Ana Cuevas
El
ex-president de la Generalitat, antes conocido como "El Honorable",
declaró ante el juez ignorar la forma en la que sus sucesivos
administradores, casualmente todos fallecidos, gestionaron el presunto
legado que le dejó su padre. Pujol, no solo desconocía en qué país se
encontraba la cuenta con la pasta, tampoco sabía que ésta se
multiplicaba de forma milagrosa por arte de birlibirloque hasta alcanzar
cantidades alarmantemente sospechosas.
A Jordi, según su propia
declaración, le daba miedo todo lo relacionado con este dinero. Por eso
no preguntaba nada ni pedía ningún tipo de documento a sus gestores que
dilucidara el origen de tan fecunda fortuna. Pensaría el hombre que
indagar en las causas de su buena suerte podría romper el hechizo. El
milagro, que supera con creces al del perro-flauta nazareno, era mejor no meneallo. No fuera a gafarse la cornucopia boba de la abundancia que garantizaba el estatus de su extensa prole.
A
mí, como a muchos ciudadanos, también me da miedo pedir el extracto de
mi cuenta bancaria. Aunque no hay que ser un lince para deducir que los
motivos son bien distintos, yo diría equidistantes, a los que asustan al
bueno del ex-president. Mi temor no procede de la improbable
posibilidad de que, tras meter mi tarjeta, se reflejen más ceros a la
derecha que a la izquierda.
El
miedo que la gente corriente siente al consultar su saldo es el de
comprobar que, a quiénes todavía conservamos un trabajo, nos sobra medio
mes para tan escaso sueldo. Que necesidades básicas como la
alimentación, la vivienda o la energía no pueden ser cubiertas por los
paupérrimos o nulos ingresos de muchas familias. Los números rojos, los
desahucios, los cortes de luz o de agua por no poder hacer frente a los
impagos. Eso sí, sr. Pujol, eso sí que da pánico.Y
otra cosa que pone los pelos como escarpias es constatar, día tras día,
el choriceo continuo que se traían tantos grandes padres y madres de
las patrias. Y digo patrias porque en cuestión de corruptelas en todas
las nacionalidades cuecen habas.
Miedo,
mucho miedo también estos días por el triunfo de Syriza. ¿Acabar con
las privatizaciones? ¿Y si el efecto fuera contagioso? Las jaurías
atacan a los griegos con exortos y conjuros financieros. ¡Al noveno círculo de Dante!- Rugen las fieras que no quieren renunciar a las mordidas. España no es Grecia- braman en eterna letanía los tiburones locales.
Todos
miramos a los griegos con inquietud. Pero el temor, también aquí tiene
un origen distinto. Para mí es el de asistir al acoso y derribo que los
poderes financieros piensan someter al pueblo griego para quebrar su
soberanía. Un aviso para los españolitos que fantaseamos con sustituir
un establishment corrompido y vendido a los poderes económicos por un
gobierno del pueblo y para el pueblo. Nos enseñan las encías para avisar
de que podemos ser los próximos.
Pero ¿saben una cosa? Yo creo que son ellos los que están cagadicos.
¿Y si Grecia resiste? ¿Y si, como tanto temen, el efecto se expande por
todo el sur de Europa y se impone otro tipo de política que garantice
los derechos fundamentales de la gente y elimine los fraudulentos
business que esconden los procesos privatizadores? Son muchos los paises
europeos en los que ya se aboga por revertir lo privatizado.
Inglaterra, Francia y la misma Alemania están recuperando la gestión de
muchas funciones públicas porque innumerables estudios demuestran que se
consigue mayor eficiencia y ahorro para el contribuyente.
Adiós
a los tantos por ciento -¡joder qué miedo!-. piensan los Pujoles, los
Granados y la interminable lista de aspirantes a a mangantes
institucionales. Ya me
disculparán que me descojone (auanque sea fisiológicamente incompatible)
de su acojone. ¿Miedo a cambiar esta basura? Como dicen en mi tierra,
que no tiene nada de griega: ¿Miedo? Sí, por los cojones. Y perdón por
el final escatológico, es que algunas ya estamos para pocas florituras.
DdA, XII/2910
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