Jaime Richart
Aquí, el día 27, en este blog, hay dos cantos conmovedores: la partita núm. 2 de Bach y un bello poema a esa composición, que espero perduren en el ciberespacio.
Soy un melómano empedernido. Entiendo desde edad muy
temprana que sólo el arte puede dar sentido a esta vida plagada de miseria; una
vida en la que sólo instantes fugaces y pasajes que apenas duran no más de
media hora, nos transportan a otra dimensión. Y esta chacona, una de mis piezas
favoritas, es uno de ellos.
Ambas cosas, la partita y ese poema, han tocado mi fibra sensible;
áspera últimamente por tanto desafuero, tanta injusticia, tanto abuso y tanta
necedad. Parte de mi vida ha discurrido orientada a lo sublime de una manera
persistente. Tanto, que me ha mantenido alejado de la zafiedad y de los
negocios que sólo interesan a la mayor parte de la gente. Pero del mismo modo
que la música clásica me eleva a las alturas (dificultando por cierto en buena
medida mis relaciones sociales ordinarias), dados los movimientos sísmicos
sociales que un día tras otro registra el país desde hace bastante más tiempo
que el que marca un antes y un después de la crisis, ha removido mi espíritu
revolucionario. A fin de cuentas y a riesgo de parecer ridículo, “el
revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor”, decía
el Che Guevara.
El caso es que no sé si la lucidez o la iluminación de los
que nos encontramos en una edad en la que nada se teme, las peripecias, los
dramas, los agravios constantes por parte de sectores sociales a los que no se
les puede perdonar el inmenso daño que han hecho y siguen haciendo a esta
sociedad, al arte, de un tiempo a esta parte, le venía prestando poca atención.
Porque es una evidencia difícil de obviar que lo que reina por encima de todo
en España y también en el mundo son la crispación, la querella, la pobreza, el
desencanto y la falta de esperanza en el futuro. Y el arte sólo se disfruta si
uno sabe, o así lo cree o lo quiere creer, que todos cuantos nos rodean viven
más o menos felices como uno lo es cuando escucha música maravillosa como esa
partita núm. 2 de Bach.
DdA, XII/2935
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