a las constituciones de los gobiernos de todos los ayuntamientos y de buena parte de las comunidades autónomas, porque las organizaciones políticas que, desde dentro de este modelo político, pretenden transformar la sociedad tienen las mismas opciones que los átomos de carbono. En ocasiones son como el diamante, deciden escribir sus principios en el frontispicio de cualquier negociación sin permitir que se mueva ni una letra. Pueden sacar pecho por exhibir algo que tanto brilla, pero a la hora de la verdad se han convertido en un adorno. En otros casos, la opción elegida es el carbón. Aquí radica la solución y a la vez el problema: existe una amplia gama de carbones que, en función de la proporción de impurezas, va de la turba a la antracita. Negociar, llegar a acuerdos, es lo deseable, pero no por ello ha de ser bueno el acuerdo por el acuerdo si este lleva a la descarbonización. En acertar con ese difícil equilibrio radica la clave que aporta el calor a las clases subalternas de la sociedad. 
 
Viñeta de Sansón

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