Siguiendo su costumbre de darla amablemente a este Lazarillo su valiosa opinión acerca de lo que pasa en Grecia, país donde reside desde hace muchos años, el escritor ovetense Pedro Olalla me envía su último artículo, publicado en la revista CTXT, acerca de los resultados de la negociaciones entre el partido vencedor en las últimas elecciones generales -Syriza- y la Unión Europea. La situación actual de Grecia es extremadamente
crítica -sostiene Olalla-, porque el país se halla en estos días ante una coyuntura
histórica –la subida al poder de un Gobierno elegido democráticamente
para intentar cambiar por fin el statu quo– que lleva camino de
convertirse en un peligroso espejismo. Como saben quienes leen sus escritos, Pedro Olalla (pedroolalla.com) es autor, entre otros libros, de Historia Menor de Grecia. Una mirada humanista sobre la agitada historia de los griegos (Acantilado, 2012) yAtlas Mitológico de Grecia (Lynx Edicions, 2002), y de las películas documentales Ninfeo de Mieza: El jardín de Aristóteles y Con Calliyannis. Reside en Grecia desde 1994 y es Embajador del Helenismo:
Poco antes de las elecciones del pasado mes de enero que llevaron a Syriza al poder, exponía desde estas mismas páginas de CTXT
las razones por las que este partido, supuestamente radical, ya no
asustaba a quien tendría que asustar: su posicionamiento a favor del
euro, su sólida confianza en el proyecto europeo, sus escarceos con los
magnates financieros, su disposición a “negociar” la deuda y su
declaración expresa de que es “su obligación moral garantizar la
continuidad del Estado”, convierten a esta formación –decía entonces– en
una opción de continuismo y no de subversión. Han bastado cuatro
semanas para comprobar que –por mucho escándalo mediático, muchas
bravatas y mucho rasgarse las vestiduras– la situación de Grecia no ha
cambiado de facto ni un ápice. Se engañan quienes piensan que estas
“negociaciones” del Master Financial Assistance Facility Agreement
aportan un alivio mínimo a la onerosa situación de los griegos. A fin
de cuentas, Syriza no ha negociado nada –como tampoco ha negociado nada
ninguno de los gobiernos anteriores–, porque, una vez aceptado el marco
de los compromisos con los acreedores europeos, del reconocimiento de la
deuda, de los memoranda, de la moneda única, de la financiación en los mercados y de las pautas de la Comisión, no hay soberanía alguna para negociar.
En realidad, todo lo que Grecia ha conseguido en estas
“negociaciones” es un plazo de cuatro meses para tratar de “afinar”, con
el beneplácito de sus acreedores, las condiciones de su endeudamiento
crónico. Así de claro. A cambio, aunque esto no se diga claramente, ha
reconocido de manera implícita la deuda y su viabilidad, ha consolidado
el Acuerdo de Préstamo y los memoranda al no impugnar ni el uno
ni los otros; se ha obligado a guardar fidelidad a la Troika
(rebautizada eufemísticamente como “Instituciones”); ha condicionado a
la aprobación de dichas Instituciones las reformas propuestas por su
Gobierno; se ha comprometido a utilizar los préstamos del Fondo Europeo
de Estabilidad Financiera sólo para recapitalizar a la banca y no para
políticas sociales o de desarrollo; ha consentido la presencia
continuada de tecnócratas europeos en los ministerios (task force)
y la aplicación de sus “recomendaciones” para cumplir con los objetivos
financieros; ha convenido en seguir adelante con el mayor plan de
privatizaciones del mundo (TAIPED); ha accedido a dedicar el total de
los ingresos de privatizaciones y del superávit primario al pago
prioritario de los acreedores a través de una cuenta cerrada en el Banco
de Grecia; y se ha comprometido a no tomar unilateralmente medidas que
puedan afectar a los objetivos financieros sin la aquiescencia de las
Instituciones. Sí, ha leído Ud. bien. Si no da crédito, lea con atención
el texto del acuerdo. Continuismo, pues, y no ruptura.
Lo que un Gobierno soberano, votado para la ruptura,
debería hacer es lo que no se ha hecho desde el principio de esta
“crisis” y lo que cada vez resulta más difícil de llevar a la práctica:
detener de inmediato el pago de la deuda, auditarla de manera exhaustiva
ejerciendo el derecho que le reconoce la propia UE (Art. 7.9 del
Reglamento del Parlamento Europeo y del Consejo, 21/5/2013), negar la
legitimidad de la Troika (amparado en la ignorada resolución que el
propio Parlamento Europeo adoptó el 14 de marzo de 2014), poner de
manifiesto la insconstitucionalidad de los procesos por los que fueron
aprobados los memoranda y el Acuerdo de Préstamo, promulgar por
mayoría parlamentaria una nueva ley que los declare nulos, y llevar a
los artífices de los acuerdos y los planes de rescate ante los
tribunales internacionales, pues hay estudios que demuestran que los
programas de la Troika contravienen el propio derecho originario de la
Unión Europea y la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados,
y violan asimismo derechos fundamentales (vivienda, sanidad, seguridad
social, educación, salario justo, negociación colectiva...) recogidos en
la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, en el Convenio
Europeo de Derechos Humanos, en la Carta de Naciones Unidas y en otros
acuerdos internacionales. Pero nada de esto se está haciendo. Sólo se
estudian, cuidadosamente y de común acuerdo, las condiciones para seguir
endeudados y colonizados.
Así pues, la situación actual de Grecia es extremadamente
crítica, porque el país se halla en estos días ante una coyuntura
histórica –la subida al poder de un Gobierno elegido democráticamente
para intentar cambiar por fin el statu quo– que lleva camino de
convertirse en un peligroso espejismo. Es la sociedad,
deontológicamente, quien debe decidir su destino; y quedan sólo cuatro
meses para poner las cosas claras ante esa decisión. Cuatro meses para
tratar de combatir, con argumentos sólidos, años de intimidación y de
mentira. Cuatro meses para decir con claridad y honestidad qué conlleva
la opción de ruptura y qué conlleva la opción de continuismo: para
exponer serenamente qué conlleva romper con la deuda, la moneda única y
la Unión Europea, y qué conlleva –de verdad y sin tapujos– firmar un
nuevo acuerdo para seguir en ese marco. Es ahora, de aquí al momento
señalado para que Syriza estampe o no su firma sobre un nuevo memorandum
(con el título eufemístico que se le quiera dar), cuando la sociedad
griega tiene que decidir de verdad si toma las riendas de su destino o
si las deja confiadamente en manos de sus acreedores.
DdA, XII/2932
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