Ana Cuevas
Las
encuestas del CIS muestran el fin del bipartidismo al que estábamos
acostumbrados. Pero también evidencian que, pese a los escándalos de
corrupción y los recortes en los derechos ciudadanos, el PP sigue en
cabeza en la intención de voto. No será una mayoría absoluta pero sí un
resultado positivo para un partido al que ya no le caben más muertos en
el armario.
¿Qué tienen
que hacer- me pregunto- para perder la confianza de sus más leales
votantes?, ¿degollar inocentes en las plazas públicas?.
Existe
una parte del electorado que escoge la fidelidad por miedo a lo
desconocido. Saben, porque es imposible abstraerse del ruido mediático,
de la bajeza ética y moral con la que dirigentes y altos cargos del PP
se han desenvuelto en el gobierno. Del saqueo (hasta el inconsciente de
alguna le delata) sistemático de las arcas públicas y de la
insensibilidad hacia los dramas sociales que la ciudadanía padece. Lo
saben pero les van a votar porque, como decía Roosvelt de Somoza: puede que sean unos hijos de puta pero son "nuestros hijos de puta".
Prefieren
lo malo malísimo confirmado a experimentar otras opciones emergentes.
Sufren un grave trastorno. Algo similar a un síndrome de Estocolmo que
les empuja a identificarse con sus captores.
Es
imposible asimilar el delictivo desfile de Camps, Trillos, Fabras,
Barcenas, Ratos, Matos, Ruses, Granados ... que nos ofrece la actualidad
diaria. Unos casos solapan a otros. La suciedad se amontona hasta
transformar la pinturera sede popular en un muladar irrespirable.
Miedo
a lo desconocido. A abrir las ventanas para orear la peste que nos
asfixia. ¿Qué podría pasar si optamos por un cambio? ¿Quizás se
destruirían nuestros derechos laborales y sociales para ponerlos a
servicio de la banca canalla? ¿La precariedad laboral y el desempleo
serían la tónica cotidiana? ¿Acaso desahuciarían a la gente de las casas
e ignorarían la vergonzosa pobreza infantil que va en aumento? ¿Se
desentenderían de los desfavorecidos y dependientes? ¿Privatizarían
nuestra sanidad y educación pública para beneficio de agradecidos
amiguetes?
¡Ay no! Que todo esto ya lo han hecho los canallas
conocidos. Tendrían que esforzarse mucho las nuevas formaciones para
emular tanta depravación y desprecio por la sociedad en general.
Pero
está visto que muchos se inclinan a elegir muerte frente a los que les
produce susto. El susto nos lo llevamos otros cuando vemos las
encuestas. Una conmoción brutal(¡ zas, en toda la boca!) cuando
comprobamos que una mayoría, aunque sea simple, del electorado premia
la bochornosa labor de este gobierno.
Hay días en los que yo
también sigo siendo española porque no puedo ser otra cosa. ¡ Pero a
ratos me entran unas ganicas de darme de baja!
Nota de Lazarillo: La lideresa del cinismo y experta cazatalentos dignos de presidio nos dado más que de baja, querida Ana. ¡Si no ha dicho la tía pija que los antitaurinos somos antiespañoles!
DdA, XII/2998
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