Antonio Aramayona
Ayer soñé que había recursos económicos suficientes para
solucionar los grandes problemas del país porque quienes declaran
ingresar por encima del medio millón de euros pagaban hasta el 75% de
impuestos, y todas las grandes empresas, un impuesto de sociedades
similar a la media existente en la UE, teniendo así la ciudadanía
satisfactoriamente cubiertas sus necesidades sociales, económicas,
culturales, educativas y sanitarias.
En el Parlamento había una verdadera representación proporcional, ya que
los grupos políticos habían convenido en cambiar la ley electoral, más
allá de las circunscripciones provinciales. Nuestros parlamentarios y
gobernantes ofrecieron sanidad pública gratuita a todas y todos,
incluidas las personas desempleadas, sin hogar o sin ingresos
suficientes, nacionalizaron todas las clínicas y los hospitales,
eliminaron la participación privada en el sistema público de salud y
cualquier tipo de copago en los servicios sanitarios. Mi sueño se tiñó
de hermosos colores cuando vi que habían apostado sin ambages por las
energías renovables y por la protección del medio ambiente.
Soñé
también que la igualdad de género y la igualdad salarial para hombres y
mujeres eran ya un hecho contante y sonante, el salario mínimo
interprofesional daba para vivir dignamente, los edificios públicos y
privados no utilizados estaban destinados a alojar a las personas sin
hogar, los productos de primera necesidad tenían una fiscalidad muy
reducida, y la Ley Laboral impuesta por el PP y la LOMCE eran ya meras
antiguallas del pasado. En consecuencia, los convenios colectivos habían
vuelto a existir en la sociedad, recuperando de paso los derechos
sociales, laborales y económicos, así como las libertades cívicas que
nos habían arrebatado.
Y mi sueño continuó... Estaba en pleno
vigor y funcionamiento el impuesto a las transacciones financieras,
regulado por organismos populares y no gubernamentales (¡la tasa Tobin
y las justas reivindicaciones de ATTAC eran una realidad!). Estaban
prohibidos los derivados financieros especulativos (SWAPS, CDS...) y
abolidos los privilegios fiscales de los que disfruta la iglesia
católica, al igual que el Concordato de 1953 y los Acuerdos de 1979.
El secreto bancario estaba al servicio del pueblo y no de los ricos, y
el fraude fiscal y la evasión de capitales eran implacablemente
combatidos por un número suficiente de inspectores y técnicos de
Hacienda. Sin embargo, la economía no se circunscribía al bienestar de
un solo país o de un grupo de países, sino al bienestar de todo el
género humano, principalmente quienes carecían de los derechos y los
servicios más fundamentales, de tal forma que la inmigración forzada
apenas existía, pues cada persona estaba a gusto en el lugar donde nace y
vive.
La educación era pública, laica, y no estaba consideraba
como un gasto, sino como una inversión de futuro y de presente. La banca
estaba nacionalizada en su totalidad, al igual que las grandes empresas
de sectores estratégicos para el crecimiento y el funcionamiento del
país (energía, vías de comunicación, telefonía, medios de comunicación,
transportes...), las prestaciones de desempleo para los parados
garantizaban una vida digna, al mismo tiempo que aumentaba la
protección social para las familias monoparentales, los ancianos, los
discapacitados y los hogares sin ingresos.
Asimismo, se había
llevado a cabo una auditoria sobre la deuda pública, detectándose el
origen, la identidad y la cuantía de la deuda ilegítima, por lo que se
había exigido su devolución y renegociado los pagos hasta la auténtica
recuperación económica y la creación de puestos de trabajo (no empleos
de humo) reales y dignos. Por su parte, las Fuerzas del orden
custodiaban el orden social del pueblo y no el orden social de los
intereses de los ricos.
A los narcotraficantes (y a quienes viven
opíparamente de su eterna persecución calculada) se les había acabado el
chollo, ya que estaba despenalizado el consumo de drogas, solo se
combatía el tráfico y eran suficientes y efectivos los fondos para los
centros públicos de desintoxicación. Ningún soldado pintaba ya nada
fuera de las fronteras de su país. Y a propósito de fronteras, riadas de
turistas visitaban el Estado Palestino con sus fronteras de 1967. Así
las cosas, Israel había podido percatarse sobradamente de que nadie
quería atacarlo en un clima de justicia y respeto mutuos. En mi país
casi nadie se acordaba ya del significado de las siglas OTAN.
Finalmente,
me desperté. Envuelto aún en el aroma de un café, me disponía a leer el
correo electrónico, cuando vi unas cuartillas sobre el teclado del
ordenador. Reconocí el símbolo multicolor de Syriza, el acrónimo y el nombre completo del partido heleno triunfante en las elecciones de enero de 2015, seguidos por un título: PROGRAMA DE SYRIZA.
Tras leer las 40 propuestas breves de aquel Programa, caí en la cuenta
de que mi sueño coincidía literalmente con las propuestas del Programa
electoral de Syriza. Y desde ese instante, no he dejado de soñar un solo
segundo.
+@ Alemania es el problema, no Grecia (Joseph Stiglitz)
DdA, XII/2912
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