Lazarillo
Al viejo roble centenario del camino de Deva lo descuajó una tormenta el pasado sábado. Tenía el corazón abierto y calado de muchas intemperies. La pasada primavera quise llevarme la que a la postre va a ser la última imagen de su estatura. También entonces le dí el último abrazo, siguiendo una vieja costumbre adolescente. Un pañuelo de prímulas cubría la tierra bajo la que se asentaban sus hondas raíces. Venía a ser como una ofrenda repetida cada primavera. Espero que pronto planten en esa misma tierra que nutrió su fortaleza un joven roble que lo sustituya. Y que los otros árboles centenarios de la carballeda, uno de los lugares boscosos más amenos y bucólicos de Gijón, hagan notar al tierno vecino que así como el viento curte el vigor de los robles, también conviene reconsiderar el rigor de su furia cuando pueda agitar en exceso un corazón viejo, roto y abierto a las heridas del tiempo y la intemperie.
DdA, XII/3003
DdA, XII/3003
2 comentarios:
Entre las posibles consecuencias de que no haya habido cambio de gobierno en el Ayuntamiento de Gijón, quizá esté como mal mayor la desatención al patrimonio natural de la ciudad. La carballeda de Deva es en efecto un lugar estupendo y hay que confiar en que un nuevo roble acompañe a los viejos, algunos de ellos también dañados. Para varias generaciones de gijoneses ese lugar son sobre todo esos robles y las tortillas de El Chavolu. Gracias por tenerlo en cuenta, paisano.
Los corazones viejos, amigo Félix, tienen una sesibilidad más acusada que los jóvenes pues saben que les queda menos tiempo para sentir al viento en sus cuerpos y hacerlo sonar en su fronda. Saludos desde Asturias.
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