¿Todo hubiera sido tan distinto, verdad? Si el Rey en
Oviedo el 24-0, con un simbólico gesto de saludo y aproximación a los
manifestantes, hubiera escenificado de forma sencilla su preocupación
por la realidad española, todo sería diferente a estas horas. Habría
instaurado un nuevo código de conducta institucional. Seguro que hubiera
sorprendido, que habría sido criticado por algunos sectores, o que tal
vez hubiese escuchado algún improperio, pero habría llegado a sus
conciudadanos y plantado cara con valentía a los males casi pandémicos
de opacidad y corrupción estructural que tiene España.
¿Qué sentido tiene entregar a bombo y platillo unos premios a lo
mejor y los mejores en distintos ámbitos del conocimiento y la conducta
humana, y no escuchar las voces ciudadanas? A priori, resulta un poco
contradictorio estar entregando altas distinciones a personas que luchan
por los derechos humanos en el mundo, y dar la espalda a la libertad de
expresión ciudadana que pone sobre la mesa la degradación de los
derechos fundamentales que vivimos en España, ¿no?
¿Cómo es posible que un joven rey europeo venga a un pequeño e
inofensivo territorio del norte de su país pertrechado de gladiadores -que nos cuestan un pastizal-, como si se tratara de un auténtico
imperator?
Los discursos sobre la unidad, sobre la honestidad, o sobre el
conocimiento y sus benévolos efectos sobre la conducta y la convivencia
humana, tienen que traducirse en hechos coherentes con la secuencia
discursiva. Es hora de romper barreras, encorsetados protocolos, falsas
expectativas. Es hora de ser valientes ante una realidad que no es nueva
ni viene de seis años a esta parte. Lleva construyéndose varias
décadas, y arrastra herencia genética del siglo XX, del XIX, del XVIII,
del XVII, del XVI, y se hunde directamente en las sombras medievales.
¿Es que nadie va a dar la cara nunca? ¿Es que todos los que tienen
poder jamás van a dar explicaciones? ¿Nadie va a tener un gesto sincero
de humanidad? El Rey Felipe podría ser pionero en un nuevo “modus
operandi”, una nueva filosofía, que fuera la primera piedra para
finiquitar la indecencia y la impunidad en este país…porque además
necesitamos referentes verdaderos y no puro marketing político o
institucional, necesitamos urnas verdaderamente democráticas y no de
cartón-piedra como las de Artur Mas.
De lo contrario, la burbuja de opacidad, de vicio, de soberbia, de
falso e histriónico elitismo en la que están instalados nuestros poderes
fácticos, cualquier día nos estallará en los morros…, o lo que es más
grave, igual nos la hacen estallar desde el exterior con la excusa de
una “yihad” cualquiera.
Asturias24
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