Fernando de Silva
Tas sufrir una persecución indecorosa, indigna e implacable, el 9 de
febrero de 2012 nos enterábamos de que el Tribunal Supremo, en contra
del criterio del fiscal, condenaba a 11 años de inhabilitación por
prevaricación al juez Baltasar Garzón, lo que suponía poner fin
definitivamente a su carrera judicial. Su pecado no era otro que el
haber sido impacable con la persecución de la corrupción del Partido
Popular. Desde entonces, para vergüenza de algunos jueces y fiscales,
continúa siendo el primer y único condenado por el caso Gürtel.
Aunque constituyó noticia de segundo nivel, al haber copado los
titulares de los medios de comunicación el contagio del ébola y las
tarjetas opacas, el pasado 7 de octubre se publicaba la noticia de que
el juez Elpidio Silva era condenado a 17,5 años de inhabilitación por
prevaricación continuada, por el Tribunal Superior de Justicia. Su
pecado no era otro que el haber privado de libertad de forma indebida a
los personajes tan honorables como Miguel Blesa y Gerardo Díaz
Ferrán. La sentencia no es firme, ya que puede ser revocada por el
Tribunal Supremo, pero supone un grave mazazo a la indepencia de los
jueces. Curiosamente es el primer condenado por el caso Bankia.
De personalidades muy distintas y antagónicas, ambos han tenido en
común el llevar al límite la investigación judicial de graves casos de
corrupción, cometidos por personajes abyectos, pero pertenecientes a la
casta de los intocables, y que por ello gozan de una protección especial
por parte de quienes, con mucho poder y carentes de escrúpulos, pueden
llegar a influir en determinadas decisiones judiciales. Molestos y
peligrosos, era preciso inhabilitarlos de por vida y de paso se mandaba
un mensaje a sus compañeros, que a buen seguro ya saben a que se
arriesgan si osan imitarles.
La prevarición, que consiste en estos casos en dictar resoluciones
injustas a sabiendas de que lo son, es de una subjetividad en su
interpretación que permite que hechos muy similares puedan ser o no
considerados como delito en razón a la ideología y mentalidad del juez
que ha de decidir, por lo que una condena puede incluso llegar a estar
motivada por prejuicios y pasiones de carácter extrajurídico. Y si a
ello unimos que en determinadas instancias, como pueden ser el Tribunal
Supremo o los Tribunales Superiores de Justicia, muchos de sus miembros
están nombrados en base a criterios políticos, el plato está servido
para que pueda ser condenado un inocente sin que quien firma la
sentencia pueda incurrir en responsabilidad alguna.
No está de más recordar que el caso Gürtel ha servido para destapar en cadena situaciones gravísimas de corrupción. Porque el caso Bárcenas
o la ya muy avanzada investigación sobre la financiación ilegal del
partido en el Gobierno, nunca hubiesen salido a la luz sin la
intervención inicial del polémico juez Garzón, al que todas las personas
decentes le debemos gratitud.
Lo llamativo de la condena del juez Elpidio Silva es que coincide en
el tiempo con el conocimiento público de las tarjetas opacas de Bankia,
que permite descubrir que el honorable Blesa, a falta de saber con
detalle en qué se gastó los 436.700 euros que se le imputan, invirtió
9.000 euros en un Safari en África y 10.000 en vino. Y nos estamos
refiriendo al mismo Blesa que hace unos meses acusaba al juez Silva por
daños irreparables a su honor, al mismo amigo que impuso Aznar para
gestionar Bankia, cuyo rescate nos ha costado a nuestros bolsillos
23.465 millones de euros. Por cierto, gracias a los correos intervenidos
por el juez ahora condenado, se ha podido tirar del hilo para descubrir
la existencia de las tarjetas black.
En las últimas semanas están pasando muchas cosas, demasiadas, para
saber que se ha levantado la veda del corrupto; y los partidos de la
casta, atemorizados por lo que se les puede venir encima cuando
continúen saliendo a la luz otros casos de corrupción, están sufriendo
un desgaste irrecuperable. Se ha acabado el discurso derecha o
izquierda, ahora toca enfrentar a las personas honestas con los ladrones
y sirvergüenzas; y una sociedad que está empeñada en recuperar su
dignidad, no puede permitirse el lujo de dejar en el dique seco a dos
jueces que, con sus errores humanos, han influido de forma decisiva en
que podamos vez la luz en un país con un altisimo nivel de corrupción.
Por su contribución a la decencia, los jueces Baltasar Garzón y
Elpidio Silva deben ser restituidos de inmediato en sus puestos. Se lo
debemos.
DdA, XI/2814
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