Félix Población
No tengo la menor duda, a la vista de su ejemplar actitud al
presentarse como voluntaria para atender a los dos misioneros que
fallecieron por causa del ébola en Madrid, de que Teresa Romero
pertenecía a esa nómina admirable de personal sanitario que con el
vocacional desempeño de su profesión contribuyen a que los pacientes y
sus familiares reciban el mejor de los tratos en nuestros hospitales
públicos.
Esto, en una coyuntura en que se está pretendiendo de modo paulatino y artero un desmantelamiento de la sanidad pública,
hace aún más meritorio el trabajo de cuantos profesionales han logrado
que nuestro sistema de salud sea uno de los más competentes del mundo.
Hay que repetirlo porque es justo y hay que defender ese patromonio de
todos a toda costa, porque quienes pretenden privatizarlo deben merecer
por parte de la ciudadanía la más contundente de las resistencias.
Repito: la más contundente.
Nunca deseé, de modo más emocionado y
razonado, a una persona a la que no tengo el gusto de conocer como
Teresa Romero, un feliz y pleno restablecimiento de la enfermedad que
padece. Tengo la sensación, al sentirlo y pensarlo así, de que todos mis
conciudadanos deben o deberían respirar un deseo similar, mientras esta
auxiliar de enfermería lucha por su recuperación al lado de sus colegas
y un equipo médico al que España entera deberían tributar asimismo la
mayor admiración.
No sé si Teresa va a superar la gravísima afección que contrajo,
llevada por un sentimiento y entendimiento de solidaridad equivalente
al más noble de los compromisos con su oficio, pero estoy convencido de
que todas las negligencias, ineptitudes y errores que la pusieron a un
paso de la muerte, merecerían como contrapeso la crónica indudablemente
ejemplar que se está escribiendo en la habitación/burbuja del hospital
Carlos III, donde está internada y de la que esperamos verla salir muy
pronto, abrazada a su marido y con el sentimiento de ausencia por el
inútil sacrificio de su perro Excalibur, sentimiento del que algunos
miserables se mofaron públicamente de modo nauseabundo.
Este país, que asistió avergonzado a la gestión de su caso, con declaraciones tan mezquinas como las del consejero de Sanidad del Gobierno de Madrid
-no desafortunadas, según sus tardías excusas por escrito-, merece
conocer la página de sobresaliente solidaridad y entrega profesionales
que se está escribiendo en la habitación de Teresa Romero por un equipo
sanitario que ojalá recupere para la vida a su compañera.
Si así
fuera, como deseamos, no solo tendremos la oportunidad de seguir
contando en nuestra sanidad pública con un excelente ser humano,
valientemente entregado al desempeño de su trabajo, sino con la garantía
de que, como ella, hay equipos de médicos y enfermeras capaces de
entender su vocación como un servicio público en el que la humanidad y
la solidaridad priman sobre cualquier otro tráfico de intereses.
Te
queremos, Teresa Romero. Con tu vida y la de quienes están contigo para
lograr tu recuperación, defendemos la de la sanidad que de modo tan
digno y encomiable representas y honras. Gracias.
*Artículo publicado hoy en El Huffington Post
PS.- No debe olvidarse, con motivo del ya feliz restablecimiento de Teresa Romero, el papel tan indigno desempeñado por algunos medios conservadores afines al partido en el Gobierno con relación a la grave enfermedad que a punto estuvo de costar la vida de la auxiliar de enfermería. Los hubo que no solo la sometieron a un proceso inquisitorial, sino que la dieron por fallecida y hasta previeron cómo debía ser incinerada.
PS.- No debe olvidarse, con motivo del ya feliz restablecimiento de Teresa Romero, el papel tan indigno desempeñado por algunos medios conservadores afines al partido en el Gobierno con relación a la grave enfermedad que a punto estuvo de costar la vida de la auxiliar de enfermería. Los hubo que no solo la sometieron a un proceso inquisitorial, sino que la dieron por fallecida y hasta previeron cómo debía ser incinerada.
DdA, XI/2820
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