Los bancos españoles y los
prestamistas europeos engrosan bárbaramente sus ganancias en un proceso
inexorable como la lava de un volcán que avanza dramáticamente para engullirse
a todo un pueblo.
Jaime RichartPor lo que se ve, se oye, se sabe y se adivina en los parlamentos autonómicos, en el Congreso o en los medios este país es sumamente preocupante. Parece mentira que siga perteneciendo a la Europa institucional. Preocupante, no sólo para los desesperados y desheredados de toda fortuna, sino para la médula social que son los biennacidos y las clases medias cada vez más adelgazadas.
A cualquiera que
siga las peripecias de este país, que siga los casos de corrupción, incesantes, que van apareciendo sin ninguna consecuencia excepto el amagar y no
dar de las prisiones preventivas o el fugaz paso por las cárceles de algunos
corruptos; a cualquiera que asista a los asuntos turbios de policías a su vez
propietarios de innumerables sociedades o empresas; y todo ello autorizado y todo como referente de lo que debe ser un buen empresario y al mismo
tiempo un mejor policía...; a cualquiera que preste atención a todo eso, digo,
tiene que estallarle el alma de indignidad, de vergüenza, de desesperación y
de tristeza.
Y es que el tejido
del concepto "público" se deshilacha vertiginosamente al compás del saqueo generalizado de lobos sociales que depredan con la boca
permanentemente ensangrentada en un espectáculo dantesco que obliga a abominar de esta falsa
democracia; falsa, porque ni hay separación de poderes ni gobierna un pueblo abandonado a su suerte mientras
muchos políticos roban y desvalijan, y mientras los bancos españoles y los
prestamistas europeos engrosan bárbaramente sus ganancias en un proceso
inexorable como la lava de un volcán que avanza dramáticamente para engullirse
a todo un pueblo.
En Irak unos
malnacidos, seguramente pagados por otros malnacidos de entre los invasores,
destruyen a marchas forzadas monumentos de piedra de dos mil años de antigüedad.
Los malnacidos detestan y no perdonan la grandeza en cualquiera de sus
múltiples manifestaciones. En España los malnacidos no destruyen estatuas
(aunque algunas de ellas sí debieran derrumbar), pero sí todo lo que tiene que
ver con el dinero y con los bienes públicos. Esos malnacidos no están entre
invasores pero pertenecen a las glándulas del poder; de los poderes, de todos:
del legislativo y del ejecutivo, cuando expelen leyes y decretos nauseabundos;
del judicial, cuando archiva lo justiciable y encarcela a los hartos de
abusos; del empresariado, cuando humilla
al trabajador; de los bancos y Cajas, cuando expulsan de sus viviendas a
familias desgraciadas; de las policías, cuando refuerzan los desafueros que cometen
todos ellos a la par que se enriquecen, eso sí, con el permiso de la
Autoridad.
¿Quién ha dicho que esto es una democracia y que estos
gobernantes son dignos de otra cosa que no sea la cárcel o la expulsión
fulminante de las poltronas del poder que sangra a este país hasta su completa
ruina?
DdA, XII/2946
No hay comentarios:
Publicar un comentario