jueves, 6 de noviembre de 2014

GUERRA SE VA: ADIÓS ESCAÑO, ADIÓS

Félix Población

Allá en su juventud sevillana, Alfonso Guerra fue un amante del teatro, afición que comparto también desde la lejana mocedad. Eso y sus querencias literarias podrían haber facilitado que sintiera por él una cierta simpatía, sobre todo en aquellos primeros años de la idolatrada Transición en que tanta medianía era idolatrable. No fue así para quienes asistimos en vivo y en directo al espectáculo de aquel tiempo en que se gestó lo que mi admirado Caballero Bonald calificaba ayer, en una entrevista difundida por la SER, un encumbramiento de la mediocridad. Aquello fue, siempre según la sabías palabras de uno de nuestros mejores poetas, un apaño de urgencia para que la izquierda ganara algo y la derecha no perdiera, pues subsiste en la derecha un franquismo latente.

Cito a Caballero Bonald porque, además de definir con tal exactitud las bases sobre las que se asiente el vigente y decadente régimen político, ayer claramente evaluado por esas encuestas del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) que adelantan posiblemente una condena del bipartidismo imperante, lo que también dijo ayer el magnífico escritor gaditano tiene una cierta relación con Alfonso Guerra y otros protagonistas de la Transición. 

A la pregunta de si los medios de comunicación han encumbrado a los mediocres, Caballero respondió que el periodismo también está en crisis y que lo noble e ilustre de la profesión desemboca en amaneramientos de tipo moral que hacen que el oficio no esté en su mejor momento:  "Mientras -añadía-los mediocres siguen ahí,  gente que tiene un poder que les ha sido otorgado por razones arbitrarias y no tiene ninguna idea cultural mínimamente aprovechable, pero están ahí ordenando el futuro del país".

Creo que Alfonso Guerra fue uno de esos mediocres, a los que los medios encumbraron en su día, bien fuera por sus rabietas graciosillas en los mítines o por el poder que desempeñaba en las sombra, ya fuera dentro de su partido o desde la vicepresidencia del Gobierno, que ocupó durante algunos años, a raíz de la victoria del PSOE en las elecciones del cambio (1982). 

Una de las decepciones mayores que me causó aquella primera gobernación del Partido Socialista Obrero Español no fue que mantuviera los privilegios de la iglesia católica, por ejemplo, sino que don Alfonso, vicepresidente de ese gobierno, a quien se le presentaba como un intelectual cultivado en las letras y las artes y amante de la música Mahler, no prestara a la activación de la vida cultural en este país ni la más mínima atención a lo largo de los casi nueve años que permaneció en tan alto cargo.

Abandonó la vicepresidencia en 1991, como se recordará, a raíz del caso de corrupcíón y tráfico de influencias que afectó a un hermano suyo, sin que esa incidencia lamentable lo apartarse de la política y lo condujera a un discreto segundo plano en la vida profesional o intelectual que tan afín le era. Alfonso Guerra se ha mantenido en su escaño hasta ayer mismo, fecha en la que ha anunciando su definitiva retirada, 37 años después de que se sentara por primera vez en el Congreso de los Diputados.

Le deseo lo mejor a don Alfonso en su tardía jubilación y lamento mucho que la última memoria de su actividad política haya venido a coincidir con el nacimiento de Podemos, porque sus declaraciones sobre este nuevo partido político han sido más que deplorables por su equivalencia con las de cualquiera de sus adversarios políticos más airados en el Partido Popular. 

Es más, pienso que la imagen del exvicepresidente en Las Mañanas de CuatroTV dialogando a distancia con Juan Carlos Monedero hace unas semanas y despreciando los argumentos de éste con la soberbia y suficiencia de un padre de la patria sin acertar con un solo argumento sólido, dejó tan en evidencia la caducidad y avejentamiento de don Alfonso que podría ser representativa de la propia agonía del régimen que representa. No se puede hacer de la política un escaño sine die porque a quien defienda esa política le pueden pasar esas cosas.


DdA, XI/2837

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si la Transición hubiera sido conducida por no mediocres, hubiera sido de verdad una transición de la dictadura a la democracia.

Anónimo dijo...

Se caen del escaño por puro avejentamiento...

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