Félix Población
La noticia la leí así en muchos medios de información: "Por primera vez, un presidente de la democracia ha visitado la tumba de Manuel Azaña. José Luis Rodríguez Zapatero,
acompañado por su esposa, ha querido rendir homenaje en la localidad
francesa de Montauban a quien fuera jefe del ejecutivo de la Segunda
República". Como es sabido, siendo presidente del gobierno, fue Zapatero quien aprobó la Ley de Memoria Histórica, hoy olvidada por el vigente gobierno. "El expresidente ha visitado la tumba, ha depositado flores y
ha declarado sentirse profundamente emocionado", sigo leyendo en la noticia.
Fue Manuel Azaña quien el 18 de julio de 1938, en el salón del Ciento del Ayuntamiento de Barcelona, dijo estas frases en un breve discurso: "Cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, que les hierva la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelva a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y escuchen su lección: la de esos hombres que han caído magníficamente por un ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, piedad, perdón".
¿Por qué tanto reparo por parte de todos nuestros presidentes del gobierno en ejercicio a visitar el lugar en el exilio donde están enterrados los restos de quien así habló y presidió el primer régimen democrático de nuestra historia? ¿A qué viene esa emoción con retraso de uno de ellos, que hace esa visita cuando ya no lo es? ¿Qué pensaría don Manuel del hecho de que miles de conciudadanos suyos, defensores de la República, permanezcan enterrados sin nombre en cientos de fosas y cunetas, como si fueran bestias a las que su ejecutores quisieran haber privado de esa última dignidad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario