lunes, 19 de enero de 2015

"EL BALCÓN EN INVIERNO", CONMOVEDORA MEMORIA


Félix Población

Acabo de leer el último libro de Luis Landero, uno de los pocos autores españoles a los que guardo una cierta fidelidad desde que en 1989 publicó una excelente novela, que sigo recomendando: Juegos de la edad tardía. No leí de Landero todas las obras que escribió desde entonces, pero sí la mayoría.  Unas me resultaron más interesantes que otras, pero ninguna decepcionante Tampoco ninguna me pareció mejor como materia de ficción que esa primera novela. 

Debo apresurarme a decir, y lo hago en verdad con urgencia por lo reciente de la lectura, que El balcón en invierno, su último libro -no siendo ficción-, está a la altura del inmejorable recuerdo que me dejó aquella primera novela (Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa en 1990). Celebro, por tanto, que ese inicial proyecto de novela con el que el escritor amaga en el primer capítulo -¿cumplirá Landero lo que afirma en el título del mismo y no escribirá más novelas a partir de ahora?-, haya dejado paso a la memoria del propio autor, con páginas en verdad conmovedoras de su niñez campesina en Alburquerque y su adolescencia madrileña en el barrio de Prosperidad, desempeñando una serie de oficios y descubriendo a una edad tardía  sus querencias literarias. 

¿Somos –se pregunta Landero- el niño cuya ánima en pena andará siempre errante por las otras edades de la vida? De entre todos los capítulos que componen el libro, destaco sobre todo uno que me parece sobresaliente, Elogio del cubil, donde la capacidad rememorativa del texto alcanza una hondura y emoción intensas: "El olor a polvo del cereal y a oscuras esencias, y el patio perfumado de jazmines y dondiegos, y el zumbido de las avispas en las horas mortales de la siesta. Allí, al fondo del zaguán , junto al portalón abierto de par en par, se sentaba tu padre a leer el periódico, y así estaba atento a las noticias del mundo y a las de la calle, y allí mismo, tras correr la cortina para tamizar el fulgor del corral, tu madre y algunas vecinas hacía por la tarde un corro de costura".

Según palabras del autor, este libro bien se podría subtitular Del caos al canon: años de aprenizaje, pues trata de cómo Luis Landero fue encontrando sentido a su vida en el oscuro y errático devenir de los años, hasta el punto de sentir, al hacer balance de su biografía desde la infancia campesina, que aquel mundo está mucho más distante, incluso fuera del tiempo, no solo existencial sino también histórico. Saberlo además como postrera memoria es algo que a todos nos toca y el autor ha sabido escribir para que así fuese, con aguzada sensibuilidad. Lean el libro y lo sentirán muy suyo.

DdA, XII/2900

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