Ojalá yo esté
 equivocado y Podemos no se quede en Casi Pudieron. Para mi, de momento,
 son ¿Podrán? 
Jaime Poncela
Envidié mucho a los votantes de Podemos en las elecciones europeas.
 Les envidié por haber tenido la capacidad de ser visionarios, 
arriesgados y mostrar un sentido cívico y de responsabilidad como 
votantes superior al de la media. ¿Por qué? Por seguir creyendo que el 
ciudadano de a pie, la infantería social que está en primera fila para 
llevar todas las hostias tiene  aún poder para cambiar el rumbo de un 
Estado y darle sabor al guiso desabrido de la democracia. Podemos lo ha 
cambiado todo porque ha desvelado la impotencia del Poder con la mera 
insinuación estadística del poder real que tienen los presuntamente 
impotentes. El poder la impotencia y la impotencia del Poder llevan 
desde entonces luchando por cada metro de terreno. Y pese al coro bien 
organizado y financiado de perros guardianes que se lanzan con fiereza 
contra la coleta de aquel, la beca del otro o la novia del primero, la 
ola no ha dejado de subir. En mi ranking del cansancio mediático como 
espectador ocupaban hasta ahora el primer lugar los cansinos, 
arribistas, untados y pelotilleros palmeros del Real Madrid y el 
impoluto “don” Florentino Pérez y todos los soplapollas que crecen a su 
sombra. Pero el efecto Podemos ha cambiado hasta mis odios televisivos 
colocando el primer lugar y a muchos puntos de ventaja sobre los 
filósofos de la futbolina a la jauría del periodismo de cámara (de 
cámara séptica) y a la politigalla que ha hecho peña contra el sentir, 
el desear y el opinar de aquellos a quien dicen servir y atender: los 
ciudadanos.
Todo ha ido por su orden. Primero la sorpresa, luego la infamia, 
después el terror y ahora han venido quienes desde el PP (pásmate, de 
Guindos) tratan de dar una explicación coherente y con barniz científico
 a lo que es Podemos. Llegan tarde una vez más a su propio entierro 
estos explicadores de la realidad que primero negaron. Ya sabemos por 
qué existe Podemos.
No cabe duda de que Podemos seguirá creciendo y lo hará en la medida 
que sea capaz de no dilapidar su único patrimonio: la confianza de un 
electorado harto de estafas. Ahora bien, en el momento en que Podemos 
pasa de las musas al teatro, pone caras y nombres a sus gestores y 
candidatos y eso empiece a oler a componenda el encanto habrá quedado 
reducido a la mitad. Y aquí es donde a uno le entran las dudas. Hay 
demasiado mesianismo y algo de pedantería mal embridada en Pablo 
Iglesias, demasiado personalismo y una sobreexposición mediática que es 
imposible gestionar con rigor y sin cometer errores.
Y yendo más abajo, a mi no me entusiasma en absoluto que sea Mario 
Suárez la cabeza visible de Podemos en Gijón. No tengo nada contra este 
señor, excelente persona según me cuentan y elegido además en un 
purísimo proceso democrático que otros nunca organizarán. Sin embargo 
Mario Suárez me suena a demasiado visto, a ser un personaje más del 
amasijo político-sindical-social-cultural-reivindicativo que lleva 
mareando la perdiz más de treinta años en Gijón a base de liberados 
sindicales, políticos y demás familia. Con todos mis respetos, Mario 
Suárez me suena a eso y a ser el caballo de Troya de los restos del 
naufragio de una extrema izquierda compuesta por los de la teoría de 
“cuanto peor, mejor” que han encontrado en Podemos el penúltimo banderín
 de enganche para tocar pelo de poder. No me gusta el panorama porque ha
 rebajado aún más mi ya escaso entusiasmo por la política. Ojalá yo esté
 equivocado y Podemos no se quede en Casi Pudieron. Para mi, de momento,
 son ¿Podrán?
Artículos de Saldo  DdA, XII/2887 
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