Victorino García Calderón
Parece un contrasentido que, a la vez que se construye en el
casco viejo de Salamanca se esté destruyendo el entramado urbanístico de la ciudad al tiempo que se echa por tierra la mirada sobre ella. Salamanca, Patrimonio de
la Humanidad entera, parece ser, más bien, propiedad de los especuladores y de
la necedad.
La foto, de un arco iris en un atardecer de primavera sobre el
alto soto de torres que forma “la Vieille ville de Salamanque”, que así figura
en el registro de las ciudades patrimonio de la humanidad, foto que figura en
la cabecera de este artículo, ya no se podrá volver a tomar, ni con
arco iris, ni sin él, la especulación despiadada que se ha apoderado de la ciudad
desde que gobierna el Partido Popular, los intereses de los especuladores, la
elevación de una o dos alturas a tres, cuatro, cinco o seis y bajo-cubierta más
sótanos, como ocurre en toda la Vaguada de la Palma, la casi nula protesta por
parte de los sumisos ciudadanos, excepto la Asociación de Ciudadanos par la
Defensa del Patrimonio, el compadreo de los medios de comunicación, la codicia
desmedida de algunos constructores, la supeditación del poder a interés
particulares y la permisividad de la legalidad hecha a medida, están
haciendo que los salmantinos nos quedemos sin parte de nuestro patrimonio. Una
ciudad, que se jacta de ser la adalid del turismo culto y de calidad, no sólo
en Castilla y León, sino en España, incluso en el mundo, no se puede admirar
callejeando por ella, como ha ocurrido durante siglos, ahora hay que subirse a
la catedral, eso sí, pagando, para poder contemplar la Clerecía y viceversa, o
bien salirse de ella para poderla degustar en toda su magnitud.
La fotografía tiene entre
sus atributos, que son muchos, la virtud de congelar el tiempo pasado, no hay
más que contemplar fotos de años anteriores para poder darnos cuenta que lo que
se está haciendo con la Salamanca monumental es un auténtico terrorismo visual
lo que pasa es que esta vez sólo han transcurrido unos meses entre la foto
de arriba y la que hoy viernes he realizado casi desde el mismo sitio. Nos
debemos preguntar si estos “bobernates” han medido bien unas decisiones que van
a condicionar la Salamanca de los decenios venideros en los que, espero,
alguien se de cuenta del desastre cometido en estos tiempos y lo intente
remediar, si es que puede.
En los años sesenta ya se
cometieron barbaridades como la calle Iscar Peira (véase el desastre desde las
Úrsulas) y anteriormente La Gran Vía se encargó de destruir todo un barrio y
antes se destruyó parte de la ciudad vieja para hacer la Rúa Nueva. Las tres
vías se hicieron para una mayor comodidad de vehículos, ahora son o están en
trance de ser todas peatonales, como todo el interior de la circunvalación.
Qué decir del fachadismo,
uno de los males más asentados en esta nuestra querida ciudad y sólo denunciado
desde Asociación de Ciudadanos para la Defensa del Patrimonio. Este mal ha
hecho que de la mismísima Plaza Mayor no sean del siglo XVIII más que las
fachadas, al igual que la Casa de las Conchas e innumerables edificios más.
Vale que algunos son, o han sido, casi imposible recuperarlos, pero otros se
podrían haber restaurado como se ha hecho en los cascos históricos de media Europa
(dense una vuelta por el casco viejo de Brujas, Amsterdam…) sin contar la
destrucción de la memoria colectiva que ha conllevado la
desaparición, pese a la oposición ciudadana y de la misma
ley, del añorado depósito de aguas de Campoamor, Gran Hotel, Cuartel de
Caballería, la vieja estación ferroviaria, los colegios mayores... muchos
de ellos sustituidos irremediablemente por edificaciones anodinas o que nada
tienen que ver con la característica esencial de la ciudad, por no hablar de la
estética granítica y sin vegetación de alto porte que cada día invade más el
centro histórico, a excepción de la plaza de Anaya (lamento darles ideas),
haciendo que calles y plazas parezcan desiertos grises sin gracia y clónicos de
otras ciudades que utilizan exactamente el mismo mobiliario urbano. ¿Por qué?
Es una pena que cuando
vengan amigos a vernos y les enseñemos lo deslumbrante que es nuestra ciudad,
ya no les podamos enseñar una de la vistas más majestuosas que se podía hacer
hasta hace unas semanas: contemplar el alto soto de torres desde Peñuelas de
San Blas, de día o de noche que tal da, o sí, y entonces les abriremos los ojos
sobre la necedad de los que nos gobiernan y cómo cuidan el Patrimonio
de la Humanidad -de todos los seres humanos, que no sólo de los salmantinos- los
alcaldes que en esta ciudad han sido y son. El tiempo los pondrá en su sitio
cuando alguien se dé cuenta de que los títulos de esta categoría no son
un pasaporte para hacer negocios con los amigos del poder, corrupción
aparte.
DdA, XI/2866
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