Ana Cuevas
"Los mendigos no son personas". Esta afirmación la hizo uno de los abogados del
neonazi Javier Royo durante el juicio en el que estaba acusado por apalear con
ensañamiento a un mendigo dentro de un cajero. Curiosamente, Javier Royo es uno
de los okupas de un edificio en el zaragozano barrio de Las Fuentes que el
grupo de ultras ha venido a denominar como "Hogar Social". Se me
escapa a que clase de "personas" prestara socorro esta filantrópica
banda cuya lista de antecedentes por violencia y agresión podría empapelar
entera la basílica de El Pilar.
Si tenemos en cuenta que indigentes y
emigrantes no alcanzan la categoría de seres humanos, según su hitleriano
baremo, la labor social que presuntamente desempeñan plantea muchas dudas. Como
dudas plantea que no se haya producido el desalojo de esta peligrosa banda con
la misma diligencia y contundencia que se hicieron con otros colectivos okupas
de la capital como "El Paraguas".
Claro que los jóvenes que ocupaban
El Paraguas pretendían algo insólito. Acondicionar un antiguo edificio
abandonado propiedad de un banco para dar alojamiento a familias desahuciadas y
en riesgo de exclusión. Sin atender al color de la piel, religión, ideología o
extracto social. ¡Qué atentado a la razón! Sus buenas hostias recibieron los
osados perro-flautas por su defensa pasiva del proyecto.
En cambio, el "Hogar
Social" de los neo-nazis sigue adelante pese a las denuncias, a su obscena
apología del fascismo, la xenofobia y la violencia, sin que la delegación del
Gobierno tome cartas en el asunto. Aunque, a su manera, ya las ha tomado.
Hace unos pocos días, la
organización ultraderechista MSR había programado un concierto neo-nazi en el
"Hogar Social" de Las Fuentes. A las protestas de los vecinos
del barrio se sumaron las de un grupo de jóvenes anti-fascistas que fueron
recibidos por los delincuentes al grito de "Sieg heil" mientras
ejecutaban el saludo nazi. La cosa acabó como era previsible, en una batalla
campal que se saldó con ocho heridos y quince detenidos, todos anti-fascistas.
Lo que más sorprende es que, en una
trifulca de tales características, ningún neonazi resultara detenido ni
imputado. La impunidad con la que actúan estos grupos en la capital aragonesa
empieza a ser legendaria. Desde el "Hogar Social" se ofrece
alojamiento y comida gratis a neonazis de todas partes del mundo para que
puedan asistir a jornadas de formación en el racismo y otras lindezas
similares. De nada sirve que los dueños del edificio hayan denunciado a la
policía la ocupación. Y tampoco que se esté violando el código penal (que
establece el delito de exaltación o apología del fascismo tipificado hasta con
cuatro años de cárcel).
En Madrid, Ana Botella ha suspendido
un concierto de Soziedad Alkohólica por lo que ella define
enaltecimiento del terrorismo. Tiene guasa la cosa, la Botella
contra Soziedad Alkohólica.
Pero obviando el chiste malo. Si las
letras de Soziedad Alkohólica le parecen delictivas a la
alcaldesa madrileña, ¿qué le parecerían estas otras?: "Juventud idiotizada por el rojo pensamiento, nuestra raza amenazada, por judíos y por
negros./ Nuestro estado está ocupado por un gobierno sionista/Contra a el
llevaremos a cabo ¡La guerra nacional Socialista!/ Como decían los
antiguos, Estirpe guerrera de sangre pura./ Un grito
nacionalista, contra los negros y la usura."
Como se puede ver, en Aragón no somos tan
tiquismiquis. La delegación del Gobierno aragonés aboga por la libertad de
expresión. Eso sí, la de los nazis. Libertad para delinquir y lanzar soflamas
anti-constitucionales y xenófobas en sus conciertos. Y a quién no le guste que
se aguante. Resulta evidente que la policía recibió instrucciones para defender
la libertad de expresión de Javier Royo y sus camaradas. Gracias a la protección
de la que gozan podrán seguir manifestando públicamente que los mendigos no son
personas o que los negros son poco menos que un mono.
Se siente uno más tranquilo sabiendo que las
autoridades velan con tanto celo por nuestros derechos ciudadanos. Siempre que
seas blanco con denominación de origen y preferentemente facha. Al fin y al cabo, los demás, no son personas. ¿Cómo
pueden pretender tener derechos?
DdA, XII/2946
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