Ana Cuevas
Una buena acción puede ser catalizadora de una cadena
que contagie la solidaridad entre la gente. Los jugadores del Rayo Vallecano
tendieron la mano a Carmen, una anciana desahuciada por la usura de un
prestamista. Este gesto de com-pasión consiguió que la mujer de 85 años no
tuviera que abandonar su hogar y acabara desamparada. Ahora es Carmen quien
quiere ceder parte del dinero recaudado a otra persona que lo necesita. Lo hará
para que los hijos del ex-jugador del rayo Wilfred Agbonavbare, gravemente
enfermo, puedan viajar desde Nigeria para estar al lado de su padre.
Pero, igual que la solidaridad, existen otras
características humanas que se expanden como un virus. La mentira, el cinismo o
simplemente la estupidez, son también susceptibles de invadir el debilitado
cerebro de algunos individuos. Todas estas plagas (y alguna más que me dejo en
el tintero) parecen haberse apoderado de las populares cabecitas del
gobierno.
A las pruebas me remito porque, ¿cómo explicar ese
patético teatrillo en el que los próceres y las próceras de la patria comparten
un café mientras se hacen auto-bombo sin sospechar que sufren una inflamación
aguda en las meninges? Deberían hacérselo mirar en alguna clínica privada.
Porque en la sanidad pública, que ellos mismos están desmantelando, tengo
entendido que se ha recortado brutalmente el gasto en enfermedades infecciosas.
La cosa es tan grave que algunos padecen alucinaciones
y graves alteraciones de la percepción de la realidad. Como su
responsable de campaña que manifiesta que la convención del PP está inspirada
en el espíritu asambleario del 15-M. Somos gente y la gente habla en las
plazas- sostiene Floriano. A la primera afirmación, la de ser gente,
muchos ciudadanos añadiríamos un sufijo aclaratorio de la subcategoría a
la que pertenecen. Y en cuanto a la segunda, creo recordar que el gobierno del
PP se empleó con saña para reprimir el movimiento que surgió del 15-M y que
amagaba con convertir nuestras plazas en ágoras de libertad de pensamiento y
expresión.
Pues sí, debe ser una grave afección la que ha
agarrado a los peperos. Pero los que observamos la evolución de su dolencia
estamos experimentando otra serie de síntomas: Asco insuperable, risa floja,
vómitos ocasionales y una urticaria reactiva a la desfachatez de esta
peña. Vamos, que nos ponen malos. Y de muy mala virgen cuando les oímos acusar
de populistas a otras formaciones políticas. Lo dicen quienes
presumieron de ser el partido de los trabajadores antes de llegar al poder y,
nada más pisarlo, demolieron los derechos laborales conseguidos tras décadas de
lucha. Ahora salen con que son asamblearios y reivindican las plazas mientras
tramitan una ley de seguridad ciudadana que criminaliza cualquier tipo de
protesta.
Como dije al principio, hay cadenas y cadenas. Las que
mueve la empatía redundan en beneficio de la sociedad en general. Nos hacen más
grandes, mejores. Acciones como la del Rayo o la de la misma Carmen, están
inspiradas en un principio de solidaridad y justicia social que también fue el
motor del 15-M. Pero luego están las otras. Las cadenas forjadas con eslabones
de mentiras e imposturas. Las que pretenden rodear nuestros gaznates para
seguir estrangulándonos. Por mucho que lo adornen o intenten camuflarlo, una
argolla es una argolla. Y un pepero no puede ser asambleario aunque Floriano dé
ruedas de prensa vestido de perro-flauta. Es algo contra-natura. Lo mismo les
pasa con la honestidad y la vergüenza. Son incompatibles con su naturaleza.
¡Aúpa el Rayo! ¡Aúpa Carmen!
DdA, XII/2905
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