lunes, 2 de marzo de 2015

LA MÚSICA DE DE BACH Y LA FALTA DE ESPERANZA


Jaime Richart

Aquí, el día 27, en este blog, hay dos cantos conmovedores: la partita núm. 2 de Bach y un bello poema a esa composición, que espero perduren en el ciberespacio.

Soy un melómano empedernido. Entiendo desde edad muy temprana que sólo el arte puede dar sentido a esta vida plagada de miseria; una vida en la que sólo instantes fugaces y pasajes que apenas duran no más de media hora, nos transportan a otra dimensión. Y esta chacona, una de mis piezas favoritas, es uno de ellos.

Ambas cosas, la partita y ese poema, han tocado mi fibra sen­sible; áspera últimamente por tanto desafuero, tanta injusticia, tanto abuso y tanta necedad. Parte de mi vida ha discurrido orientada a lo sublime de una manera persistente. Tanto, que me ha mantenido alejado de la zafiedad y de los negocios que sólo interesan a la mayor parte de la gente. Pero del mismo modo que la música clásica me eleva a las alturas (dificultando por cierto en buena medida mis relaciones sociales ordinarias), dados los movimientos sísmicos sociales que un día tras otro registra el país desde hace bastante más tiempo que el que marca un antes y un después de la crisis, ha removido mi espí­ritu revolucionario. A fin de cuentas y a riesgo de parecer ridí­culo, “el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor”, decía el Che Guevara.

El caso es que no sé si la lucidez o la iluminación de los que nos encontramos en una edad en la que nada se teme, las peri­pecias, los dramas, los agravios constantes por parte de secto­res sociales a los que no se les puede perdonar el inmenso daño que han hecho y siguen haciendo a esta sociedad, al arte, de un tiempo a esta parte, le venía prestando poca atención. Porque es una evidencia difícil de obviar que lo que reina por encima de todo en España y también en el mundo son la crispación, la querella, la pobreza, el desencanto y la falta de esperanza en el futuro. Y el arte sólo se disfruta si uno sabe, o así lo cree o lo quiere creer, que todos cuantos nos rodean viven más o menos felices como uno lo es cuando escucha música maravillosa como esa partita núm. 2 de Bach.


DdA, XII/2935

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