Félix Población
Todo el mundo oficial
y cortesano se hizo lenguas del primer discurso que como rey de España
pronunció Felipe VI ante las cámaras de TVE la pasada Nochebuena. Parecía que
la sobriedad y la crítica de la corrupción -siempre que no fuera la más próxima
a su apellido- formaban parte del andamiaje retórico del nuevo soberano. No estuvo
mal como primera andadura empática para tejer simpatías con la escucha. Ahora nos
enteramos, sin embargo, de que ese programa no reza con su padre, que como
monarca emérito no ha tenido ningún reparo en abusar de sus ocios viajeros gracias a los casi 200.000 euros que recibe de todos
nosotros. En menos de un año, desde su
abdicación en junio, Juan Carlos de Borbón, rey de España durante casi cuarenta años por
la gracia de Franco, ha recorrido más de medio centenar de miles de kilómetros, en su mayoría por el mero placer de gozar de
los mares del Caribe, los partidos de la Premier, la carreras de Fórmula 1 o
sus amistades en Oriente Próximo. No diré yo que un soberano emérito no pueda
hacer lo que guste con la generosa y ostentosa jubilación que todos sus conciudadanos le
abonamos, pero tal como anda de apretada la mayoría de la población y según huele a podrido en el reino del que fue Jefe
del Estado y hasta en las inmediaciones de su familia, no parece lo más idóneo
–ni ética ni estéticamente- que su placer viajero y demás gozosos afanes orientales y caribeños sean tan desaforados ni
sostenidos. A menos que al rey emérito esos detalles se la refanfiflen, como demostró en Bostwana.
DdA, XII/2982
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